Cada mañana cuando voy a recoger a mi nieto y meto todo su equipaje en el coche, al plegar el dichoso carricoche ergonómico, me pilla todo el maletero del coche y siempre digo lo mismo… ¡igualito que el “Manolito”!

Ahora bien, habrá que explicar el motivo de esa frase lapidaria y que tanto me hace reír y recordar. Al morir mi padre, allá por el 1975 me quedé con su automóvil, un precioso Seat 850 Especial de color rojo intenso, que estaba en un estado extraordinario, pues siempre fuimos muy cuidadosos con el coche.

Ni que decir tiene, que con él me fui soltando al volante, a pesar de las carreteras que teníamos y que seguimos teniendo, por cierto, en nuestra costa después de 37 años, está la misma carretera y mira que han pasado años, gobiernos, etc.

Posteriormente vinieron mis hijas y empezaron los viajes más largos, recuerdo cada vez que íbamos a Salobreña o Almería para ver los abuelos maternos, el “Manolito”, como llamábamos al 850 se cargaba con el carricoche de las niñas, la cuna plegable, la bañera, los jaulas de los tres canarios, la tortuguera con sus tortugas, la olla de los biberones, pañales, muchos pañales y el equipaje de un matrimonio y la ropa de las niñas. Pues bien, a pesar de esa larga lista que parece interminable cabía todo, si si todo.

Siempre fui un artista para ir colocando bultos en los más que recónditos sitios, de esa manera podías viajar perfectamente a 90 kilómetros por hora y sin aire acondicionado; pero afortunadamente siempre me llevó donde queríamos y ¡oh, milagro!  a pesar de la mala fama de los 850, nunca nos dejó tirados por avería; solamente se paró en la Venta de la Virgen de las Angustias, pero por falta de gasolina.

Un día 25 de julio, día de Santiago, para ir a la playa de Mónsul en Almería, conseguimos, aparte de todo el equipaje ya descrito si exceptuamos los canarios y las tortugas que dejamos en la capital, meternos cuatro adultos y las dos niñas, eso sí con sombrilla de playa, nevera y sillas plegables. No me pregunten cómo, pero todo es real como la vida misma y quien haya tenido o disfrutado de uno sabrá que es verdad lo que cuento.

En otra ocasión, para ir a tomar unas cervezas con unos boladillos de bacalao riquísimos, nos subimos seis adultos y una joven, pero no para entrar en el libro Guinness, pues ni siquiera sabíamos que existía, si no por el simple placer de ir a comer el bacalao que tanto me gusta: algo incómodos íbamos, pero sin exagerar eh!

Como dice la letra de la canción de Luis Pastor, los tiempos están cambiando, hasta el punto que después del “Manolito”, te tenido un Ford Escort, un Nissan primera, un Volvo y ahora un Passat, pues bien, ninguno de ellos ha sido capaz de ocupar la mitad del equipaje que cabía en el 850 y no exagero, podrán decir que ahora tienen más volumen el maletero, que si patatín que si patatán, pero os juro que no hay color.

Y ya no cuento, cuando tuve la feliz idea de poner una vaca en el 850, entonces hasta muebles podía poner, aparte de bicicletas, juguetes, etc. yo no sé por qué motivo los coches de hoy día no se les pone vacas para llevar más equipaje.

Están cambiando los tiempos sí, pero en algunas ocasiones no vemos los resultados beneficiosos o al menos yo, cada mañana cuando recojo a mi nieto, el coche parece de juguete.

Antonio Luis Gallardo Medina 

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