Era el último yacimiento que veríamos en nuestro periplo por el Alto Egipto, finalizaba ahí el viaje para algunos que, tras la visita, serían llevados al aeropuerto y una decena regresábamos al hotel para partir a media tarde en otro vuelo de Egyptair hacia El Cairo.
Philae o Filé, aunque en mi memoria infantil siempre permaneció la primera toponimia gracias a aquella ingente información que sobre los templos iba publicando EL CORREO DE LA UNESCO en aquellos años sesenta. Yo devoraba la publicación con una delectación difícil de explicar. Los amigos me preguntaban qué sacaba con estar cada tarde encerrado en al Biblioteca, simplemente conseguía abrir ventanas a la imaginación, ahora estaba contemplando aquel gran trabajo que quedó fijado en mi personal GPS.
Extraña sensación, ineludibles las comparaciones y a tratar de encajar los recuerdos retenidos en nuestra personal memoria gracias al papel de la radio y los medios escritos, entonces era el principal medio de información para la gente del pueblo que acudía a leer PATRIA o IDEAL, los lunes la cosa no tenía opción. LA HOJA DEL LUNES, aunque ya había llegado la televisión al pueblo: ¡Menuda expectación arrancó en Alhama cuando el bar de la callejuela del cine estrenaba ese cacharro que recibía unas imágenes con infinidad de nieve por la baja calidad de la señal!
Personalmente, la radio ya era la que noche tras noche abría nuestras neuronas a mundos totalmente desconocidos, sobre todo porque no siempre aparecían las mismas estaciones. Posiblemente, España, vivía el período de mayor y mejor información de la historia y la mayoría de la gente sin enterarse: la radio era el nexo con el exterior para los que nos atrapó a temprana edad. Y tras el servicio militar, también llegarían los viajes pagados por varias emisoras europeas: Budapest, Lisboa, Londres, Varsovia, Praga, Moscú y, hace una década, el gran viaje por China. ¡Increíble!
Así que Filé se coló entre esa inmensa y variada información que llegaba al pueblo. Allí uno veía cómo se desmontaban los templos para salvarlos de las aguas: varios centenares de ellos desaparecieron para siempre al llenarse de agua la Gran Presa [1960-1971] y junto al Templo de Abu Simbel, fue el que apadrinó la UNESCO y salvó in extremis reubicándolo en esta isla de Agilik, poco más allá de Asuán y dentro de la presa que levantó el poder colonial británico.
Recordemos que el templo se erigió para rendir culto a la diosa ISIS [El Hotel también tenía este nombre] en la mítica y faraónica isla de Filé que quedó convertida en un importante centro de peregrinación hace varios milenios y esa atracción siguió hasta bien entrada la era cristiana y, desde esa isla, ISIS montaba guardia para vigilar la mítica tumba de su marido OSIRIS en la isla vecina de BIGA. Los templos habían quedado parcialmente sumergidos y el trabajo de desmonte y traslado no finalizaría hasta los años ochenta, la isla receptora, se adaptaba para tratar de tener la mayor semejanza con el emplazamiento original.
Para llegar a ella se parte desde Asuán y en unos diez minutos uno está en la explanada de entrada al embarcadero, atiborrada de tiendas en la que tienen la entrada a la rampa para tomar la barca que te traslada en unos minutos a Agilika. Previamente tienes que proveerte de tu entrada para pasar por el torniquete electrónico, una vez rehecho el grupo, toca ir a buscar la barca que espera poco más abajo y que te dejará en la escalinata de acceso al imponente templo, lo primero que uno se encuentra, a la izquierda, es el pabellón de Nectanebo II [IV a.C.] y se sigue caminando en el sentido de las agujas del reloj para llegar al majestuoso templo que originalmente fue levantado en el denominado período ptolemaico e inicios de la dominación romana, así que no es extraño encontrar elementos que combinan ambas culturas.
El guía nos fue desbrozando –recordemos que es profesor de Egiptología y conferenciante sobre el tema a nivel planetario- muchas de las escenas que aún perviven en la piedra, entre ellas Ptolomeo XIII matando a sus enemigos –evidentemente sin contemplaciones- y cómo lo observan Isis, Tour y Hathor. La casa del nacimiento está dedicada precisamente a HORUS, a la sazón hijo de la hermosa Isis. Siguiendo el recorrido tenemos el Templo de Hathor pequeño, pero precioso, por sus relieves de temática musical y donde encontramos al insustituible Bes o dios de la música.
Finalmente el templo del hispalense Trajano que, con sus 14 columnas, bastante desgastadas, ofrece una imagen con el emperador quemando incienso ante Isis y Osiris. Más lejano, totalmente en ruinas está el Templo de Augusto y la puerta de Diocleciano Apenas quedaba una hora de asueto para volver a concentrarnos y regresar, tocaba buscar el WC, el té y el último paseo que, personalmente, concluyó en unas viviendas nubias casi en el acantilado, por lo visto ésta gente no tiene vértigo, casi todas las que hay por la región están en el acantilado y deberá de haber alguna razón ¿mantenerlas frescas?
Antes de iniciar el camino de retorno tocaba sentarse en la plaza, llena de bancos de piedra, cerrar los ojos y tratar de revivir esos fantásticos espectáculos de luz y sonido que suelen realizar nada más atardecer, pero nuestro horario matinal estaba marcado y el vuelo para dos tercios del grupo invitaba a regresar. Así que, ese placer, en la realidad, tuve que disfrutarlo ante la pantalla siguiendo algunos de los centenares de trabajos colgados en Youtube, una herramienta que mejora y complementa nuestras vivencias en un territorio que te atrapa… ¿De qué madera estaban hechas aquellas gentes para construir semejantes templos y, además, complementarlos con tanta belleza y armonía? ¿De verdad hemos avanzado tanto? Para pensárselo o más escuetamente: ¡Qué poco hemos aprendido!
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.