José Luis Abraham López: «Delicadeza en la historia e integridad en el mensaje»

Una novela romántica juvenil que acoge dilemas de adultos y que atrapa por una lectura ágil a partir de una historia de aprendizaje

De la mano de la editorial Wonderbooks, con traducción de Cristina Zuil, tenemos la oportunidad de leer la novela Tal vez somos eléctricos, del polifacético Val Emmich. Al comenzar su lectura nos adentramos en una historia de caminos imprevisibles y de íntimos secretos.

Una fuerte discusión con su madre hace que Tegan escape de casa y que, durante una intensa tormenta de nieve, se refugie en el Museo de Edison, en Nueva Yersei, un lugar que conoce muy bien puesto que trabaja allí como guía turística.

Pero la placidez de la buscada soledad no tarda en alterarse cuando inesperadamente se encuentra con Mac Durant, un compañero de cuarto curso de secundaria, icono de todas las virtudes que toda jovencita desea poseer.

Tegan ha estado viviendo con una minusvalía: en una de sus manos solo tiene dos dedos. Ello ha contribuido a convertirse en una persona excesivamente precavida y algo recelosa.

La joven no da crédito a lo que le está ocurriendo: tener la oportunidad de compartir a solas conversación con el idolatrado Mac. Pero lo que irá descubriendo le permitirá saber quién es en realidad el compañero que siempre le ha parecido inalcanzable. Pronto reconocen que estar compartiendo ese espacio es mejor que volver a sus respectivos hogares.

Como toda huida, también estas de los protagonistas reclaman una ayuda y el hablar sobre sus carencias les produce un poder sanador. Los dos adolescentes tienen más en común de lo que nunca habrían imaginado. Si la chica vive todavía con el dolor de la ausencia de su padre, fallecido hace tres años, el joven no disfruta de una relación cordial con los suyos. En estas circunstancias, y derivada también de su propia inseguridad, Tegan se ha ido creando distintos perfiles en redes sociales, lo cual comprometerá su relación con Mac y la imagen que este ha ido conformando de aquella, una vez que las horas compartidas les permiten ir revelando secretos familiares y personales.

Cubierta de Tal vez somos eléctricos, en la editorial Wonderbooks

Cada uno a su manera se alza contra la injusticia, la hipocresía y el envanecimiento tanto de compañeros como del mundo de los adultos. En realidad, la popularidad no hace feliz a Mac, pero ¿hasta qué punto estará dispuesto a sacrificar la imagen de éxito por ser coherente con lo que en verdad ansía?

Los capítulos que los jóvenes pasan en el interior del Thomas Edison Center se alternan con aquellos otros pasajes en pasado cuando Tegan discute con Neel, su mejor amigo, aderezadas con un simulado intercambio de mensajes que Tegan mantiene con su progenitor. A esta arquitectura organizativa de la trama debemos añadir un último capítulo en el que hay un salto de unas semanas. ¿Conseguirá Tegan reconciliarse con Mac? ¿Perdonará esta la “traición”?

Tal vez somos eléctricos nos plantea hasta qué punto el encuentro fortuito con alguien que no llegamos a conocer del todo puede cambiar, no solo la imagen de esa persona, sino también nuestra vida.

La escenografía cerrada en una noche desapacible casa bien con la subjetividad de los sentimientos de los personajes, así como el empleo de la primera persona femenina, alternando con una tercera que dota a otros capítulos de mayor capacidad de objetivar el carácter de Tegan. Es en esta ambientación cada vez más íntima donde salen a relucir temas como las relaciones en el núcleo familiar, la ética en las redes sociales, la imagen que proyectamos a los demás, las convenciones sociales… Además, hay que añadir una amplia cantidad de sensaciones y sentimientos que alcanzan al lector; de entre todos ellos, el más destacado es la contrariedad, tanto cuando al comienzo Tegan se encuentra con el que va a ser su interlocutor durante veinticuatro horas como cuando se separan de una manera que deja muchas incógnitas en el aire.

A estos ingredientes, Val Emmich incorpora detalles de Thomas Edison como inventor y empresario aludiendo a experimentos menos conocidos como «la caja de los espíritus» o el equipo de trabajo que convino en llamarse «el Escuadrón del Insomnio».

Para saber más:

https://valemmich.com/

@ValEmmich

 

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José Luis Abraham López

Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato

 

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