La Biblioteca municipal de Huétor Santillán ha sido distinguida con el premio extraordinario “María Moliner”, con el que el Ministerio de Cultura reconoce “los mejores proyectos de animación a la lectura en España”. Un premio generoso que viene a revelar ese espíritu serrano que, desde hace más de medio siglo, ya en la persona de don José Ayala, sigue inyectando savia hasta nuestros días. Y, ciertamente, la Biblioteca hueteña es un claro ejemplo en ese arte de promover y difundir la cultura.
Para navegar por el premiado mar de la lectura, gozamos de una brújula, que desde hace diecisiete años, viene marcando las convicciones estéticas literarias de nuestro enclave. Es María Ángeles Cabrerizo, bibliotecaria, que ha sabido descubrirnos el apasionante mundo del libro… Sus largos años pasados al frente de la Biblioteca municipal es el mejor premio. Pero que este municipio, que no llega a dos mil habitantes, tenga “una de las diez bibliotecas más reconocidas de España por sus actividades de fomento de la lectura”, eso ya es un “premiazo”. Y más, si nos cubre el honor de merecer el prestigioso “Premio María Moliner”, dotado con diez mil euros.
Es digno de todo elogio el cuidado promocional de nuestra abnegada bibliotecaria en la creación y seguimiento de la Biblioteca municipal. Es más, todos los esfuerzos de promoción cultural en este pueblo, están en íntima simbiosis con la gestión cultural que desarrolla el también abnegado concejal de cultura, Tomás Pérez Cobos, como el disciplinado “Colegio Público Sierra de Huétor«, el fructífero “Club de Lectura Hildegarda” y las diversas asociaciones que tanto enriquecen nuestra bagaje humano y cultural. Ello se manifiesta en la cantera de poetas, cuyo santo y seña lo marca el “Bosque de la Poesía”, que visibiliza un Huétor Santillán promotor del recién estrenado Concurso Nacional de Poesía… Lejos de todo chovinismo, nadie va a quitarnos el derecho de soñar con ese aluvión de gozo y buenos deseos que supone nuestro inmenso bagaje cultural.
El “Premio María Moliner”, como regalo institucional, se anticipa a los Reyes Magos, para cubrir las espaldas a un Ayuntamiento que, con su alcalde José Carlos Ortega a la cabeza, reivindica ante esferas autonómicas un edificio que albergue adecuadamente sus tres mil volúmenes y las muchas actividades de adultos, jóvenes y niños, devoradores de las bellas letras. El Ayuntamiento en pleno ha de seguir ejerciendo, si cabe con mayor fuerza, el deber de ser mecenas del progreso cultural, rico y diverso. Una urgencia que, unida a la necesidad ya inveterada de una nueva Casa de la Cultura, testimonie el patrimonio humano y cultural de nuestro pueblo serrano.
Nuestra admirada bibliotecaria ha hecho que el libro y su lectura se hayan convertido, paso a paso, en algo profundamente lúdico, aficionando al lector hasta atraparlo gozosamente entre las cuerdas de su salud cultural. Lejos de todo patrioterismo vacío, ella ha sido la creadora de un bastión de comunicación, sin certificado de caducidad. Nuestra Biblioteca no será nunca pasto del moho o de las telarañas, mientras desfile entre sus estanterías gente con hambre de lectura, con ansias de afinar nuestro lenguaje y nuestra conciencia crítica. Con ella, bibliófila hasta la médula, se rompe la cortina del tiempo y se divisa un futuro halagador, con un libro, eso sí, bajo el brazo rivalizando con la revolución tecnológica.
¿Un hándicap, sin embargo? Pues, sí. Nuestra Biblioteca hueteña ha sufrido el “maltrato” de los presupuestos. El escenario literario está pidiendo salas de lectura, de diálogo literario, de vivencias y contrastes intrahitóricos, que diría nuestro inmortal Unamuno. Urge, pues, espacios donde leer sea siempre una tarea arduamente comunicativa… Es de esperar que este premio venga cargado de ilusión y esperanza. Así, entre los pliegues de la memoria hueteña, permanecerá el buen hacer de una joven ilustrada construyendo puentes -¡labor de hormiga!- entre lectura y escritura, que ya hoy se aprecia en los escolares del “Sierra de Huétor”. Los pequeños poetas van más allá de su valor puramente simbólico… Y el río Darro, de nuestras entrañas, que lució oro en su primavera, ya podría gozar de una digna biblioteca. La Biblioteca del Darro.
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