– ¿Por qué eligió Bulgaria para hacer senderismo por los pequeños pueblos de los Balcanes, Rodopes y el macizo de Rila y no otro país de la órbita de la antigua Unión Soviética?
– No hay una razón contundente. Hacía tiempo que quería conocer un país de los que fueron de l órbita de la Unión Soviética. Bulgaria era un país bastante cerrado: quería ver también cómo habían evolucionado desde esa situación y conocer algo de la Europa comunitaria pero diferente. Me llevé una gran y agradable sorpresa porque es un país con una naturaleza extraordinaria, con un folclore riquísimo y mucha mezcla de gente porque su historia nos indica que ha sido lugar de paso de norte a sur y de oriente a occidente. Además las cuestiones logísticas de días, posibilidades de viaje, economía, etc. hacían viable la posibilidad del viaje.
– ¿Le sirve este libro para reflexionar sobre sus propios pensamientos y los de autores que han escrito sobre este tema (Antoni Marí, Peter Handke, Hugo Mújica,…)?
– El libro es un recorrido no tanto de viaje geográfico, en este sentido no me atrevería a calificarlo como un libro de viajes, y si un viaje interior donde se producen lo que llamo “estados de ausencia”. Son estados que despiertan la sensibilidad ayudando a agudizar la percepción de paisajes, gentes, situaciones, templos, arte, etc.Igualmente lo que ocurre es que no vamos vacíos al viaje, vamos con unas preocupaciones y sensibilidad, así que al encontrarnos con lo extraño, con lo extranjero, surgen diálogos continuamente entre lo que estamos viviendo y lo que tenemos vivido como memoria y experiencia anterior. Estas confrontaciones son las que hacen posible una reflexión. En cuanto a los autores, digamos que son mis compañeros de sensibilidad y estímulo. No es que surgieran en el viaje, salvo en el caso de Marí, que lo leía en el transcurso del viaje. Los demás son autores que me interesan y releo continuamente. Handke, Blanchot, Valente o Mújica son escritores que me ayudan a hacerme preguntas en mi trabajo de artista plástico.
– ¿A qué se debe la elección de la forma narrativa en lugar del ensayo o el artículo científico?
– Esto era diferente. En mi trabajo habitual, dentro del ámbito universitario, tengo escritos de artículos con un perfil más, digamos, “científico”. En este caso he querido que el viaje fuera el hilo conductor que amenizara el texto y lo hiciera más amable. Por otro lado mi formación es sobre todo como artista plástico, con lo que el hacer va parejo a la reflexión. Es así como entiendo mi trabajo plástico, donde si que se da más una actitud de ensayo, aunque no con la necesidad argumental de un ensayo escrito. Por otro lado, he pretendido un sentido poético que, aunque es en prosa, me interesaba en la medida que abría sugerencias a lo que está contado en primera persona. Siempre me ha interesado la reflexión sobre lo que se hace plásticamente en el taller del artista. Creo que es una manera de contar y divulgar lo que pasa por la razón y la sensibilidad mientras se trabaja artísticamente. En este sentido pienso que se puede reflexionar y sugerir sin por ello agotar la obra plástica, sin explicitar su sentido simbólico.
– ¿Hasta qué punto pudo comprobar con este viaje que «Europa es más que un proyecto económico y militar, es una construcción babélica?
– Bueno esto es más un deseo, me temo, que una realidad. Bulgaria vive un momento contradictorio dentro de Europa. Está tomado en lo económico por Alemania, incluso su moneda, la gente de la calle la convierte mentalmente a marcos antes que a euros. No tienen el euro, como es sabido, pero siguen haciendo la conversión mental a la antigua moneda alemana. Las marcas comerciales alemanas las ves incluso antes de bajar del avión. Pero por otro lado hay una adaptación incómoda a una Europa que los ha despojado de los beneficios del Estado protector. Añoran en parte una influencia rusa a la que además están unidos por lengua, religión y cultura eslava en general. Es por ello que se ven muy bien las contradicciones de nuestra Europa, en este caso entre norte y sur y además este y oeste. Sin embargo, sigo creyendo en esa utopía en la que se puede construir una Europa a partir de lo que tenemos. Llegar hasta aquí nos ha costado muchos esfuerzos durante siglos y mucha sangre. Europa se construye sobre las tumbas de los muertos en las infinitas contiendas. Bulgaria no es ajena a ello. La diferencia religiosa entre la Iglesia ortodoxa y la latina también es un hecho donde se ven dos formas diferentes de concebir una identidad espiritual entre este y oeste.
– En su opinión también es muy importante que en la relación de pareja haya respeto por los estados de ausencia del otro ¿No es así?
– Sí, claro. En el libro se hablan de experiencias muy personales pero que son muy comunes. Como todo viaje, siempre supone un reto de convivencia donde hay que respetar y ser respetado, cada uno con lo que busca y sus propias experiencias de viaje. La compañía es una buena manera de enriquecer experiencias y compartirlas, somos sociales por naturaleza, pero el individuo ha de tener su espacio propio y necesario. El silencio que a veces se dan en estos estados de ausencia, es muy necesario y respetarlo es imprescindible.
– ¿Qué se pierden aquellos que sólo viajan para conocer los lugares más visitados y turísticos de un país?
– Muchas cosas. Creo que el turismo ha posibilitado desplazamientos y conocimiento de otros lugares, pero no me parece la mejor de las maneras de hacer un viaje. El viajero va buscando otra cosa, una experiencia de transformación, donde en definitiva lo que vive en el viaje le revierta interiormente en un conocimiento de sí, en un aprendizaje, en una experiencia que ha de colocar en su interior. Creo que para mí este viaje ha supuesto una cierta transformación, sin dejar de lado que también formaba parte de la industria del turismo, pero al menos no era un viaje masificado.
– ¿Son los monasterios y templos espacios idóneos para conseguir estados de ausencia?
– Desde luego son lugares donde uno tiene la oportunidad de estar en silencio y observar, no es el rezo lo que me interesa como modo de evasión y ausentarse de este mundo. Sí que son lugares donde uno se puede recoger y hacer preguntas no del más allá, sino de la vida misma, de lo que transcurre a nuestro alrededor. La verdad es que los templos visitados fueron de gran austeridad, lo que hizo que permaneciera muy alerta a pequeños detalles de objetos, iconos, frescos, velas, etc. Era como ver el mundo desde lo sencillo, sin buscar ninguna trascendencia espiritual. Los estados de ausencia me interesan sobre todo como un procedimiento creador, sin que ello signifique que sea patrimonio de los artistas.
– ¿Ha encontrado respuesta a la pregunta que se hace en el libro acerca del porqué extraña razón fijamos los paisajes y las situaciones convirtiéndolas en imágenes?
– Las imágenes tiene esta extraña particularidad de que se convierten en símbolos que nos ayudan a soportar los interrogantes que nos hacemos como humanos. Calman nuestra sed de memoria, recuerdo, trascendencia, comunicación, relación con el entorno y en definitiva palian nuestro abismo ante la muerte. Esa es la imagen que voy buscando, la que en el libro se dice como “necesaria”. Somos capaces de ver muchas imágenes y nuestro tiempo es muy prolífico en ello, pero es muy difícil saber cuál es realmente la necesaria y de cuáles se puede prescindir. Esto es también algo que debemos enseñar en las facultades de Bellas Artes, es decir, saber distinguir aquellas imágenes que nos construyen como sujetos sensible de las que son de puro consumo, efímeras.
– ¿Se ha reafirmado su creencia en torno a la creación artística y el tiempo de que «crear es creer en el presente»?
– Sin lugar a dudas. El artista ha de obrar con el presente para de alguna manera hacerlo trascender. Lo ordinario en el arte no tiene interés, sólo el interés aparece cuando se es capaz de convertir en extraordinario lo ordinario.A pesar de las dudas creo que el arte es una herramienta estupenda para comprender el mundo y para hacerse preguntas sobre él.
– ¿De qué forma la música también puede provocar estados de ausencia?
– Antoni Marí lo cuenta muy bien en su libro. Precisamente es un arte del tiempo y centrado en el presente. Seguir una música es dejarse llevar compás a compás por lo que vamos escuchando. Es estar en el presente y esto provoca una apertura sensible del sujeto como tal, nos evadimos del procedimiento racional y del imperativo de la voluntad.
– ¿Qué transformación ha experimentado en usted la realización de este viaje?
– No es fácil la pregunta. Se dio una apertura de la sensibilidad hacia lo que estaba transcurriendo, lo que implicaba dejar que lo imperativo de la razón y la voluntad mandara y se impusiera. La transformación es de orden espiritual, no confundir con religioso, donde se toman una mayor consciencia de las imágenes, de los paisaje, de la lengua, del folclore, etc.
– ¿Desea añadir algo más?
– Señalar que he pretendido que el libro tuviera diferentes registro por lo que creo que permite su lectura tanto a un público experto en arte, un público que busca sensaciones sobre viajes y un público que pretende una reflexión con lo que sucede en la trama del libro. Se trata de un libro de lectura lenta estructurado en diez capítulos que permiten su lectura independiente.
|
Título: La ausencia necesaria Visitar página web del autor AQUI
|
|