Arquitectónicamente: impresionantes y majestuosas. Teóricamente teníamos un hotel asignado desde el que se podían contemplar, disfrutarlas, extasiarse ante el espectáculo pero, ya sabemos que hay “duendes” y en la letra pequeña va el gazapo [¿o ya está todo atado?], donde la organización se reserva el derecho de trasladarte a otro establecimiento por causas de fuerza mayor, así que además del crucero, también nos birlaron los hoteles previstos, en El Cairo fuimos alojados en Heliópolis, una zona moderna y en constante expansión, cerca del Aeropuerto, pero justo en la parte contraria a las pirámides de Giza con lo que la información de la Agencia de Viajes, antes de partir, sobre lo bien situado que estaba el Hotel que nos habían seleccionado, se esfumó.
El restaurante fue otra de las constantes en el tiempo cairota, siempre a una hora larga del hotel con el autobús, caminando sería algo así como la distancia de Alhama de Granada a Moraleda de Zafayona. Así que era toda una odisea llegar a él y, casi siempre, más tiempo de vehículo que de visita en algunas instalaciones de esa populosa urbe de la que ya escribimos, en alguna de nuestras entregas, que sobrepasa, ella solita, más de la mitad de la población de España.
Tocaba aceptar la cruda realidad del papel mojado y la nula correspondencia entre la documentación que te entregan antes de partir y la realidad a la que te enfrentas, salvo el extraordinario legado de monumentos, todo lo demás fue un fiasco tras otro. La reclamación siguió su curso, ya la dimos por finalizada y es extraordinariamente sorprendente lo poco que valoran las incomodidades provocadas al viajero, aunque tenemos que colegir que ellos manejan extraordinariamente los tiempos ya que de los treinta del grupo, cuando esto escribo, apenas reclamamos tres. O sea, nos rebelamos sobre la marcha, pero luego no exigimos nuestros derechos y así nos va, aunque claro está que, al final acabas, desistiendo porque las denominadas Instituciones u Organismos que Bruselas nos ha ido imponiendo son todavía más desangeladas las respuestas. O sea que debemos colegir aquello de “Virgencica que me quede como estoy” o el clásico de nuestros patios de escuela “que no te pase ná”.
Normalmente, a las nueve de la mañana, el autobús se ponía en marcha y sobre las diez ya estábamos haciendo la serpiente de acceso a las monumentales y majestuosas pirámides: chamarileros, camelleros y vividores por doquier. Hay que ganarse la vida y muchos lo logran colocando sus más variadas ofertas de abalorios: imanes, pañuelos, papiros, figuras de todo tipo relacionadas con el lugar y precios de risa. Por ejemplo 24 imanes que al comienzo de los ofrecen por apenas 10 €, acaban siendo cinco, pero si después los acabas enviando a tus amigos coleccionistas a razón de dos o tres por sobre que acolcharás para que lleguen enteros a su destino, pagarás una veintena de libras por esos sobres que CORREOS ESPAÑA convierte en 50 € porque son mercancías que vienen de fuera de la UE y, además, aplican gastos suplidos. ¡Demencial!
No importa que eso sólo sea un recuerdo sin apenas valor [dividan 24 imanes entre cinco euros y verán que apenas se han pagado veinte céntimos por pieza] pero ellos, sin ningún tipo de escrúpulos te los valoran en 50€ multiplicando por diez el coste de ese sencillo recuerdo que, en los tres envíos más voluminosos, como ya les tengo dicho a los colegas, no llegaron a destino y optaron por no pagar la “mordida” que el servicio postal aplica a todo lo que es extra comunitario acogiéndose a una normativa destinada al Comercio Electrónico. Así que tendremos que olvidarnos de enviar nada y, como mucho, la clásica postal que por aquello de viajar al descubierto ya no se atreven a gravarte.
Por lo visto tampoco regresaron a mi dirección de El Cairo, se ve que la correspondencia ordinaria, aunque la cataloguen en Madrid como mercancía sujeta al pago de derecho, no tiene categoría para ser devuelta al remitente como es preceptivo y recogen los reglamentos de la UPU o de la misma TAXUD que desde hace un par de años aplican, sin despeinarse, a todo lo que abulta algo y cae en sus redes. Imagínense el negociete que tienen montado.
Oficialmente reconocen “trabajar” unos veinte millones de envíos de esas características, supongamos que se hacen con un millón de ellos y le aplican esa media de 7.5 € que vienen gravando -al menos de los que yo recibí- a cada envío de poco más de cincuenta gramos o que viene en sobre acolchado para preservar su integridad, negocio redondo. Pero vayamos a las pirámides que es a lo que hemos venido, las presentaciones, el tiempo de asueto, las fotos y, de nuevo, la serpiente para acceder a su interior -alguna vetada a las masas y con pago extra- que es realmente claustrofóbico y agotador ¿cómo lo soportaban quienes las construyeron?
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio