El autor ante la inicial de su nombre en el milenario alfabeto armenio.

Juan Franco Crespo: «Armenia, 9/17: «El parque al aire libre»

Fue otro de los extras aprovechando el día que teníamos prevista la visita a los monasterios de san Juan (Hovhanavank) y el de los Salmos (Saghmosavank); la ruta, relativamente tranquila pero de alta montaña, no dejaba indiferente al viajero que se extasiaba ante la intensidad del paisaje, verde y florido, que mostraba todo su espectacular manto primaveral y un prístino manto blanco como fondo.

Plano parcial de Ereván con la ubicación del hotel, imprescindible llevar la tarjetita en el bolsillo, será de vital importancia para tomar un taxi.

Tras poco más de una hora con el Aragats como fondo, estábamos en el Nuevo Parque de las Esculturas o del Alfabeto Armenio. Al margen de las 36 letras, también encontramos un puñado de gigantescas esculturas inspiradas la mayoría de ellas en Moisés, las Tablas de la Ley, el Arca de Noé, etc. Pero a lo que nos dedicamos la mayoría del grupo fue a buscar nuestra inicial para inmortalizar el momento y llevanos un recuerdo simpático y único en aquel solitario lugar de la alta montaña donde los regueros fluyen para crear riqueza en esa zona de origen volcánico y casas diseminadas por doquier. Los árboles del cerezo tímidamente coloreando el verde paisaje que aparece salpicado de nogales que dan un producto de primera y extraordinaria calidad o sabor que debe ser como consecuencia de los muchos minerales que hay acumulados en el rico y fértil suelo de origen volcánico.

Figuras inspiradas en las Escrituras, Parque de las esculturas del Alfabeto Armenio.

Los niños de varias escuelas van cargados con sacos de pan ácimo junto a las maestras [¿Y los maestros?] y madres que se buscaban la vida para zamparse el frugal desayuno aquel sábado luminoso y soleado a casi 2.000 metros de altura y una temperatura suave que invitaba a recrearse con el paisaje que parecía salido de una postal.

Tras abandonar el lugar, se inicia el camino de bajada hacia el complejo monástico de san Hovhannes Mkrtich [San Juan Bautista], se trata de un monasterio originario del siglo V al que en el XIII [1216-1221] se le añadiría un atrio y la iglesia principal por orden del príncipe Vaché Vachutian. El lugar se asoma al precipicio de piedra volcánica que lucía hermoso con su impactante manto floral donde, el color amarillo de la mayoría de sus flores, creaba toda una sinfonía de color entre aquella piedra negra. Tiempo de asueto que se aprovecha para visitar la tienda y la plaza en la que los lugareños se juegan el café a las cartas pero ni se inmutan.

Otra toma del Parque al aire libre cercano a las montañas de Aragats

Digamos que esta construcción religiosa fungió como importante centro emisor de espiritualidad y educativo: era el lugar en el que se realizaban los bellos manuscritos. El altar está adornado con bellos frescos y unas inusuales escaleras en alto o sea que no son accesibles para los niños y las travesuras en esa enfilada ruta «volada». Hay bastantes grabados, candelabros e inscripciones en la piedra que narran no sólo la vida monástica, sino la cotidianidad en estas inmensas soledades; a pesar de los terremotos que lo destruyeron parcialmente, contra viento y marea, sigue desafiando al abismo sobre el que fue levantado; el buen oteador vislumbra una serie de cuevas que fueron usadas antes de la era cristiana por las gentes del lugar para realizar sus ofrendas paganas en la impresionante garganta del Kasagh.

El otro monasterio, el de los Salmos está relativamente cerca de Ashtarak, pueblecito que cruzamos con el autobús, fue levantado por la misma época de las reformas del príncipe, concretamente citan las fuentes el año 1215 entonces, sobre una ermita que había en el lugar. A pesar de la austeridad exterior, la sorpresa está dentro, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, uno puede comprobar el ingenio de sus gentes que, con escasos materiales, generaron piezas realmente impactantes.

Se llega al recinto tras cruzar una vieja muralla prácticamente destruida y en su tiempo fue de carácter defensivo. Tenemos impresionantes vistas del desfiladero y el monte Aragats a nuestras espaldas. El conjunto comprende un par de edificios, la iglesia de Sion y la de Karapet, ambas del XIII y para los que les sobró tiempo -algo raro en los viajes organizados- existe la posibilidad de ir bajando a pie para recorrer el desfiladero del Kasagh que une ambos monasterios. Advertir que es una aventura poco recomendable para los urbanitas, tras recorrer un centenar de metros, el sendero se estrecha y se hace peligroso por mucho que me recordara la raja que subíamos como saltibanquis frente a la Huerta de la Peña y que nos llevaba al Llano 40 en mi Alhama natal. Esas laderas armenias aparecían con algún que otro árbol frutal y en algún tiempo suministraron frutas y hortalizas para la comunidad monástica.

Escultura en el parque al aire libre inspiradas en las Escrituras

Gastronómicamente, tras las visitas del día, tocaba iniciar el retorno a Ereván por carreteras secundarias que nos acabaron conduciendo a una finca vinícola donde la familia se marcó un buen tanto, ese día nos solucionaron el almuerzo, abundantemente regado con extraordinarios caldos de las viñas y con productos locales incluyendo, faltaría más, unos tintos que dejaban un agradable sabor al gaznate.

Juan Franco Crespo

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