Según los responsables del Informe Pisa, referido a alumnos de 15 años, y sobre datos recopilados en 2012, emplear más de cuatro horas a la semana en tareas escolares en la casa es ineficaz y no tiene efectos positivos sobre los resultados académicos; estando la media de la OCDE en cinco horas semanales. Sin embargo, en España, se dedican unas 6,5 horas; más del doble que en Finlandia o Corea del Sur, países de gran rendimiento escolar. Según este Informe, en Rusia, Irlanda o Italia la media es superior a las siete horas, y en Shangai los niños les dedican catorce horas.
Según varios expertos en Educación, el exceso de deberes logra que los buenos alumnos se hagan aún mejores, porque muchos de ellos tienen el apoyo de familiares y profesores particulares, en especial, los que pertenecen a familias acomodadas; en tanto que los peores se distancian más de los buenos porque no suelen tener quien les ayude, ni los medios idóneos para realizarlos. Además, los que no realizan adecuadamente sus deberes suelen ser recriminados públicamente por el Profesor, de manera que estas tareas pueden servir de elemento discriminatorio e, incluso, estigmatizador de unos alumnos frente a otros.
En los datos elaborados por el Informe Pisa, los alumnos de mejores niveles socioeconómicos estudian en la casa 1,6 horas más por semana que los de ascendencia social más humilde, habiendo países como Francia donde los de más alto nivel estudian 6,2 horas y los más humildes, 4. Además, en este país, una ley de 1956 veta expresamente los deberes para alumnos de Primaria, porque colaboran a seguir perpetuando las desigualdades sociales. En España, se publicó una norma similar siendo Ministro de Educación José María Maravall. En realidad, dichas normas no se aplicaron con rigor en ninguno de los dos países.
Para Harris Cooper, profesor de Psicología Social en la Universidad estadounidense de Duke, y experto mundial en educación, en su justa medida, los deberes pueden beneficiar al niño, pero si son excesivos pueden provocar estrés, aminora el rendimiento académico y el interés por la asignatura, y generar conflictos en la familia. Para él, los niños de seis años deberían tener no más de diez minutos diarios de deberes y a cada año adicional se le sumarían diez minutos más, pues la correlación entre la cantidad de deberes y el éxito escolar es muy pequeña en Primaria, y sólo moderada en Secundaria.
Además de las objeciones de Cooper, el niño precisa del diálogo afectuoso con su familia y también de los juegos, tanto en el colegio, como fuera de él, porque jugar es lograr la libertad que necesita, es conseguir el deseo que en la vida real se resiste. Jugar, para el niño, es vivir. Es decir, no es posible una vida adulta sana, sociable y madura si no se practicó el juego en la infancia.
No obstante, hay algunos psicopedagogos, como Joan Vaello, que consideran interesantes la realización de deberes en la casa para formar la voluntad y para adiestrarse, desde pequeños, en habilidades sociales que necesitará para el futuro. Para Vaello, el niño, además de los deberes, deberá acometer otra serie de actividades, también formativas, como hacer su cama, colaborar en la casa, ordenar sus cosas y ser responsable de su vida. En ese contexto, adquieren sentido los deberes como un aprendizaje del esfuerzo, como la adquisición de un hábito de trabajo que va a necesitar de cara al futuro.
El mismo criterio de Vaello lo comparte Pamela Sammons, profesora de Pedagogía de la Universidad de Oxford y estudiosa del tema, para la que hacer deberes promueve el rendimiento de los alumnos, refuerza los conocimientos adquiridos en clase y fomenta el aprendizaje. Los mejores resultados, según ella, se dan en Secundaria aunque también pueden ser interesantes en Primaria. Para ella, los niños chinos e indios tienen mejores resultados porque hacen deberes, e igual ocurre en los colegios privados respecto a los públicos. Según las investigaciones del Instituto de Educación de Oxford, referido a los últimos 15 años y sobre 3000 niños desde Preescolar hasta los 14 años, dos horas diarias de deberes mejoran las calificaciones escolares.
Los deberes son positivos si se limitan a los necesarios, y sirven como una reflexión sobre lo aprendido y no como una práctica reiterativa de lo que ya se ha hecho en el colegio |
Comprendiendo las razones de unos y otros, los que consideran, como Pisa, que los deberes pueden ser contraproducentes para la consecución de la igualdad entre los alumnos; los que entienden que puede ser un hábito positivo para el desarrollo de una actividad profesional después; y los que, como nosotros, creen que el exceso de deberes es una pesada carga sobre el niño que le impide mantener las relaciones adecuadas con su familia y la práctica del juego, tan necesario en este tiempo, podríamos concluir que los deberes no deben considerarse como enemigos de la escuela ni de las familias, sino que pueden ser positivos siempre que estén limitados a los absolutamente necesarios, y sirvan como una reflexión sobre lo aprendido y no como una práctica reiterativa de lo que ya se ha hecho en el colegio.
Según Enric Roca, catedrático de Pedagogía de la Autónoma de Barcelona, “hay deberes inútiles y pesados que pueden interpretarse casi como un castigo. Deberían ser tareas atractivas vinculadas a la realidad del mundo que ayuden a los niños a reafirmar el aprendizaje que no se haya consolidado en el horario escolar o profundizar y ampliar lo que se haya aprendido” Por ejemplo, acompañar a los padres al supermercado y fijarse en las etiquetas de los alimentos para que vean qué son las proteínas, las grasas o los hidratos de carbono.
Juan Santaella López