El pasado día 17, viernes, en la Casa de la Condesa Torre-Isabel de Motril, tuvo lugar el concierto de violín ofrecido por Luis Barbero a sus paisanos y compuesto por obras de J.S. Bach, de R. Schumann y P. Sarasate. Luis Barbero es un joven motrileño -22 años- que, por lo que pudimos comprobar los asistentes al acto, derrocha talento y capacidad técnica, amén de una sobriedad interpretativa impropia de su edad. El concierto se inscribe dentro de una las partes que compondrán su examen fin de carrera –no solo acabará la carrera de violín el próximo junio sino también la de viola- y que va ser grabado para tal fin en sus próximas actuaciones en Ponferrada (León) el día 21, Culleredo (A Coruña) el día 22 y Ferrol (A Coruña) el día 23. Pero es que además ha sido reclamado –a resultas de su examen de alemán- por la Hochschule fur Musik como alumno, nada menos, de Wolfram Christ, solista de violas de la filarmónica de Berlín desde la época de H.V. Karajan y de la Orquesta del festival de Lucerna bajo la batuta de Claudio Abbado.
La presentación del concierto corrió a cargo de Antonio Peralta, director de Juventudes Musicales de Motril y gestor de la actuación del violinista en la localidad, quien no dudó en calificar la actuación de Luis como un hito histórico para la ciudad. En efecto Luis ya ha paseado el nombre de Motril por España, Portugal, Italia, Francia, Marruecos, Holanda, China y Corea del Sur.
En la primera parte del concierto, sin duda ninguna la de mayor dificultad, Partita nº 2 para violín solo en Re menor BWV 1004 de J.S. Bach, Luis fue de menos a más, de tal manera que fue a partir del tercer movimiento cuando sacó a relucir toda su capacidad técnica e interpretativa para culminar en un quinto movimiento – la célebre y complicadísima chacona- en los que puso de manifiesto todo tipo de registros armónicos y cromáticos con una elegancia considerable.
La elegante maestría que nos ofreció Luis, acompañado al piano, muy acertadamente, por José Santofimia, en la segunda parte fue verdaderamente conmovedora. La Sonata para violín y piano nº 1 en La menor Op. 105 de R. Schumann fue realmente emotiva. Con dominio pleno de los recursos, con una contención y administración de matices ciertamente poderosa, dinámica, que se hicieron patentes a lo largo de toda la obra pero muy especialmente en el 2º movimiento. Cerró el concierto el Capricho Vasco Op. 24 de Pablo Sarasate, en el que Barbero, ya liberado de los nervios iniciales, interpretó con un gusto extraordinario y una soltura encomiables la famosa composición del autor pamplonés. Sus pizzicatos delicados y sus arpegios a lo largo del diapasón del violín resultaron francamente notables. La propina llegó con Liebesleid (Penas de Amor) de F. Kreisler, para culminar el concierto de forma brillantísima y ya con el público, que tuvimos la fortuna de asistir, realmente entregado.
No quisiera dejar pasar la ocasión para hacer referencia a un hecho cada vez menos insólito –así de triste. Cuando Barbero trae a su ciudad natal el concierto que servirá de examen fin de carrera, antes de presentarlo en otros lugares, no hubo la elemental delicadeza de prestarle el más mínimo apoyo institucional de sus paisanos: ni un político, ni un representante del Ayuntamiento, ni siquiera, y esto ya roza lo esperpéntico, hacer unas fotocopias con el programa del concierto. Así de lamentable.
Yo sé que esto a ti te trae al fresco y que tu valía no necesita ningún apoyo de nadie pero no olvides que no pasará mucho tiempo – de esto no me cabe ninguna duda- antes de que estos que hoy te han dado la espalda se darán codazos para fotografiarse a tu lado. Me gustaría decir que estos fulanos desprecian la cultura pero no sería cierto, simplemente les es indiferente y solo es un botón de muestra de su indigencia cultural. Ya se sabe que donde se ponga la inauguración de una rotonda que se quite cualquier manifestación artística o cultural. Tu pueblo te debe una.