En el capítulo de las biografías, hay figuras que son difíciles de abordar por sus diversas facetas y aristas y por los tiempos convulsos que les tocó vivir. En la reciente historia de España, uno de esos capítulos fue nuestra infausta Guerra Civil (1936-1939), y sus protagonistas. Traigo esto a colación, al invocar un pequeño esbozo de biografía de una persona a la que ya he aludido en varios artículos, al escribir sobre el cementerio de La Zubia por ejemplo (Aromas del Laurel nº 08), o cuando tracé unas notas sobre los negocios del pueblo en 1939 (Aromas del Laurel nº 30). Concretamente quiero referirme hoy al militar Miguel del Campo Robles (1871-1948).
Nació en Cuba, en 1871, cuando esta isla era todavía española, el 4 de julio de 1871, hijo de un militar. No obstante otros autores datan su fecha de nacimiento en 1885. Siguió la tradición familiar e ingresó con veinte años en el ejército (11 de diciembre de 1891). Al poco tiempo murió su padre, don Francisco del Campo García, lo que parece le dio derecho a su madre (doña Blanca Robles Meneses) a una pensión de viudedad, y a él a otra pequeña pensión mientras estuvo de formación. Pertenecían a una familia importante, dueños del periódico “El Diario de la Marina”.
Su primer destino conocido fue en el arma de infantería, como soldado en el regimiento denominado Pizarro en la misma Cuba. A partir de 1898 tiene la categoría de teniente en el regimiento de Asia, número 55, pasando en 1903 al batallón de Lanzarote con sede en la ciudad de Arrecife, donde asciende a primer teniente (el 31 de diciembre de 1903), pasando al recién creado regimiento en La Orotava donde fue destinado. En 1907 cambiará al batallón de cazadores de Lanzarote, nº 21, con destino de nuevo en Arrecife, donde permanecerá varios años.
En octubre de ese año, pidió licencia durante seis meses para acudir a Cuba, su tierra natal, concretamente a La Habana; permiso que sería prorrogado durante otros tres meses más. Es posible especular con la muerte de su madre u otras circunstancias que le obligasen a volver a su tierra natal. A su regreso en 1909 se incorpora al regimiento de Extremadura, nº 15, en el batallón de cazadores de Madrid. Aunque pronto es requerido para acudir a Melilla, donde pasará más de un año, para volver a su regimiento de procedencia (Extremadura, 15). En el Anuario militar de España de 1911 ya se le cita con destino en Granada, en el regimiento de Córdoba, nº 10 con sede en esta capital, pero ahora con la categoría de capitán, desde principios de 1910.
Con la Guerra del Rif, a fines de 1911 fue destinado de nuevo a África, concretamente a la localidad de Imarufen, en el valle del Kert, en el destacamento de Ceriñola, donde murió su teniente coronel, y nuestro protagonista fue gravemente herido en una pierna “con orificio de entrada por la cara anterior del tercio inferior del muslo izquierdo, y salida por la cara posterior del tercio medio del mismo”. Su fotografía apareció en el Mundo Gráfico, de 3 de enero de 1912 en el epígrafe de Héroes de la guerra del Rif. Parece que dicha circunstancia le valió una medalla pensionada de segunda clase, con distintivo rojo, concretamente la medalla de Melilla, conmemorativa de la campaña del Rif, con el pasador Nador-Zaluáa-Zoco El Jemis, y aspa roja, como herido en campaña
Pasó su convalecencia en La Zubia y, a finales de ese año, solicitaba licencia para contraer matrimonio con doña Enriqueta Díaz Roldán (1876-1968), natural de este pueblo, y por donde comienza la relación de este militar con la localidad. Según su hijo:
Ella contaba con 36 años y él 31 según su partida de desposorio. Fruto el matrimonio nacieron tres hijos: César (Augusto), Anibal y Enriqueta. En los siguientes años Miguel estará destinado en Motril (1913-1915), Antequera (1915-1916), Tetuán (1917-1918) y de nuevo en Granada (a partir de 1920) donde ya permanecerá el resto de su vida militar.
Desde 1915 en adelante estuvo muy ligado a los Exploradores de España, como su presidente, cuerpo que sería el predecesor de lo que luego llegaron a ser los Boy Scouts. Contribuyó desde 1932 a la refundación y dirección de este último movimiento y fue comisario de zona en Málaga.
Estando en Granada recibió la Cruz de San Hermenegildo (1920), e intervino en varios tribunales militares. Luego en 1923 pasó al regimiento de Navarra. También en 1926 recibió la medalla de sufrimiento por la patria sin pensión. En 1928 tomó una licencia de un mes para ir a Portugal. En ese año se le menciona como Vocal de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana de Granada. Todavía en 1935 ascendió al grado de Teniente Coronel, y a principios de 1936 fue destinado a disponible forzoso en la caja de recluta, nº 56
Pero será con la sublevación de julio de 1936 cuando Miguel aparezca en su dimensión más conocida: la toma de la alcaldía de Granada. Entonces su destino era la Caja de Reclutas de León como teniente coronel de infantería. Se unió a la rebelión fue el mismo día 17 de julio y a él cabe imputársele la rebelión de sus compañeros de infantería. Según algunos investigadores como Rafael Gil Bracero y María Isabel Brenes en su libro Jaque a la República Granada (1936-1939), cuando se discutió el “reparto de poderes”, se le tuvo muy en cuenta por su prestigio en la ciudad, encomendándosele “la dirección de los destinos gloriosos del nuevo ayuntamiento”.
El día 20 de julio un destacamento de artillería fue a la Plaza del Carmen a controlar el Ayuntamiento. Frente a la fachada principal, soldados y una escuadra de infantería instalan varias piezas de cañón. El capitán López Rubio, el teniente Fernando López Nebreda y el alférez García Cuesta dirigen la operación.
Según los historiadores antes mencionados “Con la presencia de las fuerzas armadas, varios cientos de militantes de izquierdas se agolpaban en el patio e inmediaciones de la sede de la corporación esperando una hipotética entrega de armas, deben de dispersarse a los primeros avisos de que iban a ser disparados los cañones”.
Es entonces, cuando hace su aparición nuestro protagonista. Estando en la Comandancia Militar se traslada hasta el edificio municipal custodiado por una sección de infantería. Sin oposición, se dirigirá al despacho del alcalde socialista, Manuel Fernández Montesinos, a quienes acompañan miembros del Comité de enlace UGT-CNT, varios funcionarios municipales, concejales y el asesor jurídico y catedrático de Derecho, el republicano Joaquín García Labella. Miguel del Campo expone sus intenciones de tomar al ayuntamiento y amenaza con disparar los cañones instalados en la plaza. Fernández Montesinos hubo de deponer su cargo en el que llevaba apenas una semana y fue detenido junto a otros concejales y conducido a prisión preventiva.
Ha sido un capítulo de la historia de Granada, muy comentado por la trascendencia del momento y sus implicaciones posteriores. Un alcalde que apenas lleva una semana en el cargo, una intervención militar (esta vez sin disparos) y la detención del primer edil que en menos de un mes sería fusilado. Así lo narraba el propio diario IDEAL, cincuenta años después en un coleccionable que narraba los acontecimientos ayudados por el archivo fotográfico del periódico.
Una versión familiar de los acontecimientos, igualmente interesada, todo hay que decirlo, es la del propio hijo del protagonista, César del Campo Díaz, en una entrevista realizada por José Luis Entrala, periodista y escritor granadino:
Miguel del Campo efectuará unas primeras declaraciones transmitiendo la sensación de que la situación se encontraba controlada, aunque en ellas se encuentran frases amenazantes: “en el espacio de tiempo que esté actuando será mi mayor satisfacción haber podido pasar por el cargo sin que haya habido necesidad de derramar sangre…”. Con su mandato se garantizaba la militarización férrea de los servicios de abastecimiento de la ciudad, ante una previsibles huelga general.
El hecho cierto es que permaneció al frente de la alcaldía (o de una comisión gestora municipal) desde esa fecha hasta el 5 de mayo de 1938, en que fue cesado. Durante esos dos primeros años es escasa la actividad habida cuenta la precariedad de ingresos, centrándose los corporativos (la mayoría militares) en labores de reorganización interna de los servicios (depuraciones de funcionarios, hacienda y personal) y atenciones mínimas (beneficencia, donaciones patrióticas y ejecución de obras menores).
La gran obra de esta época, fue el cubrimiento del Darro, desde el embovedado hasta el río Genil, obra que en realidad fue proyectada y presupuesta por un anterior alcalde, Luis Fernández. De hecho la noticia de la prensa es de pocos días después de la toma de posesión de la alcaldía, el 28 de julio de 1936.
También parece que se construyó la Casa de la Caridad, luego sede del Auxilio Social en el Paseo de los Tristes y unos comedores económicos para familias humildes. Según su hijo “mi padre era un militar-militar. Militar cien por cien, pero que en su vida privada destacaba por su gran caridad. Por eso en su tiempo creó dos comedores donde se daban comidas por 30 céntimos de peseta. No era de comunión diaria y todas esas cosas, pero oía su misa, asistía con nosotros a las primeras comuniones y dejaba a mi mare que hiciera lo que le diera la gana en el aspecto religioso”.
Efectivamente se trató de una familia de militares. El primogénito César fue nombrado Alférez Provisional el 28 de noviembre de 1936, (BOE del gobierno civil de Burgos, nº 45, año I, de 30 de noviembre de 1936), mientras que Aníbal, el segundo lo hizo el 22 de junio de 1937 (BOE del gobierno civil de Burgos, nº 247, año II, de 24 de junio de 1937). Éste último fue destinado en septiembre de ese mismo año al grupo de fuerzas regulares de Alhucemas, nº 7.
Mientras tanto el padre, al frente del consistorio, quería renunciar. Según el testimonio de su hijo habría pedido en varias ocasiones a Queipo de Llano abandonar la alcaldía. El 5 de mayo de 1938 la autoridad militar decidió que era necesario buscar un alcalde civil y Miguel fue cesado y destinado como coronel de un batallón destacado en Albolote, el regimiento de Infantería de Lepanto, nº 5. Tras su mandato, fue nombrado Emilio Iturriaga Latimer, que apenas estuvo un mes y después lo sería Antonio Gallego Burín que tomó posesión el 3 de junio).
Esos días debieron ser de gran aflicción para nuestro protagonista, ya que apenas un mes después, el 6 de junio de 1938, falleció su hijo Aníbal del Campo Díaz, Alférez de regulares en el frente de batalla. Su entierro en La Zubia fue todo un espectáculo para los sorprendidos vecinos del pueblo que vieron pasar a toda la plana mayor del ejército de Granada, en desfile que grabaron en su memoria. Ya he contado como narraba mi abuela con fascinación, que nunca había visto un cortejo fúnebre tan impresionante como aquel (Aromas del Laurel nº 8). El desfile de militares ataviados con sus más altas insignias, medallas, y condecoraciones, el paso de filas numerosísimas de soldados, y la autoridad que representaban se quedó grabado en su mente el resto de su vida. Ciertamente así lo refleja la prensa de esos días.
Allí todavía reposan sus restos en el nicho familiar “donado por el Ayuntamiento de La Zubia” y donde se puede leer que “murió por Dios y por la patria en los frentes de batalla”. Posiblemente fuese en esta época cuando se nombró a una calle del pueblo con su nombre (ya aparece registrada así en octubre de 1939), calle “Campo Robles” y otra llevase el nombre de su hijo, como ya traté al hablar de los negocios de La Zubia en 1939, calle “Aníbal del Campo” (Aromas del Laurel nº 30).
Otro impacto que conmocionó a este padre afligido, fue la noticia de que los casi dos años al frente de la alcaldía no le fueron reconocidos como de actividad militar, por lo que al poco de finalizar la guerra pasó obligatoriamente a la escala B. Según su hijo César: “nunca he visto llorar más a mi padre como aquel día”. Curiosamente parece que más que con la muerte de su hijo Aníbal.
Emprendedor, este militar regentaba una fábrica de Jabón en La Zubia a la que acudía con mucha frecuencia desde su residencia en Granada. “Don Miguel del Campo Robles”, era allí conocido como el tío del monóculo, por ser una de las pocas personas que todavía los usaban, y era famoso porque recorría las calles a caballo, en otro rasgo de distinción social al que nunca renunció aunque ya no estuviese en la milicia.
El periodista dice (en un libro de 2019) que muchos lo recuerdan; pero me temo que sólo ya octogenarios muy longevos conservan en su memoria a este militar de origen cubano y con intereses en La Zubia. Miguel del Campo Roble falleció el 18 de agosto de 1948 en su domicilio de Granada, en el edificio La Paz de la calle Reyes Católicos. El diario Ideal del día siguiente lo narraba así:
La prensa dijo que se le había disparado el arma cuando la manejaba, pero la idea de suicidio se extendió por toda la ciudad. En los mentideros se barajaron diversas razones: desde que nunca pudo superar la muerte de su hijo Aníbal a la desgracia de no haber podido ascender a general por no computarle militarmente el servicio en la alcaldía de Granada. Pero la más probable parece tener que ver con los negocios y una posible ruina económica. Según José Luis Entrala: “Los motivos nunca se hicieron públicos pero parece ser que estuvieron relacionados con la marcha de sus negocios y la negativa de los bancos para ayudarlos a sacarlos a flote. […] César del Campo, hijo mayor de Miguel del Campo me recibió una tarde en su piso de la plaza de la Trinidad y se mostró amable y colaborador contándome muchas cosas. Todo fue bien hasta que le pregunté sobre el suicidio de su padre. Ya no quiso hablar más y me echó de su casa”.
Fue enterrado también en el cementerio de La Zubia, donde reposa junto a su esposa, Enriqueta Díaz Roldán fallecida el 21 de julio de 1968; y de su hijo César muerto el 30 de julio de 1994.
César había casado con doña Concepción Ruiz de Almodóvar Mateo, hija del conocido pintor José Ruiz de Almodóvar Burgos (1867-1942), miembro de una conocida familia granadina de abogados, artistas e intelectuales. Lamentablemente, además de esta lápida, y el nombre de la calle dada a su hijo, pocos más recuerdos quedan en La Zubia sobre este personaje de nuestra reciente historia.
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