Una vez más, ‘el Argentino’ –como ya le denominan algunos– me ha hecho reflexionar, trasladándome, en tiempo y forma, a otras realidades mucho más cercanas al día a día de mi existencia: «(…) Esta sociedad que corre el riesgo de olvidar que el individualismo radical es el virus más difícil de vencer», sentencia del papa Francisco con motivo de la canonización de Mama Antula.
Y es que, no me cabe duda, desde la ventana que da a la plaza porticada del Vaticano, se están lanzando mil y una verdades que, coincidiendo o no con el espíritu de cada uno de nosotros, tocan el corazón y la conciencia, recordándonos, al menos, la necesidad perentoria –acuciante y apremiante– de nuestro ser social inviolable.
Lo digo porque en el ‘totum revolutum’ de maximización de ganancias que estamos viviendo desde hace ya demasiadas fechas, sin que existan acciones coordinadas al respecto para encontrar las soluciones necesarias e inmediatas, sigo observando la presencia de esa ‘mala esencia’ que nos persigue: la confianza ciega en el advenimiento divino, sin intervención terrenal alguna.
Me habéis oído decir que necesitamos más líderes que antepongan los intereses generales a cualquier directriz partidista, avanzando, sin desmayo, en los objetivos acordes con los tiempos que vivimos.
Pero estos ‘conductores de personas e ideas’ a los que me refiero no soñéis que han de venir de tierras lejanas; estoy seguro que ya están aquí. Somos todos nosotros, tanto en cuanto entendamos que es el tiempo de la reunión, el tiempo de la conciliación, evitando así que sigamos en la indefinición constante de observadores impenitentes, de protestones sin ton ni son.
Creo, sinceramente, que ha llegado el día de plantarse y dar un paso al frente, dejando atrás las reuniones particulares y los conciliábulos de intereses personales –aquellos que nos han llevado a un enfrentamiento inútil y envidioso–.
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de
Ramón Burgos
Periodista