“Ay, si un día para mi mal viene a buscarme la parca. Empujad al mar mi barca con un levante otoñal dejad que el temporal desguace sus alas blancas”. Así es la letra de la bellísima canción de Joan Manuel Serrat que tanto marcó la vida de los que ya cumplimos los sesenta y pico, hoy me he puesto a tararearla al saber la noticia que la Iglesia Católica prohíbe a partir de ahora esparcir las cenizas de un difunto por cualquier espacio, así mismo prohíbe tenerla en casa, aunque sea en una hermosa urna funeraria.
Me he puesto nerviosísimo con la decisión de los curas. Creo que esta noche no voy a pegar ojo. Yo que tenía al Papa Francisco en un pedestal y que veía cómo poco a poco iba acercando y ganando adeptos con su talante abierto, espontáneo y muy cercano al creyente y no la Iglesia de los últimos siglos tan lejana del pueblo. Con los importantes problemas que hay en el mundo, que se preocupen de las cenizas de uno, me parece hasta frívolo.
A partir de ahora, cada vez que alguien elija la cremación después de su fallecimiento va a tener tras de sí un vigilante eclesiástico para ver qué haces con las cenizas y yo que tanto había previsto esparcir mis cenizas desde lo alto del peñón de la playa de mi querida Salobreña.
Una cosa es que seamos de cultura cristiana y otra muy distinta es que señores con sotana, anillo en el dedo y cilicio bien apretado regulen las normas de la sociedad, la educación, la convivencia, los días festivos, la planificación familiar, las relaciones personales, el matrimonio, etc. creo se han pasado tres pueblos.
Yo me considero un bicho raro, pues además de Jubilado, fui educado en la fe católica, estudié siete años en los Agustinos de Motril, pero actualmente estoy en el limbo de no saber bien qué quiero, pero esto me parece ya el colmo de los colmos. Esto, como bien están recalcando muchos, es puro negocio para la iglesia, no tiene nada que ver las creencias.
La Iglesia puede generar dogma como quiera. Como si mañana dice que todos los católicos tienen que ir vestidos de verde. La iglesia católica habla para sus fieles, el que no lo sea no tiene obligación de seguir dogma alguno.
Y como he dicho anteriormente, respeto y tolero todo tipo de creencias, pero por favor dejadme en paz y que yo decida cómo quiero ser recordado.
“Y a mí enterradme sin duelo entre la playa y el cielo. En la ladera de un monte, más alto que el horizonte, quiero tener buena vista, mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos y amarillo a la genista. Cerca del mar, porque yo nací en el mediterráneo”; en concreto en Salobreña.
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