¿Cómo robustecer la profesión docente? Atraer, retener y desarrollar buenos profesores se titulaba el referido informe de la OCDE de 2005.
Atraer a los mejores estudiantes de cada generación a dedicarse a la docencia; de otra parte, mejorar la calidad de las carreras que conducen a la enseñanza y, en tercer lugar, unas políticas de formación continua orientadas al desarrollo profesional de los que se encuentran ejerciendo. Un relevante libro de
Hargreaves y Fullan (Capital profesional. Transformar la enseñanza en cada escuela) presenta un enfoque nuevo para fortalecer la profesión docente y la mejora de la educación, acompañado de un conjunto coherente de acciones que habría que tomar para poner en práctica y hacer sostenible esta perspectiva. El principal activo para transformar la enseñanza en cada escuela es la profesionalidad docente, que se verá potencia en un contexto de trabajo en equipo. El “capital profesional” de excelentes docentes, formando una comunidad profesional de aprendizaje, es el principal activo para transformar la enseñanza. Al igual que el capital humano individual se ve potenciado cuando existe un capital social cooperativo.
El “capital profesional” como concepto se compone de “capital humano” (conocimiento y competencias de la profesión), “capital social” (interacciones y relaciones sociales) y el “capital decisorio” (capacidad para hacer juicios por una práctica reflexiva). El capital profesional está en función de estos tres tipos de capital, si falta alguno se irá agotando. A su vez, se ve potenciado cuando la escuela construye la capacidad para funcionar como una comunidad profesional de aprendizaje, como hemos aprendido tanto de las “organizaciones que aprenden” como de las llamadas “culturas de colaboración” o “comunidades de práctica”. Por eso, potenciar una profesionalidad interactiva, al incrementar el capital social de la escuela se ha constituido en una vía privilegiada para la mejora escolar.
El cambio y la mejora educativa, actualmente, requiere centrarse en el desarrollo del capital profesional de los docentes como personas, equipos, y como profesión. Construir una visión colectiva y situar los objetivos prácticos, creación de culturas de colaboración, altas expectativas de niveles de consecución y proveer apoyo psicológico y material al personal, son otras tantas dimensiones de estas funciones transformacionales. En fin, se trata de “reculturizar” las relaciones profesionales interviniendo en la organización escolar, de modo que sea posible acercarse a hacer de la escuela una comunidad profesional. Para transformar las culturas de las escuelas se han de rediseñar los lugares de trabajo, alterando los roles y estructuras, que incrementen –conjuntamente– la profesionalidad del profesorado y el sentimiento de comunidad. Al respecto tiene su papel clave el liderazgo, siempre que se sitúe bien dentro del conocimiento y planteamiento actual.
Sin embargo, en este país, “la formación del profesorado es uno de los grandes problemas pendientes de la democracia española”, como dice el colectivo
Lorenzo Luzuriaga en un Informe reciente. Continúan pendientes una selección del alumnado que desea dedicarse a la docencia; la formación pedagógica del profesorado de Secundaria no acaba de cuajar; los concursos de acceso aún perviven, sin haber establecido el llamado “MIR” docente; la inducción a la enseñanza y el apoyo al profesorado novel prácticamente no existe; por último, configurar los centros como un contexto de aprendizaje profesional. En fin, proponer una nueva reforma de la educación, sin decir una palabra sobre la formación del profesorado, predice su propio fracaso, como decía en un célebre libro Sarason.
(*) ANTONIO BOLIVAR. Catedrático de Didáctica y Organización Escolar Universidad de Granada
– Este artículo publicado en el número de marzo de la revista ESCUELA ( núm. 4055, 26/03/2015, pág. 34)