Juan Franco Crespo: «Eslovenia: Juguetes e infancia»

La infancia, esa época de sueños y felicidad, no deja de ser un momento efímero si comparamos con el resto del tiempo del ser humano. Es la época del juego por excelencia y, también, de la socialización aunque los padres modernos no saben cómo sacudirse a sus vástagos de encima, justo lo contrario de lo que sucedía en nuestra infancia feliz que nos faltaba tiempo para escaparnos a jugar en un entorno natural y peligroso como eran los Tajos de Alhama.

Hoy, ni en los patios de recreo, la infancia es respetada y, en algunas autonomías, se empeñan en que ese tiempo sagrado, de solaz y disfrute del niño, es respetado. Quieren controlarlo, no para que deje de jugar, sino para que lo haga en una lengua que no es la suya [lengua materna decían]. La necedad nos llevó a un laberinto lingüístico en el que las docentes se acabaron convirtiendo en prisioneras de la mano que les da de comer.

Acabaron diluyendo el cuerpo nacional y el concurso de traslados se esfumó con el único objetivo en el horizonte de que «los nuestros», a pesar de los bajos perfiles profesionales y académicos, tuvieran trabajo. El resultado de esa política de vuelos gallináceos salta a la vista en este mundo de las autonomías ¿o era de los reinos de taifas?, en que acabó desembocando el final del túnel donde nos encontramos con un descomunal fracaso escolar y un nivel que da risa.

A los papeles para todos le sucedió el todo vale o cada centro elige a su camada. Del ordeno y mando pasamos al sí bwana; y así nos va: el desastre está servido. Vaya que nos pasó como con RENFE y las transferencias ferroviarias en el triángulo, antes no funcionaban, ahora todo es peor. Incluso se chotean en tu cara los necios que están al frente. Ahora, dicen, hemos ajustado los horarios para optimizar la red. Antes echabas una hora, ahora lo harás añadiendo cinco minutos o más al viaje, luego en la práctica, añadirás los retraso. Aunque suceden cosas curiosas como el otro día, tenía que acudir a la trimestral visita al galeno en la capital. Hubo cambio de horarios, coloqué la alarma a las 6.30, a las 7.05 llegaba a la estación, me iba a tomar mi café y el chico me dice ¿usted va a Barcelona?, ahí está el tren… era el de las 6.20, o sea que técnicamente subía al tren antes de levantarme. ¡De película!, pero vayamos al tema de los juegos y dejemos la realidad para esos gestores malabaristas de la cosa pública.

Se trata de una temática filatélica no muy explorada pero que permite, si uno se lo propone, montar una buena colección de material relacionado con el tradicional uso del correo y, lúdicamente, evocadora de tiempos pretéritos.

Diremos que incluso interesante a pesar de la desregularización de los servicios postales que nos sirvió la UE y que nos ha dejado hechos unos zorros postalmente hablando, sobre todo si acudes a una oficina para comprar sellos: te miran como si acabaran de ver a un extraterrestre [donde vivo hasta desaparecieron los buzones]. ¡Viva la competencia que nos prometían los hacedores de legislación europea!

De tanto en tanto llegan algunos sellos para encuadrarlos en la temática de juegos infantiles, es el caso de la estampilla emitida por el correo esloveno el pasado 22 de noviembre del 2024; se trata de un sello de tarifa B [50 gramos, correo interior, equivalente a 1,16€] que apareció en hojas de 25 ejemplares multicolores realizados en offset sobre papel Tullis Russell en la imprenta de Zagreb (Croacia), con dentado 14 y formato vertical. Fue diseñado por Luka Seme, la tirada fue de 25.000 ejemplares o si lo prefieren un par de paquetes de fólios, mil pliegos. ¡Lejos quedan las tiradas millonarias de antaño!

El sellos nos muestra una cocina, un mobiliario bastante habitual en las clases de párvulos y primaria; aunque también nos la encontraremos en los museos de la vida tradicional o de nuestros abuelos, pero mucho más modestas en sus enseres o ajuares, tampoco tienen tanto color y mucha menos cacharrería, algo que en la actualidad inunda las cocinas de nuestros días y, sin embargo, apenas nos queda tiempo para cocinar y se nos fueron por el desagüe aquellas riquísimas recetas de nuestras abuelas.

Evidentemente, la cocina filatelizada va bien provista de útiles, algo esencial a la hora de emplear esta herramienta para enseñar vocabulario a esas tempranas edades pues lo lúdico no está reñido con el aprendizaje. El matasellos de primer día se aplicó en la capital Ljubljana y en la ilustración del sobre podemos contemplar a dos infantes enfrascados en su juegos gastronómicos en esa maravillosa edad llamada infancia. ¡Que aproveche!

Juan Franco Crespo

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