Durante muchos años me he reunido todos los sábados (después las reuniones pasaron a los jueves) con varios amigos en una tertulia íntima, reducida, me atrevería a sumarle el adjetivo inteligente. Nunca tuvo nombre propio como las históricas (El Avellano, El Rinconcillo o La Cuerda). Era, sencillamente nuestra tertulia, que empezó a ser reconocida en el mundillo literario y a recibir visitas ocasionales de gente que quería hablar con nosotros. Originariamente fueron cuatro miembros: Francisco Luis Díaz Torrejón, Francisco Gil Craviotto, José Antonio Mesa y el profesor Roca. A la muerte de este, fui invitado a ocupar su lugar por Paco Gil, siempre amigo y protector mío. Él me metió en este grupo, con cuyos integrantes congenié inmediatamente. Cada cual se pagaba su café, té, zumo o manzanilla y solo se aceptaban invitaciones cuando llegaba un cumpleaños o alguien presentaba una nueva publicación. Un tiempo después, Paco Gil introdujo a Manuel Arredondo, que rápidamente fue uno más.
En aquellas reuniones, se hablaba de la actualidad, que ya estaba bastante convulsa, de libros, de la Granada antigua (de la que Gil Craviotto y José Antonio Mesa eran grandes conocedores), de las novedades literarias que nos llegaban y que nos prestábamos sin ningún problema entre nosotros… Para mí, los momentos más espectaculares eran los que protagonizaban los dos miembros mayores hablando de la Granada que conocieron en su juventud. Francisco Gil Craviotto, nuestro Paco, había conocido a mucha gente cuando escribía colaboraciones para el diario Patria, lo que constituía una verdadera paradoja, pues el periódico pertenecía al Movimiento y estaba lleno de fascistas, en tanto que Paco era laico, republicano, de izquierdas y bastante inquieto. Un volteriano en toda regla, hasta tal punto que cuando se dio cuenta de que lo seguían, se exilió a París y no regresó hasta su jubilación, muchos años después de la muerte de Franco.
También José Antonio Mesa tenía un curiosísimo anecdotario granadino. Hijo y nieto de periodistas, sabía todo de todos los granadinos notables. Le propuse montarle un blog para que recogiera toda aquella información, hoy perdida, tras su muerte. La respuesta que me dio era previsible: él era un hombre que no quería ninguna proyección ni reconocimiento, por lo que me dijo que reprodujera lo que él me contaba en mi propio blog, pues él no quería oropeles ni publicidad. Y su riquísima información sobre la ciudad y sus gentes, desapareció cuando le llegó el apagamiento de la decrepitud y la muerte.
También Paco Díaz Torrejón nos hablaba sobre sus descubrimientos en su investigación acerca del período napoleónico. Puedo decir que llegué a conocer la mayor parte de las ideas contenidas en sus numerosos libros desde mucho antes de que pulsara la primera letra de su redacción.
Manuel Arredondo y yo, en cambio, solo hemos publicado pequeñeces, si se compara con la riqueza de los otros contertulios. Como si fuéramos de oyentes. Él era la generosidad en estado puro. Nos invitó a su cueva de Baza, organizó el homenaje a Paco Gil Craviotto en su Turón natal, se ocupó a diario de este en sus últimos meses, sacándolo a tomar el sol en el Paseo del Salón, se ocupó de la gigantesca biblioteca de José Antonio hasta que consiguió que la aceptara la Biblioteca de Andalucía… Su muerte ha llegado cuando yo ya me estaba acostumbrando a la ausencia de los otros dos y sé que me va a extrañar ir hacia Puerta Real y no echarle el teléfono para compartir un rato de conversación ante un descafeinado o que voy a echar de menos sus comentarios en mi perfil de Facebook.
Creo que Gil Craviotto y Mesa Segura eran el alma de la tertulia, los que le daban fuste y solidez intelectual, con su variedad, su manera de contar, su amenidad. Cuando yo regresaba a casa, mi mujer me preguntaba siempre qué habían contado y me pedía que lo anotara para retener tan amena información. Lamentablemente no lo hice y he olvidado muchos detalles de la vida granadina de varias décadas.
Yo me sentía siempre un simple meritorio al lado de estos creadores, y lamenté el efecto de algo inexorable en la vida de las personas: el paso del tiempo, la decrepitud, la enfermedad y la muerte. Rafael Guillén afirmaba: «Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo» y me parece indiscutible: el tiempo y la decrepitud nos arrancaron a José Antonio en abril de 2023, a Paco Gil Craviotto en marzo de este año. Finalmente, el pasado25 de octubre, la muerte se llevó, bastante sorpresivamente, a Manolo, que solo unos días antes, estaba tan fresco y aparentemente sano. Pero durante la madrugada del pasado día 25, la muerte nos hizo una mala jugarreta y se lo llevó para siempre, sumiéndonos en la más triste de las sorpresas.
Primero la pandemia, después la decrepitud (Paco y José Antonio tenían verdadero pudor de que los viéramos con andadores o hechos unos peleles, casi sin movilidad) y finalmente la muerte de los tres han deshecho la tertulia: de cinco, quedamos solo dos y eso es una desgracia irreparable. Nuestra tertulia hace tiempo que no existe y eso no tiene solución. Que la tierra les sea leve.
Alberto Granados
Octubre, 2024
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