Febrero, empezamos a deshacer a bocados la tarta del año, aunque no queramos. Abordamos el mes, sin puntuación ni pausa, al ritmo que nos permite este invierno gélido. La realidad es que los años nos van devorando, en mi caso sin moverme del sitio me llega otro cumpleaños a mi propio calendario. Me gusta evocar en estas fechas, el nacimiento ¡mira que ha llovido desde entonces! el tiempo se expande en la distancia desde esa fecha, en la ciudad de entre dos mares, con el oleaje a la deriva, con el aire que nunca descansa. Tarifa hace más de 60 años (cuesta pronunciar los verdaderos años), el viento de Levante y Poniente, marcaron mi destino, convirtiéndome en “vagabundo del aire” que va y viene viajando por la propia geografía de una Tierra que no tiene límites, hasta que el viento de la madurez me trasportó y me dejó en Granada. ¡Bendita Granada!
Llegué desnudo, ahora con un archivo completo y aún con un camino por escribir, conservo en la piel arena de la playa, en los pies la tierra de los senderos de las montañas, en mi rostro arrugas las evidencias de lo vivido y la mirada más abierta que ayer, no he intentado entender el mundo sino adaptarme a él, porque lo respiro y habito con la sana intención de cada mañana sea el día uno.
Hay que celebrar los cumpleaños, signo de la propia vivencia, el deseo de existir, aunque cada año que pasa sea como más plomo en los zapatos porque el que se ha ido ha dejado de contar, los muertos abandonaron la edad, para quedarse con los mismos años que partieron, se convierten en los más jóvenes mientras nos acordemos de ellos
Uno se va haciendo poco a poco a través de los años. ¿Quién se resiste a la propia censura interior? Resulta complicado la autocrítica, hemos gestado más de medio siglo, una congregación de normas, pensamientos, conducta, moralidad, de lo bueno y lo malo, todo en detrimento de nuestra propia espontaneidad o inocencia.
No podemos pasar por encima de los años, pero en la plenitud de la madurez, logremos la ruptura de la ficticia personalidad que el mundo impone o que nosotros hemos creado para defendernos del exterior, buscar y seleccionar nuestro verdadero ser, nuestro sitio en medio del mundo. Nos avergonzamos de demasiadas cosas: de nuestro aspecto, creencias pasadas, ignorancia, orgullo, intransigencia, de quien nos enamoramos… al final, todo se deforma o se olvida según vaya pasando el tiempo.
Inauguremos cada día este nuevo tiempo de la segunda etapa de la vida que nos ha tocado disfrutar.
El mundo está lleno de miedo y detrás hay alguien que se aprovecha de ese miedo. Vivimos años que nos mantienen en plena tensión, fijaros ya no hay virus, fijaros ya no hay resección, fijaros la luz y gas a dejado de abrir los telediarios, fijaros los pantanos tienen agua otra vez, ¿quién se acuerda de la capa ozono? ahora siembran otros temores. Estamos invadido por el miedo.
Por eso, en la Universidad los estudiantes mayores encontramos el equilibrio, nos acercamos a desvelar las relaciones de los hombres y mujeres con el mundo, entre el ser y su propia conciencia, los límites de lo moral o inmoral, lo justo o injusto, lo falso o verdadero, hermoso o feo…nos formamos en el complejo mundo del conocimiento, no al dictado del pensamiento dirigido sino del método científico emancipado con más de dos mil años de evolución. Mientras escribo estas líneas me saltan las imágenes de intolerancia cargadas de agresividad de algunos jóvenes estudiantes en la Universidad Complutense de Madrid cuando se reconoce como alumna ilustre a la Presidenta de la Comunidad. Y me da por pensar, que, en más de dos mil años de evolución desde la cultura grecorromana, nos queda mucho que aprender.
Intento reconciliarme con la sencillez sin caer en un exceso vital ni alinearme con la inmovilidad. Desde la jubilación, me he convertido en el arquitecto diseñador de mi propio tiempo. Desayuno, en el frio invernal, cuando el mundo externo empieza a ser visible, cuando hace demasiado frio fuera, son las 8 de la mañana, es la hora que todos tiene prisa, es la hora que el color del día rápido salta de tonalidades, es mi hora de desayunar en el silencio de mi casa con el pensamiento sin estrenar me deslizo por el placer del café con leche y las tostadas.
No hay nadie, en este espacio de oro. Si hay alguien, cuando abro el whatssaps, una constelación de mensajes en espera. Hay algunos más madrugadores para compartir unos buenos días o unas sonrisas o unas agrias críticas políticas o unos sensatos consejos de salud. Ellos quieren expresar algo suyo, aunque no sea suyo lo hacen como propio y te lo envían.
Uno de ellos, enviado por una compañera y artista creativa en su jubilación Azucena Fernández Moral de Mieres y de la Universidad de Mayores de Asturias, me sorprende con un video corto titulado “El tesoro de la vida” en donde una persona mayor nos tramite su propio lenguaje de la vida, recomendaciones para llegar a los 90 años. “la vida no es justa pero aun así es buena” “La vida es demasiado corta para perder el tiempo lamentándose” “No tienes que ganar en cada discusión. Debes estar de acuerdo en no estar de acuerdo” …
Es mi cumpleaños y me siento feliz compartiendo con vosotros mi humildes escritos. Agradezco esa sonrisa cuando me paráis por los pasillos o en la clase y me comentáis que me leéis, o bien me mandáis un mensaje de whatsapps o escribís algún comentario en el mismo artículo. Sois mi mejor regalo de cumpleaños. Gracias mil.
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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.