Mantienen que rectificar es de sabios –la frase completa es de Alexander Pope: “errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios”–; a lo que yo me permito añadir que el tiempo es factor determinante en la bondad de esta acción… Pero, además, como sucede en muchas de nuestras conversaciones, el tono es “multiplicando” definitivo.
Pues bien, al respecto no me resisto a deciros, llamando vuestra atención, algo que viene rondando en mi cabeza desde hace varios días con respecto a los actos de determinadas instituciones –sociales, políticas, religiosas, etc.– que, sin duda, al menos para mí, afecta a la imprescindible sociabilidad: el empeño de “seguir en sus trece” con toda tozudez y terquedad
Y, para más inri, entiendo que la “curiosa” postura –no podría ser de otra forma– ha afectado severamente al lenguaje, poniéndose de moda uno simple, insulso y hasta pedante, lejano a la expresión de la verdad.
Por lo contrario, os recuerdo que ya los cínicos y los epicúreos utilizaban la parresia como “forma común de comunicación (…) era una manera de «hablar con franqueza o de excusarse por hablar así»”, es.wikipedia.org.
El tiempo ha pasado y, como os decía, el término –definido por la RAE como “Apariencia de que se habla audaz y libremente al decir cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen”– y su uso han caído en el olvido más profundo e incluso degradante.
Así, y desde ahora, os propongo, me propongo, tener el mayor cuidado al utilizar el verbo –particularmente cuando la voz o la pluma afecten a nuestros semejantes– para no deteriorar el significado primigenio de la realidad, en evitación de cualquier símbolo de infamia. ¡Que “no está el horno para bollos” por mucho que intenten subir la temperatura “echando leña al fuego”!
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de
Ramón Burgos
Periodista