Siempre dan por hecho que los acosos y agresiones sexuales son propias de la derecha, pero cuando las cometen las izquierdas, entonces dicen que estos últimos se han aburguesado o que se han convertido a la derecha.
Que Manuela Carmena trate como referente ideológico a Iñigo Errejón, me parece cuanto menos una ironía muy dolorosa y caer en un nivel de vulgaridad muy propia de nuestro tiempo, pues, ¿Qué valores ha aportado a la colectividad este personaje para ser referente de nada?, ¿Qué contribución innovadora ha llevado a cabo en la izquierda española que no estuviera ya en el ideario de credos decadentes? ¿Qué punto de vista propio o qué fundamentos teórico-prácticos ha aportado este gaznápiro para transformar un sistema establecido o readaptarlo al existente? Nada de nada, como diría Sánchez y su corifeo ministerial, al hacer referencia al caso en el que se investiga a su mujer Begoña de no sé qué.
Otra cosa bien distinta es que Iñigo Errejón haya pasado demasiado tiempo arengando a la gente para destruir al adversario, a pesar de la inconsistencia de sus discursos; porque leer, lo que se dice leer, me parece que este pájaro ha leído muy poco, si bien, algunos todavía consideran que la izquierda ha perdido con su marcha un capital esencial como modelo del intelectualismo moral, por más que los hechos hayan demostrado lo contrario. No obstante, cualquiera que lea su carta de dimisión y esté curtido, un poquito nada más, en gramática podrá comprobar que las sutilezas sintácticas o semánticas no están hechas para él y, por tanto, cuando expresa su pensamiento por escrito, todo se derrumba y convierte al texto de despedida política en una cháchara ininteligible y contradictoria. Antes bien, si ya es deleznable el comportamiento de este desquiciado, el de sus correligionarios políticos -con sus dogmas éticos – es para tirarse por el balcón.
Sin ir muy lejos. si nos referimos a la que fuera su expareja, su exnovia o como se diga, Rita Maestre – portavoz de Más Madrid en el gobierno de Carmena – ha desvelado ahora, cuando se ha despeñado «el gran ideólogo», comportamientos tan graves como «darle una patada a una chiquita de 20 años y volver a casa tan normal». Imagino, solo imagino, que estas conductas responden a una determinada personalidad, cuyos actos casi nunca se producen de forma aislada, sino que son señales más que suficientes para entender que se encontraba frente a un violentísimo agresor de manual que no tenía ni consistencia ni estabilidad emocional. Ahora bien, lo que habría que preguntarse es por qué no lo comunicó al menos en su partido. Así que lo queda claro es que los que y las que se erigen en adalides del feminismo son exactamente iguales en sus sensibilidades que el resto de los mortales y todo dependerá de quien atice una patada para quedar impune ante la ley o sea culpable.
Pues bien, esta buena mujer, la que nos revela la bestial agresividad de su exnovio, sigue formando parte de un chiringuito generacional que transita por la historia de nuestras vidas como si nada hubiera existido antes y pretende simplificar al máximo la foto de una época, encubiertos en la bandera del feminismo: Vamos, como si ellos gozarán de la exclusividad en la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres.
Ahora bien, si hurgamos en el fondo de la cuestión y alargamos nuestra mirada podremos observar que todo este tinglado está orquestado para justificar una operación de mayor calado -como se dice ahora – que consiste en ocupar espacios políticos, de tal manera, que siempre estas hordas del feminismo (4B) dan por hecho que los acosos y agresiones sexuales son propias de la derecha, pero cuando las cometen las izquierdas, entonces, dicen que estos últimos se han aburguesado o que se han convertido a la derecha. El propio Errejón en su misiva justifica todo su periplo mujeriego así: «había llegado a la contradicción en la defensa de unos valores frente a su forma de vida neoliberal» Como si el liberalismo fuera la causa de todos los males que aquejan al planeta y un impedimento perverso para la construcción de un mundo más libre y más justo.
En un esfuerzo intelectual importante para intentar leer entre líneas la caótica carta del adiós a la política de Errejón, me parece a mí, que si fueran sinceras sus palabras y respondiera a la verdad todo aquello que quiere insinuar, sería excelente; pues, cuando nos cuenta sus situaciones vivenciales, nos dice que había sido un desconocido para sí mismo, que ahora se estaba encontrado consigo, con su propia persona y que estaba en tratamiento a base de terapias. Intuimos, además, por otros testimonios publicados que, presuntamente, el origen de tantas «averías» podría estar relacionado por adiciones tóxicas, Así que, entiendo que está muy bien que exprese su sentir ante la sociedad sin miedo alguno, dado que uno puede recogerse a cualquier hora dentro de su corazón y cambiar de vida, pero lo que no debería hacer ni entiendo adecuado es que culpe de todos sus males a la política, al «heteropatriarcado», a la sociedad neoliberal y al primero que pase por la calle. Él es el único responsable de cuantos sufrimientos haya ocasionado, presuntamente, a todo su entorno y, especialmente, a las mujeres. Así que, ahora tendría que asumir cuantos desatinos hubiera cometido y con el tiempo podría quedar limpio de todo para emprender nuevos caminos, pero el de la política, por favor, no.
Decía Nietzsche en la Genealogía de la moral (…) «En nosotros se cumple la frase que dice que cada uno es para sí mismo el más lejano, en lo que a nosotros se refiere no somos los que conocemos»
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