He leído “un mensaje al pueblo de Dios titulado «Enviados a acoger, sanar y reconstruir», en el que los obispos españoles piden perdón a las víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia y se comprometen a «ser transparentes» y a «rendir cuentas»” (religion.elconfidencialdigital.com).
Aunque siempre se ha mantenido que la Iglesia no “juega” con el mismo tiempo que rige a los demás mortales, parece que el devenir y el derecho universal comienza a tener un papel preponderante por encima de los números más o menos exactos, exagerados o manipulados con oportunidad política interesada.
Así, teniendo en cuenta lo dicho, seguro que me puedo permitir estimar que también ha llegado la estación meteorológica para que otras instituciones, de muy diversa índole, saquen a la luz sus libros prohibidos –heréticos, inmorales o perniciosos– y abran las respectivas cajas de Pandora –contenedoras de todos los males que pueden afectar al mundo–, consiguiendo que la luz de la verdad nos vuelva a iluminar como hiciese el faro de Delos junto a las estatuas de Apolo y Nicte, respectivos dioses de la luz y de la noche.
Sobre todo porque me estoy cansando de escuchar lo que –al menos a mí me lo parecen– “verdades a medias”. Falacias –sería su nombre correcto–, espetadas con el mayor descaro, que sólo contienen una pequeña parte de la realidad del hecho al que hacen referencia, sirviendo de apoyo moral a las tesis (¿malvadas?) de los que las mantienen.
Parece como si los usuarios de esta destreza ofensiva buscasen –como último término de sus ocultas intenciones– no sólo la confusión de otras mentes, sino también la necesidad de confirmar públicamente sus propias conjeturas poco ajustadas a la autenticidad, negando, incluso, la sabiduría popular expresada en este conocido refrán: “antes se coge al mentiroso que al cojo”.
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de
Ramón Burgos
Periodista