Antonio Luis García Ruiz: «Inmersión, convivencia y ecoinspiración en la Alpujarra»

Casi todos los años en otoño, en los primeros meses del curso académico, realizamos un itinerario o trabajo de campo por la Alpujarra. Participamos un grupo de profesores, que compartimos Proyectos de Investigación y de Innovación Docente, junto con nuestros alumnos de distintas titulaciones. En síntesis, los objetivos principales que pretendemos son fundamentalmente tres: inmersión en el paisaje, convivencia entre los participantes y goce estético del lugar visitado, porque para gozar, previamente hay que conocer y predisponer. La inmersión en un espacio determinado, en un paisaje – ya sea natural, rural, urbano, artístico, museístico o cultural – constituye la mejor forma de conocerlo, entenderlo y disfrutarlo. La “inmersión paisajística” supone un aprendizaje incluso mayor que la lingüística, porque en ella los ámbitos afectivo, cognitivo, imaginativo y psicomotriz de cualquier persona, se ponen en marcha y se contagian del entorno circundante.

  La Alpujarra, como España, como todos los lugares de la Tierra, quiere  que  sus habitantes  sean capaces de amistad,  que vivan y convivan en paz, porque enfrentarse   es romper, integrarse es construir, separase es retroceder,  unirse es progresar  y elevarse es converger.

La colaboración y la convivencia entre los participantes en un programa o en un evento cualquiera, es otro recurso de alto valor formativo. El curso pasado aprovechamos para asistir al II Encuentro con la Historia en la Alpujarra, lo que nos permitió – gracias a la gestión del Ayuntamiento y a la hospitalidad de sus vecinos – pasar unos días estupendos en Mecina Bombarón y Yegen , debatiendo y reflexionando sobre lo que ha sido, lo que es o no es y lo que será o podrá ser, esta magnífica tierra alpujarreña; pero con la gran ventaja de estar sumergidos en ella y contagiados por el explendor de su paisaje y la afabilidad de su paisanaje. Tres días: viernes, sábado y domingo, tres disciplinas: geografía, historia y pedagogía y tres estados: el sólido de la nieve de la sierra, el líquido de la lluvia del primer día y el gaseoso de la niebla o lluvia oculta en la escarcha y en el rocío. El lúcido sol del último día, dio claridad, luz y respuesta a los interrogantes, a las preguntas y la multitud de dudas con las que llegamos allí todos los asistentes.

El tercer objetivo, referido al goce estético del lugar visitado, le hemos llamado ecoinspiración, equivalente a la multitud y variedad de sensaciones y a la intensidad y diversidad de emociones que percibimos del paisaje cuando, con tal propósito, realizamos una inmersión en él. Un término nuevo para expresar una idea vieja, cual es la inspiración en la naturaleza, que nos recuerda a Horacio, a Fray Luis y a otros muchos. Hoy, aunque en los países desarrollados, la mayoría de los espacios están altamente antropizados, aquí, en Granada, nos quedan muchos lugares por visitar, muchos espacios para recorrer y muchos escenarios para gozar, que con frecuencia “están a las puertas de casa”; la Alpujarra es uno de ellos. Las alturas, la sierra, la grandeza, la montaña, el lugar perpetuo de los dioses, donde podemos coger el cielo con las manos y mirar a los hombres como hermanos, es el espacio ideal para pensar e imaginar, admirar la belleza, gozar del silencio, limpiar los pulmones, abrir los corazones, aprender de la naturaleza, desprendernos de nuestros “egos”, encontrarnos en lo importante y converger en lo trascendente.

La Alpujarra, la comarca escondida, la montaña variada, el valle elevado, parece, desde el año pasado, la “tierra callada”, porque no quiere estar dividida, para poder ser elegida. Trata de decirnos: aquí sigo, fiel, resignada, sonriente y sometida a vuestros designios; podéis hacer lo que queráis, pero, por favor, no me rompáis, porque yo siempre os estaré esperando, para ofreceros mis mejores frutos y mis mayores encantos; con mi larga historia y mi gran sabiduría, con la cabeza elevada y los brazos abiertos. La Alpujarra, como España, como todos los lugares de la Tierra, quiere que sus habitantes sean capaces de amistad, que vivan y convivan en paz, porque enfrentarse es romper, integrarse es construir, separase es retroceder, unirse es progresar y elevarse es converger: “Tout ce qui monte converge” (Teilhard de Chardin).

(*) Antonio Luis García Ruiz. Catedrático de E.U. de la Universidad de Granada

Nota: Este artículo de opinión se publicó en la edición impresa de IDEAL, correspondiente al 5/12/2015

 

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