Cuando comienza el curso cada septiembre, tenemos una compleja mezcla de emociones entre la desilusión de la pérdida de la sencilla libertad del verano y la curiosidad y alegría por un nuevo comienzo. Nos costará aterrizar en las obligaciones del trabajo, las clases, los horarios fijos, asumir con responsabilidad, determinación y constancia el quehacer diario para que el proceso de enseñanza-aprendizaje esté bien planificado de forma que sea lo más inclusivo y significativo posible para cada persona.
En estos primeros días, cuando aún tenemos pegados a los ojos los colores rojizos de los atardeceres y a los oídos el sonido de las olas o las cigarras en el tórrido calor de las tardes estivales, y tengamos que integrar en nuestras programaciones temas transversales como parte esencial de la educación en los valores democráticos como se recoge en la LOMLOE, la LEA y todos los reales o no decretos educativos, habremos de diseñar actividades para que esos valores tan absolutamente necesarios como la equidad, la coeducación y el esfuerzo personal sean asimilados por nuestro alumnado. Y es aquí donde hago una pequeña propuesta: diseñar una actividad para visibilizar y reconocer lo conseguido por dos mujeres granadinas, dos grandes del deporte en España, que pueden resultar referentes en la formación de cualquier niña y cualquier adolescente.
¿Se nos habrá olvidado ya quiénes son María Pérez y Esther González? Desde luego por sus apellidos, parece evidente que son españolas; por su lugar de nacimiento y crianza en familias humildes, en Orce y Huéscar -de las zonas más secas, empobrecidas y abandonadas del norte de la provincia de Granada- está claro que no han podido tener acceso a muchas facilidades socio-económicas o culturales. Y sin embargo, con la ayuda de algunos de sus docentes o monitores deportivos, que las estimularon para desarrollar sus capacidades naturales de resistencia y resiliencia, de responsabilidad y exigencia consigo mismas, han logrado alcanzar sus sueños, superando muchas limitaciones y objecciones, incluso insultos, de compañeros y vecinos machistas, que no eran o son aún capaces de entender su grandeza o que tal vez, en el fondo, envidien su determinación, libertad y valía para hacer lo que les gusta.
Esther González Rodríguez, nacida en Huéscar (Granada) en 1992, es una de las jugadoras de la selección española femenina de fútbol y, por tanto, una campeona del mundo. Se dice pronto, pero para alcanzar el campeonato mundial, ella junto al resto de sus compañeras han tenido que pasar muchas horas entrenando, esforzándose al límite, aprendiendo a trabajar en equipo, saliendo muy jovencita de su tierra y teniendo que irse a vivir al extranjero (ahora juega en el NJ/NY Gotham FC de la National Women’s Soccer League de Estados Unidos) y superar cientos de obstáculos. Entre ellos la dolorosa ruptura con el Real Madrid, pero tal vez lo más difícil haya sido lograr que su propia familia y la gente en general comprendieran y aceptaran su decisión de ser jugadora de fútbol en sus comienzos, cuando en España la mayoría creía que era cosa sólo de hombres y a las chicas que amaban este deporte se las consideraba ‘marimachos’. Cuántos comentarios hostiles e incluso insultos habrá tenido que soportar… Sin embargo, como ella misma reconoce ahora toda su historia de determinación y esfuerzo ha merecido la pena.
María Pérez García, nacida en Orce en 1996, es una extraordinaria atleta granadina que se ha convertido también este verano en campeona del mundo, nada menos que doble campeona del mundo en 20 y 35 kms de marcha, la disciplina atlética de carreras que probablemente exige más técnica y concentración. De hecho, María ha tenido que superar momentos muy difíciles para llegar a lograr tamaña proeza, estuvo a punto de dejar el atletismo, habiendo sido campeona de Europa en 2018, el año pasado fue descalificada en dos campeonatos cuando estaba cerca de la meta. A pesar de la enorme frustración que le supuso tales descalificaciones después de miles de horas de entrenamiento, María no se rindió, y junto a su entrenador, Jacinto Garzón, realizó los cambios necesarios para mejorar su técnica, dedicando aún más tiempo a su preparación hasta conseguir la extraordinaria hazaña nunca antes conseguida por ninguna otra mujer: ser doble campeona del mundo de marcha en un sólo mundial.
Por su calidad como deportistas y por su enorme valía como mujeres determinadas a esforzarse lo que fuera necesario por conseguir hacer realidad sus sueños, Esther y María merecen convertirse en referentes en nuestras clases granadinas.
Sacra
Jáimez Muñoz,
profesora de ESO y Bachillerato