Con la llegada de la primavera, el huerto escolar del CEIP Federico García Lorca se transforma: despide el frío y renace con fuerza, lleno de vida, colores y aromas. Tras meses de aprendizaje, trabajo en equipo y cosechas compartidas, concluimos la etapa de otoño e invierno con la satisfacción de haber recogido frutos como guisantes, zanahorias, ajos, brócolis, coles y coliflores. Un cierre lleno de recompensas que abre paso a una nueva etapa cargada de ilusión.

El huerto de primavera-verano ha comenzado con la limpieza del terreno y la preparación de los surcos donde el alumnado, con entusiasmo y curiosidad, ha participado en la siembra de una gran variedad de hortalizas: tomates, pimientos, calabazas, melones, sandías, calabacines, pepinos, berenjenas, espárragos y boniatos. También se han plantado aloes vera, que además de formar parte del huerto, ayudarán a repoblar el terraplén y a prevenir la erosión, aportando vida a un espacio que poco a poco se convierte en transitable y acogedor.

Con la intención de enriquecer esta experiencia, se ha compartido con el profesorado un dosier con cartelería ilustrativa y un croquis del huerto, una herramienta que permite al alumnado y sus familias identificar las plantas, conocer sus ciclos, sus beneficios nutricionales y aprender sobre su cultivo. Así, el huerto se convierte no solo en un espacio de cultivo, sino también en una auténtica aula al aire libre, donde el conocimiento brota al mismo ritmo que la naturaleza.

Entre las mejoras destacadas, cabe señalar el trabajo realizado en el terraplén, un terreno hasta ahora improductivo que comienza a recuperarse gracias al uso de compost natural elaborado con hojas secas y restos vegetales del huerto anterior. Este proceso, aún en marcha, busca regenerar el suelo y transformarlo en un espacio fértil, sostenible y pedagógico, con la ayuda de los propios recursos del huerto, como los hijuelos de aloe vera.

Con el verano a la vista y el centro escolar cerrado, será el turno de las familias, cuya implicación será clave para mantener vivo el proyecto. Algunas ya han mostrado su compromiso con el riego, el mantenimiento y la recolección de frutos que madurarán en los meses estivales, como los tomates, melones, sandías, calabacines y pepinos. Una labor que no solo cuida de las plantas, sino que también estrecha la relación entre el entorno educativo y la comunidad.

En septiembre, cuando las aulas vuelvan a llenarse de voces y movimiento, el alumnado retomará el proyecto con la recogida de los últimos frutos del verano, como el boniato y la calabaza. Será entonces cuando empiece un nuevo ciclo de preparación del huerto de otoño-invierno, y con él, otra oportunidad para seguir aprendiendo y creciendo junto a la tierra.
El huerto escolar es mucho más que un espacio de cultivo: es un proyecto que siembra valores tan necesarios como el trabajo en equipo, la paciencia, la constancia, el respeto por el medioambiente y la importancia de una alimentación saludable. Cada planta que brota refleja el esfuerzo, la curiosidad y la alegría del alumnado, y gracias al compromiso de toda la comunidad educativa, este rincón verde sigue vivo y fértil curso tras curso.






