Juan Franco Crespo: «Templo de Luxor»

Este templo fue fundado por Amenofis III [Dinastía XVIII, durante el mayor apogeo del reino de Tebas o el Egipto unificado], estaba dedicado a la triada de las tierras tebanas: Amón, Mut y Jonsu, celebrándose aquí la anual fiesta de Opet, casi frente a él, o mejor dicho en su lado derecho, respecto a la entrada, uno tiene la barquita que le lleva a la otra orilla y una vez en ella sólo tiene que seguir la senda, pasará por Nueva Guma que acoge a los habitantes de la antigua aldea, realojados a partir de 1940 para liberar los terrenos en donde estaban las Tumbas de los Nobles y prepararlos para el turismo. Centenares de casas fueron derruidas y aún son visibles las huellas de esa urbanización que ocuparon los reasentados hasta mediados del siglo XX.

Mapa oficial de las zonas arqueológicas del país

Lo primero que nos encontramos, tras sobrepasar los dos gigantes, es el obelisco [el de la derecha hace casi 200 años que se instaló en París, Plaza de la Concordia, curiosamente no fue fruto del saqueo, las crónicas dicen que fue un regalo del soberano egipcio Mohamed Alí al pueblo de Francia] levantado por Ramsés II, puerta de entrada tras haber superado el control de acceso al monumental recinto y bajada una suave pendiente que te deja frente al conjunto templario, estamos ya ante la Mezquita de Abu al Haggag sobre las ruinas del templo que están a la izquierda. Seguimos y nos encontraremos un amplio pasillo con gigantescas columnas que delatan la majestuosidad del lugar, algo que encontraremos por doquier a pesar de lo ruinoso del entorno.

La entrada al templo

Interesante visitar, si disponemos de tiempo, el museo que ofrece una fascinante y cuantiosa cantidad de materiales funerarios, destaca la estatuilla de Tutmosis III y numerosos relieves que sobrevivieron a milenios de historia y desastres naturales, recordemos que lo de la milonga del cambio climático y las malas cosechas no es de ahora. Si seguimos la gran avenida de las esfinges, nada menos que 730 -pero estará más cerca si optamos por tomar el camino del río- nos acercaremos al famoso Museo de las Momificaciones donde se explican, con todo lujo de detalles, las técnicas empleadas por los antiguos egipcios para proceder a preparar los cuerpos para su largo y eterno viaje.

Entrada al Templo de Luxor

A pesar de su milenaria historia, las sucesivas aportaciones [entre otras las del legendario Alejandro Magno] y el establecimiento del Ejército romano en el siglo III, el lugar, a pesar de haberse instalado una aldea sobre el enclave, quedó bastante preservado por la arena y la vegetación hasta tiempos relativamente recientes. Recordemos que fue en 1881 cuando se redescubría este sitio arqueológico por Gaston Maspero, de esa aldea apenas nos queda la mezquita citada más arriba y, en precario, frente a ella, estaría el santuario dedicado a las barcas sagradas de los dioses y que honraban a la triada tebana.

El viajero accidental todo planchadito

Los guías te explicarán, con todo lujo de detalles, especialmente si son egiptólogos toda la historia del lugar siguiendo los jeroglíficos. El pilono de la entrada es en donde aparecen las escenas narrando la victoria de Ramsés II [El Empalmado, omnipresente por todo Egipto, aparece aquí con las dos gigantescas columnas de 25 metros de altura y elaboradas en granito] sobre los hititas en la célebre batalla de Qadesh. En su interior los muros fueron decorados en la etapa de Tutankamón, éstos describen, con infinidad de detalles, la fastuosa fiesta de Opet. Entonces se procedía a realizar un fantástico viaje a lo largo de la avenida en solemne procesión todo el pueblo seguía las estatuas de Ajmón, Mut y Jonsu hasta el templo de Karnak situado a unos dos kilómetros. El lado izquierdo narra con delicadeza y precisión el desplazamiento y el de la derecha el regreso Karnak-Luxor.

La explanada de acceso

Apenas en 1.989, durante las obras de cimentación y consolidación del templo, se descubrieron más de una veintena de estatuas de la época del Imperio Nuevo y se llevaron al Museo de Luxor. En la sala hipóstila hay varios cartuchos con Ramsés IV d. C., los romanos lo convirtieron en iglesia y los jeroglíficos o ilustraciones faraónicas, fueron tapados con yeso e incrustaciones o pinturas cristianas, algunas todavía visibles, aunque bastante deterioradas, allá donde han logrado sobrevivir al inexorable transcurrir del tiempo. Los curiosos encontrarán en las redes innumerables videos sobre el lugar que, en cierto sentido, le aportarán una visión actualizada de este milenario templo.

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio

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