De cómo la Empatía no supone necesariamente “caer simpático”
¿Sabes en qué se diferencian nuestros pensamientos, el tuyo y el mío, Molinera? En que tú los circunscribes a tu propia supervivencia y yo, en cambio, además de eso, intento ponerme en el lugar de los otros. Esa es la clave diferenciadora del pensamiento del educador: ponerse mentalmente en la posición de comprender a niños y jóvenes. “La empatía pedagógica”, que decimos los andariegos.
Luego está lo de las etapas evolutivas de Piaget y compañía referente a la habilidad para llevar a cabo determinadas operaciones mentales. Eso, además de la importancia del uso del lenguaje. Lenguaje del que tú estás excluida y que, conscientemente, utilizamos nosotros para imaginar acciones que luego las llevamos o no las llevamos a cabo, pero con las que conseguimos entusiasmar, embaucar, enamorar o enfadar a quien se nos pone por delante….
Viene esto a colación porque, pretendiendo dar consistencia a nuestra Pedagogía Andariega, me he metido en el berenjenal de entender lo que es “El Pensamiento”, así como de los tipos de Pensamientos que dicen que hay y la forma de sistematizarlos, incentivarlos y potenciarlos.
¿Te imaginas la celebridad que alcanzaríamos si consiguiéramos idear una fórmula exitosa para ejercitar nuestra inteligencia a partir de experiencias puramente camineras? Desde luego, la parte neurofisiológica ya la tenemos a nuestro favor, pues está más que demostrado que caminando es como mejor se llevan a cabo los pensamientos abstractos, amén de los prácticos, filosóficos y los puramente sentimentales.
También juega de nuestro lado el que la realidad de la vida, de la calle, es el punto de partida de todo acto cognitivo.
Lo que tenemos que demostrar ahora, o mejor, conformar, es un bagaje de prácticas experimentales que certifiquen la bondad de nuestras aportaciones. El hecho de que, yendo de un lado para otro, encontraremos respuesta satisfactoria a nuestras preguntas. Y todo, con la aquiescencia de las comunidades educadoras (padres, vecinos, artesanos, profesionales…) y a partir del hecho común y solidario del aprendizaje.
Mira; he repasado las legislaciones educativas europeas de las que emanan los textos que luego los políticos locales acomodan a sus respectivas ideologías. Me llama la atención la importancia que se da en favorecer en el alumnado el “Pensamiento Crítico”. Un proceso que se reconoce clave en el Sistema Educativo y que se quiere potenciar como vademécum de la Pedagogía: “Los niños del siglo XXI serán capaces de reflexionar, experimentar y crear sus propios conceptos a partir de la experiencia” –dicen. Un proceso mental, por cierto, que auguran mediante la Práctica de las Rutinas y Destrezas de Pensamiento, la Ejercitación de Hábitos de la mente y la Metacognición.
Menos mal que, por lo menos se reconoce que “enseñar” no es transferir conocimientos del profesor al alumno a partir del libro de texto o tutoriales digitales, sino favorecer en ellos la posibilidad de construir sus conocimientos contando con los recursos humanos y materiales del entorno…. Construcción, que nosotros ponemos en marcha a partir de las facultades andariegas de la Observación, la Experimentación y el Razonamiento.
El embrollo me surge cuando contrasto las distintas corrientes de opinión que generan neurólogos y psicólogos al uso, a saber, la incidencia de las distintas clases de pensamiento en la formación de niños y jóvenes: el Pensamiento Deductivo, el Inductivo, el Analítico, el Lateral o creativo, el Pensamiento Suave, el Duro, el Divergente, el Convergente, el Mágico, el Abstracto, el Metafórico o este del que venimos hablando, el Pensamiento Crítico.
Este galimatías se acrecienta cuando, ahondando en este último, trato de entender lo que se pretende con su incentivación. Porque una cosa es ver el mundo con “gafas críticas”, y otra cosa bien distinta “criticar el Sistema Establecido”. Y aquí, amigo Sancho, con la Iglesia de los intereses de cada cual hemos topado. Profundizo en las distintas versiones que del concepto dan los magnates del negocio educacional y por otra parte los educadores natos, y me encuentro con que, mientras unos apoyan dicha metodología para situar a su clientela en puestos clave dentro del mundo competitivo, los segundos lo hacen para construir un mundo más acorde con la Verdad y la Solidaridad (la Justicia Social de la que hablaba Paulo Freire…)
Todos pretenden, sobre todo en los primeros años educativos, impulsar la curiosidad de los niños, motivarles a que hagan preguntas, argumenten, analicen ventajas y desventajas de cada situación, en definitiva, a que tomen decisiones acertadas sobre lo que más conviene en situaciones críticas… Pero la intención oculta es lo que me preocupa.
Se me viene a la memoria el caso de esos cuatro niños que han sobrevivido después de vagar más de un mes por la selva colombiana a causa de que murieran en un accidente aéreo su madre y los adultos que les acompañaban. No, no se trataba de niños educados bajo el prisma de la oficialidad. Les salvó la experiencia que tenía la hermana mayor ( de 13 años) acerca de los recursos del entorno, de sus propias vivencias y la manera de sobrevivir en un mundo a veces amoroso y a veces proceloso y cruel. También que no se quedaran quietos a la espera de que acudieran al olor de la carne tierna los animales salvajes que allí tanto abundan.
Ya lo sé. Te puede parecer oportunista esta última reflexión, Molinera. Pero dime, borriquita… ¿qué es lo que haces tú cuando, suelta, paces por el prado? ¿Te quedas quieta comiendo la abundante, fresca y “digitalizada”, pero insustancial hierba que crece a tu alrededor? ¡No! Antes bien pegas un bocado y avanzas; pegas otro y sigues avanzando… Porque en el movimiento te va el aprovisionarte de plantas diversas y de sustancias nutritivas también distintas. Eso…, además de permanecer sin dejarte de sacudir constantemente con el rabo las moscas, garrapatas y moscardones que están al acecho de que te pares para atacarte. O que te vean recluida en tu establo, para ¡zas! chuparte la sangre. Que te quedes, en definitiva, quieta y seas pasto de sus intereses…
Porque la revolución pedagógica que proponemos, como todas las revoluciones, se fraguan en movimiento, practicando una actitud crítica, empática, aunque a veces poco “simpática”. Caminando al par que otros que, solidariamente, piensan y actúan como tú. ¡En eso arraiga el buen aprendizaje de los más pequeños! ¡En eso reside el papel del buen educador! ¡En eso radica, en fin, nuestro Pensamiento Crítico y nuestra Pedagogía!
Escuchar el podcast LA PEDAGOGÍA ANDARIEGA Y EL PENSAMIENTO CRÍTICO:
Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA
artífice e impulsor
de la Pedagogía Andariega