Estoy organizando un viaje a París: fechas, alojamiento, transporte, equipaje y en medio de estos preparativos, ¡ cómo no!, se ha colado mi inseparable compañera de vida y de viajes: la literatura.
Viendo que tenía que hacer noche en Madrid un día antes de la salida del avión,me puse a buscar también alojamiento en la capital de España.
Y en esas estaba cuando los libros llamaron a mi puerta para acompañarme en mi búsqueda, el primero y más insistente fue el que Miguel de Cervantes (1547- 1616) escribió sobre un loco caballero andante, el tal caballero don Alonso Quijano de sobrenombre Don Quijote se me acercó y me propuso hospedarme en una venta manchega muy conocida y frecuentada por él en la Primera parte de sus aventuras caballerescas, aunque esa venta no le traía muy buenos recuerdos a él ni a Sancho su escudero, don Alonso me dijo que su dueño Juan Palomeque el Zurdo le resultaba simpático porque era también una gran aficionado a las novelas de caballerías .
Le dí las gracias por su recomendación pero le aclaré que donde yo me tenía que alojar era en Madrid no “en un lugar de La Mancha”, él muy solícito me comentó que, como tenía que pasar por esa región , pecnotara allí y conocería a viajeros con historias muy interesantes como le ocurrió a él.
Con su cuidado y exquisito discurso siguió informándome de la venta, primero me aclaró lo que era una venta en sus tiempos de aventuras y correrías, una venta era una casa establecida en los caminos y despoblados para hospedaje de los pasajeros, en sitios desamparados y expuestos a las inclemencias del tiempo. Entonces recordé la descripción que de ellas hace Azorín (1873-1967) en su libro “Castilla” ( 1912) : “ Tienen esas ventas- como las manchegas-un vasto patio delante; una ancha puerta, con un tejaroz,da entrada al patio; hay en él un pozo,con sus pilas de suelo verdinegro,de piedra arenisca, rezumante” . Estas edificaciones, siguió comentando Don Alonso, habían sido castillos a los que un pérfido mago había convertido en ventas para confusión de los caballeros andantes como él, y a los alcaides de las fortalezas los había transformado en venteros. Me contó que nada
más salir de su aldea en busca de aventuras se detuvo en uno de esos castillos transformado en venta donde el alcaide/ ventero le armó caballero ante su insistencia porque sin esta “consagración” no podía emprender sus andanzas caballerescas.
Sin embargo la que él me recomendó fue la de Juan Palomeque apodado el Zurdo a medio camino entre su aldea manchega y Sierra Morena a la que llegó la primera vez después de que él y su fiel escudero Sancho fueron molidos y quebrantados por los palos que les propinaron unos arrieros yangüeses y en la que más adelante transcurrieron muchas de sus primeras aventuras además de conocer historias variadas contadas por sus mismos protagonistas que iban recalando allí.
Esa primera parada, recordó, fue bastante accidentada porque vivieron una terrible pelea nocturna a causa de Maritornes, hermosa dama pero convertida por un mago enemigo eu una fea moza asturiana que quiso quebrantar su virtud metiéndose en su cama ( en realidad, según yo había leído, Maritornes se confundío de lecho y en vez de acostarse en el de un arriero con el que se había citado se metió en el de D, Quijote provocando su ira y la pelea a oscuras que siguió) .
El ventero quiso cobrar al caballero andante los destrozos que había causado durante la reyerta sin conseguir su empeño, entonces acudió a cobrar a Sancho pero este le razonó que si su señor no le había pagado siendo caballero andante ,él escudero tampoco le pagaría, por lo que Sancho fue cruelmente manteado por los que estaban en la venta. El ventero para no salir perdiendo se quedó con sus alforjas en pago de lo que se le debía, Sancho no las echó de menos “ según salió turbado”.
Desde esta venta, me continúo narrando don Quijote ,se dirigieron al interior de Sierra Morena en busca de más aventuras que sin tregua no tardaron en salirles al paso.
Después de unas cuantas y variopintas peripecias se refugiaron en Sierra Morena para hacer penitencia por su amada a imitación de los caballeros andantes cuyas aventuras había leído con tanto ardor y sentimiento.
Don Quijote volvió a elogiarme la venta de Juan Palomeque porque en la segunda parada que hizo allí después de su penitencia en Sierra Morena a pesar de lo mal que terminaron en la primera estancia , ahora tanto el ventero como su mujer, su hija y Maritornes “les salieron a recibir con muestras de mucha alegría”, aunque Sancho acordándose de su manteo “quisiera no entrar en ella”y la miraba con “espanto y asombro”.
También me comentó que aunque solo estuvieron dos días fueron muy intensos por la cantidad de gentes e historias que conocieron ( don Fernando y Luscinda, Dorotea y Cardenio) la venta era un cruce de destinos, además el ventero se descubrió como un gran aficionado a las novelas de caballerías de lo que estuvieron hablando largamente así como de los beneficios de escuchar historias. Don Quijote recordó las palabras con las que Juan Palomeque .aún siendo analfabeto, ensalzaba la lectura “Porque cuando es tiempo de la siega,se recogen aquí,las fiestas,muchos segadores,y siempre hay algunos que saben leer, uno de los cuales coge uno de estos libros en las manos,y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas”.
Oyéndole me acordé de que efectivamente no solo el ventero era aficionado a las historias de los libros sino también su mujer ,su hija y Maritornes la moza que entablaron este diálogo tras el alegato del ventero:
-“ Y yo ni más ni menos-dijo la ventera-, porque nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer.
– Así es la verdad- dijo Maritornes; y a buena fe que yo también gusto mucho de oir aquellas cosas, que son muy lindas….Digo que todo esto es cosa de mieles.”
– Y la hija del ventero preguntada por el cura añadió: “ …..también yo lo escucho,y en verdad que, aunque no lo entiendo, que recibo gusto en oíllo…”.
Llamativos comentarios de personas iletradas acerca del placer y gusto que proporcionan los libros , en este caso su lectura en voz alta a un grupo de atentos oyentes que también intercambiarían sus opiniones sobre lo que estaban oyendo
Verdaderamente me estaban dando ganas de buscar esa venta y hacer yo también una parada en ella ,quizás encontraría otro Juan Palomeque el Zurdo que como el de don Quijote tuviera “ una maletilla vieja,cerrada con una cadenilla” y que al abrirla, como me había referido don Quijote , vieron todos los allí presentes “tres libros grandes y unos papeles de muy buena letra,escritos de mano….. con un título grande que decía Novela del curioso impertinente” que a petición de todos los presentes se puso a leer el cura de la aldea de don Quijte y amigo suyo que junto al barbero se encontraban en la venta. En mi imaginación también me acomodé entre todos los oyentes dispuesta a disfrutar de la historia….
Me devolvió a la realidad don Alonso recomendándome un libro que sobre él había compuesto un tal Miguel de Cervantes que ,aunque lo había tratado de loco, le tenía afecto porque había sido caballero en pos de unas ilusiones también frustradas.
Don Quijote me recordó las mismas palabras que Cervantes hablando de si mismo en tercera persona escribió sobre la famosa batalla de Lepanto en la que participó y a la que don Quijote le hubiera gustado acompañarle, “ …perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo,herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa , por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros,militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos V, de feliz memoria”.
Don Alonso se quedó ensimismado en ese pasado glorioso que evocaba su creador y dando un largo y profundo suspiro a los que era tan aficionado desapareció….
No quise decirle que ya había leído sus aventuras en el libro que me había citado de Miguel de Cervantes “Don Quijote de la Mancha” ( 1605 Primera parte, 1615 Segunda parte), y que sus estancias en la venta se narraban en los capítulos XVI y XVII y del capítulo XXXII al XLVII de la Primera parte de la obra.
Volví a ocuparme de mi viaje, del real, el de París aunque ya no sabía si este era más real que el que había hecho con don Alonso cuando era don Quijote a la venta manchega de Juan Palomeque el Zurdo.






Comentarios
2 respuestas a «Coral del Castillo Vivancos: «Ventas manchegas y hoteles parisinos. (1/2): De Cervantes a Baroja»»
Los relatos y escritos de esta escritora y profesora de Lengua Española y Literatura, Coral del Castillo Vivancos, tienen «oficio», estilo y sensibilidad. Me parecen muy bien escritos y muy originales. Sus anteriores colaboraciones son también absolutamente deliciosas. Léanlas. Mi más cordial enhorabuena.
Muchas gracias Tomás por tu elogioso y cariñoso comentario,me alegro de haber podido transmitir sensibilidad y originalidad, es lo que pretendo. No te conozco pero he leído tus artículos llenos de erudición y sabiduría, por lo que tu comentario supone también un orgullo por venir de una persona como tú. Gracias de nuevo.