El que se aplica al estudio
crece día a día
Lao-Tzu, Tao Tê Ching
En las últimas semanas estamos viendo unos acontecimientos que, para nada, son gratos a la vista ni individual ni colectiva. Éstos están siendo protagonizados por unos supuestos activistas que, en realidad, no dejan de ser presuntos delincuentes. Dichos activistas pretenden enmascarar sus execrables atentados contra el patrimonio artístico, albergado éste en el interior de los principales museos europeos, a modo de “protesta” por el cambio climático, en defensa del planeta y en pro del ecologismo. Semejante majadería no cabe en pensamiento racional alguno. Menuda “justificación” han pretendido buscar esta manada de ignorantes cuya única pretensión es hallar su “minuto de gloria”, es decir, llamar la atención para alcanzar un protagonismo inmerecido. Ya hemos podido ver cómo han llevado a cabo sus “prodigiosas hazañas”, vertiendo sopa de de tomate sobre el cuadro de “Los Girasoles”, custodiado en la National Gallery de Londres; o arrojando crema de guisantes sobre “El Sembrador”, albergado temporalmente en el museo palaciego de Bonaparte en Roma, ambas obras artísticas de Vicent Van Gogh.
Y, como cabía esperar, en España no íbamos a ser menos, es decir, el mal ejemplo debía de cundir entre los fanáticos antisistema y, por supuesto, hemos tenido que ver, lamentablemente, a dos “iluminatis” atentando contra “La maja desnuda” y “La maja vestida”, obras de don Francisco de Goya y Lucientes, custodiadas ambas en el Museo del Prado. Y, encimad de todo, debemos de dar gracias que no dañaron los lienzos y sólo han sufrido daños los marcos, que también son patrimonio nacional, y el trozo de pared que hay entre los dos cuadros. No son pocas las reflexiones, que este lamentable y deleznable suceso acaecido en el Museo del Prado hace unos días, me ha suscitado.
La primera de todas, consiste en pensar ¡hasta dónde! está dispuesta a llegar la estupidez humana, utilizando una noble causa y reivindicación, como es la defensa del planeta, a modo de pretexto para, siendo del todo imposible, justificar sus supuestas acciones de protesta. Sin embargo, el único logro conseguido por quienes ejecutan dichas atrocidades contra el patrimonio artístico es el descrédito de la causa ecologista y del movimiento social que aparejado a ella existe, y tan necesario es.
Créanme, amables lectores, cuando les digo que procuro encontrar alguna explicación que sea medianamente coherente y, a su vez, congruente, para intentar dar respuesta a la siguiente cuestión: ¿por qué se producen estos lamentables sucesos? Sin lugar a dudas, algo debemos estar haciendo mal como sociedad para que dos jóvenes muchachos –los cuales son llamados activistas por la sociología de los movimientos sociales− realicen semejantes actos vandálicos, constituyendo así un verdadero atentado contra el patrimonio artístico nacional amén de un hecho delictivo tificado en el Código Penal que está recogido en nuestro actual ordenamiento jurídico vigente.
Dar respuesta a estos planteamientos es algo que requiere de bastante sosiego debido a su complejidad. Lo primero que se me viene a la mente es el significado de las palabras ignorancia e incultura. Aunque nos encontramos inmersos dentro de lo que hemos venido a denominar como la era digital, es decir, que a golpe de clic tenemos acceso a la información y, gracias al estado de bienestar y a la educación pública y obligatoria, que es un derecho y obligación constitucional, todos tenemos acceso a un mínimo de formación. Pues bien, a pesar de todo esto, sucesos como los referidos anteriormente son indicativos de que la educación, cívica y enciclopédica, escasea en la epicúrea y hedonista sociedad en la cual nos ha tocado vivir.
Siendo consciente de que los altos niveles de incultura supina, sobre todo, en la población joven son bastante elevados y parafraseando al gran periodista andaluz, Jesús Quintero, recientemente desaparecido: «Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida…» No me cabe la menor duda que esta situación es consecuencia, entre otras muchas causas, del fracaso absoluto de nuestro actual sistema educativo que, evidentemente, no funciona todo lo eficazmente que debiera y presenta unas enormes deficiencias y grandes carencias amén de unos más que constatables desequilibrios territoriales.
En el caso concreto que nos ocupa, siempre he sido partidario de la opinión que tan sólo es posible cuidar y respetar aquello que se conoce y sabe; por consiguiente, si estos dos activistas no saben quién fue Goya, ni conocen su obra o la relevancia que ésta ha tenido para la Historia del Arte Universal, poco o nada van a ser conscientes del desastre que han estado a punto de provocar. Sin embargo, me cuesta mucho trabajo que estas personas, que seguramente hasta hayan sido o son universitarias, ignoren el incalculable valor histórico y patrimonial de las obras pictóricas que fueron víctimas de su deleznable acción vandálica. Por lo tanto, si dichas personas no ignoraban la magnitud de los hechos delictivos, que estaban perpetrando, llamemos a las cosas por su nombre, es decir, estos individuos no son activistas de nada ni por nada, son presuntos delincuentes sin más.
Me viene también a la mente el hecho, del cual no ha pasado demasiado tiempo y seguro que todos recordamos, cuando vimos el lugar donde la OTAN celebró su última cumbre, es decir, en Madrid, y una de sus reuniones se congregó en el interior del Museo del Prado. Desde luego, en mi opinión, todo un acierto por parte del Gobierno, quien ejerció como anfitrión de los mandatarios extranjeros, puesto que, de esta forma, se le ofreció el mejor escaparate posible, que España podía ofrecer, a una de las pinacotecas más importantes de toda Europa. Las imágenes de varios presidentes de países de todo el mundo admirando la majestuosidad de las obras de arte, que allí se ubican, dieron la vuelta al globo terráqueo. Todavía guardo en la retina cuando se emitieron las instantáneas del que fuera primer ministro del gobierno británico, Boris Johnson, que es Licenciado en Estudios Clásicos por la Universidad de Oxford, disfrutando y admirando las obras de arte más impresionantes y valiosas que posee España.
Pues, si a estas imágenes, que estoy describiendo en el párrafo anterior, contraponemos las descritas con las cuales iniciábamos este artículo de opinión…, también deberíamos plantearnos si los sistemas de seguridad, que protegen al Museo del Prado, son los más óptimos y eficaces o deben de incrementarse. Esta cuestión la planteo porque hemos podido ver con la facilidad, que dichos jóvenes, accedieron al interior del museo para ejecutar su acto vandálico, habiendo sido el mismo perpetrado con premeditación, alevosía y “diurnidad” porque era de día.
En conclusión, como soy consciente de que el olmo jamás dará peras, tampoco voy a pedírselas. Sólo espero y deseo, por el bien de todos, que sucesos como éstos jamás vuelvan a ocurrir en ningún museo sea español o extranjero. Ojalá caiga todo el peso de la ley sobre estos presuntos delincuentes porque sus atentados contra el patrimonio artístico, en este caso nacional, han de tener el castigo que merecen y no deben quedar impunes. En España hay muchas formas de expresarse, manifestarse o pronunciarse, plenamente legales y democráticas recogidas y amparadas en nuestra Constitución. No obstante, estos sujetos han elegido una forma completamente ilegal y de las más antidemocráticas que existen. Flaco favor le han hecho a la causa que decían defender.
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DE GRANADA Y SU REINO