Ahora, con motivo de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, puede venir bien hacer unas reflexiones. Los verbos oír y escuchar son utilizados con frecuencia de manera ambigua y errónea. También la frase “¿quién soy para juzgar?” es usada con frecuencia de manera inadecuada. Se repite constantemente cuando se abordan temas relacionados con la actualidad política, las relaciones sociales y familiares, los temas económicos y de la vida-existencia, la situación nacional y mundial, y un largo etc. de cuestiones.
En la cultura cristiana, hoy es 13 de mayo y la Virgen María bajó de los Cielos a Cova de Iria en Fátima, cultura que predomina en una gran parte de las personas de nuestro mundo, el mandato del Señor de “no juzgar” es rotundo y taxativo. Al igual que la exhortación apostólica “examinadlo y quedaos con lo bueno”. Pero ¿qué pueden significar más exactamente estos mandatos, si queremos “construir un Mundo mejor”?
Primero que no podemos juzgar meramente las intenciones. No es sólo que no debemos, es que es imposible, pues desconocemos lo profundo del corazón humano. Segundo, que no podemos juzgar la culpabilidad de una persona. Pues con frecuencia las apariencias engañan. Cuando lo hacemos solemos equivocarnos casi siempre. Y cuántas equivocaciones están recogidas en las hemerotecas.
Pero, sí podemos, y debemos, juzgar los hechos. Pues estos tienen un valor objetivo, independientemente de la persona que los realiza. Son en sí mismos buenos o malos. Por ejemplo, matar siempre será malo. Si no hacemos este juicio estaríamos confundiendo el bien y el mal.
Y también, sí podemos y debemos juzgar las ideas y las afirmaciones. Estas son en sí mismas verdaderas o falsas, acertadas o erróneas, “independientemente de quién las diga, Agamenón o su porquero”. Al afirmar que una idea está equivocada, no emitimos ningún juicio sobre la persona que la ha enunciado, simplemente afirmamos la falsedad de tal idea. Si no hacemos este juicio, estaríamos confundiendo la verdad y la mentira.
Hay que “juzgar con juicio justo». Y, para hacerlo así, hay que juzgar recogiendo toda la información posible del caso, entendiendo el contexto, las posibilidades, etc. «Examinadlo todo y quedaos con lo bueno». Examinar es, en este contexto, equivalente a juzgar. Someter al juicio de la razón, someter a examen, analizar y valorar. Es muy exigente eso de «examinarlo todo». En la práctica significa que seamos juiciosos, prudentes, porque sabemos que nos faltarán a menudo muchos datos y contexto. Y quedémonos con lo realmente bueno. Lo demás… cada uno y cada una ha de responder en conciencia.
Como vemos, se trata de algo más elemental de lo que nos inducimos a pensar, desde dentro; y de lo que nos inducen a pensar, desde fuera. El caso es que, es conocido por casi todos y lo compartí en el IDEAL del 20 de marzo. Pero conviene intentar recordarlo en medio de la confusión existente en estos tiempos. ¿No les parece a los lectores y lectoras de IDEAL en Clase?
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Alaminos López,
maestro retirado