Muchas son las formas de violencia que pueden darse, dentro de una sociedad, si bien hoy quiero referirme a una que está incrementándose: la que tiene lugar en las escuelas y afecta a los docentes.
Sin duda alguna, hablamos de una pandemia a la que se debiera hacer frente desde las instituciones, tomar medidas para acabar con una ola de faltas de respeto y agresiones tanto verbales como físicas.
No en vano, los datos aluden a casos de ansiedad o depresión, con cifras demoledoras (a fines del año 2023, el Defensor del Profesor recoge en un informe un total de 136 agresiones contra los docentes, por parte del alumnado).
Del mismo modo, el acoso de las familias al cuerpo docente también ha sufrido un repunte, debido quizás a una mala comunicación entre las partes, sin olvidarnos de una falta de educación que es el fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos.
Con frecuencia, conversamos con compañeros que se quejan de progenitores que cuestionan todo: ratio, metodologías activas usadas por el maestro de su hijo/a o actividades llevadas a cabo con el propósito de motivar al alumnado.
No existe una razón fundamentada, con personas poco o nada involucradas en el proceso de enseñanza-aprendizaje de los hijos, padres que se sienten con la capacidad suficiente de ser también expertos pedagógicos, a pesar de no contar con formación e información concerniente a la materia.
Opinar en nuestro país es algo que no cuesta dinero, con personas que carecen de valores, dispuestas a entrometerse continuamente en el trabajo de los demás.
A veces, el docente se encuentra con la respuesta ya programada por parte de un/a padre/ madre, cuando el equipo directivo de un centro educativo le informa acerca de las numerosas conductas disruptivas protagonizadas por por el/la alumno/a: “mi hijo es un buen chico y le tenéis manía”.
Los padres deben convertirse en un modelo o espejo en el que los hijos puedan mirarse, abogar por mantener charlas en casa acerca de la importancia de crecer con valores, rechazando cualquier conducta discriminatoria hacia cualquier compañero/a.
En 2022, un 13% de los docentes sufrió acoso por parte del estudiantado, con un 77% de los atendidos con síntomas depresivos.
Por otro lado, y, a tenor de otro dato recogido el mismo año, tres de cada diez episodios de violencia en las aulas andaluzas fueron protagonizados por niños menores de 12 años
Eduquemos, formemos e informemos la prevención y resolución de conflictos, comenzando dicha labor en casa.
A las instituciones deberíamos pedirles por enésima vez una ratio adecuada en colegios e institutos, así como el necesario apoyo para combatir agresiones o amenazas protagonizadas por el alumnado o sus familias ( no me olvido de plantearles también medidas necesarias en relación a una lacra que he denunciado en centenares de ocasiones, el acoso escolar o bullying).
A quienes lean estas líneas, les haría una pregunta más: ¿faltan datos para actuar de inmediato?
Los medios de comunicación también deberían desempeñar un papel decisivo en pro de ayudar a mejorar las habilidades sociales de niños o adolescentes. Quizás contenidos educativos formando parte de la parrilla de cada una de las cadenas sería un primer paso, así como la eliminación de formatos en los que predominan las conductas violentas por parte de quienes se convierten en modelos a imitar o referentes de las nuevas generaciones.
Los expertos inciden en la influencia de la televisión en la educación, en el pertinente o no aprendizaje de los menores, por lo que se demandan estrategias efectivas y beneficiosas, fuentes de información valiosa.
Por tanto, compromiso de instituciones y medios deberían sumar, sin olvidarnos de los dos pilares de la educación: familias y escuela. Espacios que propicien el encuentro y una implicación de los padres en el aprendizaje de sus hijos deben ayudar al desarrollo mental, emocional y social.
¡Ojalá mis deseos no caigan en saco roto!
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‘Mejor docente de España, 2020. Educa Abanca’
Categoría: ESO-Bachillerato.