Propósitos elevados para 2024
Este año los propósitos que muchas personas han hecho al iniciar el 2024 son elevados, es decir, a lo grande. No les ha valido hacer la típica lista: ahorrar, hacer deporte, leer libros y prensa, estar más con amigos, menos móvil, pasear por la naturaleza, aprender un idioma, sonreír, cocinar y comer más sano, practicar una afición, ser solidarios para ayudar a hacer un mundo mejor… por poner unos ejemplos, que, comúnmente, se van a cumplir a medias.
Este año nuevo, que además es bisiesto, al personal le ha tocado plantear intenciones mayúsculas, porque estamos en tiempos de muy diversas crisis, agravadas por el alcance de las redes sociales, que son altavoces de la polarización, reflejando frecuentemente problemas mundiales y nacionales, o más cercanos. Así que, como dicen los sabios: “La felicidad consiste en no ser del todo feliz y que no te importe”. En esta sociedad hemos tenido, normalmente, acceso al bienestar, a la cultura, a la seguridad, a la sanidad… Nunca hemos vivido tanto. Nunca hemos dispuesto de más posibilidades que ahora. Y, sin embargo, la ciudadanía mira de reojo a la dicha, porque se ve tocada en lo mental y en la sinceridad. Y se esfuerza para mejorar sus defectos y reírse con veracidad.
Bueno, pero hemos dicho que los propósitos previstos para este nuevo año tienen que ser amplios y encumbrados. Circulan varias listas eminentes que, resumiendo en palabras claves, consisten en cómo unirse a las intenciones: del Papa, paz, cuidado de la humanidad desfavorecida, del medio ambiente y de la espiritualidad; del Rey, constitución, unidad, convivencia y España gran país; del Consejo de Europa-UE, proteger las libertades, buenos acuerdos y pactos, aumentar la educación-veracidad, el esfuerzo y promover los valores europeos en el mundo; y, en general, de los hombre y mujeres de buena voluntad, salud, prosperidad, amor, trabajo digno y despolarización. Finalmente, formulo también mi deseo: seguir adelante con estos 366 días, sin quedarse nadie atrás.
Día de los Reyes Magos de Oriente
Melchor, Gaspar y Baltasar seguro que han sido generosos con todos. Y lo seguirán siendo todo este Año Nuevo, para que cumplamos los buenos propósitos que hemos hecho. La Cabalgata que ayer vimos y el roscón que hoy degustaremos son buenos signos.
Pero por desgracia, las guerras siguen entre nosotros, nos entristecen como humanidad. Nos preguntamos el porqué del mal. Nuestras profundas raíces europeas nos recuerdan que la humanidad nace, ante todo, libre. Esa es la clave de la civilización occidental: libertad para hacer lo mejor, para hacer el bien, e incluso ser héroes.
Es precisamente en los momentos más difíciles cuando se nos pone a prueba y tenemos que ser fuertes, mirar dentro y encontrar el amor y la esperanza, que extraen lo mejor de la humanidad para seguir viviendo la mejor versión.
Es evidente que no estamos pasando momentos fáciles y por eso mismo hay que saber que todos somos únicos e insustituibles, que como vienen las dificultades vienen también las alegrías. Y que al final, todo saldrá bien. Y que no estamos solos. El humanismo que fundamenta nuestra democracia liberal, sostiene que todos somos responsables los unos de los otros, y por eso nos protegemos, cuidamos y se lucha para no dejar a nadie atrás. Responsabilidad, esperanza y confianza.
Respeto por la vida, por eso siempre es un buen momento para recordar y agradecer a los que nos cuidan y nos protegen, en los hospitales, a madres y padres, abuelos, profesores, cuidadores, vecinos y amigos.
Y de dar las gracias por vivir en un Estado de derecho que nace de esa forma de ver la vida: hija de Grecia, de Roma y de la cultura judeo-cristiana. Una perspectiva que nos hace ser conscientes de que nada de lo que les ocurra a otros hombres nos es ajeno. Basta ser herederos de esta cultura con sello de Occidente y saber dejarla en herencia a los que vengan luego, al servicio de la vida, de la libertad, la dignidad humana en el mundo y el respeto a la ley.
Cada vida es un tesoro, y ha de cultivar el amor propio y el amor por el prójimo, que es el próximo. A pesar de todo lo malo que ocurre, de que falten niños en el mundo, y de los peligros que nos acechan, es mucho más lo bueno que nos rodea, y la vida es, cada día, un regalo, el mejor que traen los Reyes Magos de Oriente.
Lo recordamos especialmente este día mágico en la familia, con los amigos, en las calles de cada pueblo y ciudad. Entre generaciones, entre niños y abuelos. Volver al origen, a la niñez, a recordar todos aquellos buenos consejos y gestos de cariño de los que se nos fueron y que nos los entregaron con tanto amor. Recuerdos inmateriales, limpios, auténticos. Que no pueden empañarse por el materialismo que en ocasiones nos nubla y nos impide disfrutar con plenitud de la vida diaria.
No perdamos la magia, volvamos a ser niños. Tampoco perdamos la alegría, ni la confianza los unos en los otros. Eso quisieran los enemigos de la entrega, de la caridad, del perdón y de la tolerancia. Servir y amar con la verdad por delante. El cariño por las cosas bien hechas es muy importante en un momento en el que la zozobra pretende impregnarlo todo.
El respeto por lo que nos rodea, por la naturaleza, por lo conocido o lo ajeno, es una herencia primordial para lograr un mundo mejor que dejar a los jóvenes y a los que están por venir.
A quienes están solos, a quienes sufren una enfermedad, a los que pasan necesidades y a los perseguidos en el mundo, hoy los camellos de los Reyes Magos les traen una carga especial, que dure para todo el Año Nuevo. Hay que recordar también singularmente a quienes tuvieron que dejar a sus seres queridos y su tierra atrás, para buscar un futuro mejor.
Bajo el signo de la Estrella, que los Reyes Magos de Oriente siguen, les pedimos que traigan a todos los lectores y lectoras de IDEAL en Clase la luz del amor y de la verdad. El amor que nos hace dignos; la verdad que nos hace libres.
Ver artículos anteriores de
maestro retirado