Pero ¿en qué consiste la creatividad? Ante tan filosófica pregunta, prefiero recurrir a definiciones propias. En mi libro ‘Adagio de Amor en Granada’ queda definida: la creatividad es la capacidad que tenemos las personas para descubrir cosas nuevas, generar ideas, plantear hipótesis, dar respuesta a problemas difíciles, fundan y refundar pensamientos, hacer crecer espiritual y materialmente, imaginar otras dimensiones, introducir cambios positivos, nutrir necesidades, comprender situaciones complejas, avanzar en perspectivas, potenciar originalidades, recalar en cuestiones o detalles inadvertidos, ofrecer nuevas versiones y visiones diferentes, entender la esencialidad de las cosas, etc. Además de saber valorar lo que se tiene o existe y tener capacidad para preservarlo.
Ciertamente que cuando hablamos de los grandes pensadores, artista, escritores o inventores de la humanidad, nos referimos a gente excepcional, a personas con un gran talento y una enorme capacidad creadora, que nos deben servir de ejemplo y admiración. Pero el factor creativo está presente en todos los seres humanos, en todas las personas cualquiera que sea su capacidad cognitiva, su mundo afectivo o su situación ambiental. Relacionado con todo ello existe otro factor fundamental, tan importante como escaso en la actualidad. Me estoy refiriendo al interés, a la motivación y a la confianza que responden a un mismo acto: el de creer. Según la citada obra, creer significa estar convencido o persuadido por un pensamiento, tener fe en Dios, en algo o en alguien, dar crédito a las cosas, poseer esperanzas e ilusiones, ofrecer disponibilidad, mantener ganas de superación, confiar en sí mismo y en los demás, valorar las posibilidades de la vida y de la naturaleza, tener capacidad para amar en todos los sentidos, considerar las cordialidades del presente, desear un planeta mejor, esperar un mundo más feliz, etc.
Sólo la creatividad, la imaginación, la colaboración, la ley y la beligerancia valiente, pacífica, constante y sonante, podrán salvar la situación actual |
Aquí, se nos muestra la clave de una importante relación; sin creer, sin confiar, sin ilusión, sin interés, sin esperanza, etc. difícilmente podremos crear, hablar de arte, de ciencia, de educación, de bienestar o de progreso de la sociedad. Como decía el filósofo alemán Keyserling «los que creemos, creamos» y, efectivamente, eso es así. Los grandes creadores son los que creen plenamente en su trabajo, aman apasionadamente su arte, confían en ellos mismos, admiran a los demás, poseen una potente vocación por su oficio, etc. Pero hemos de aclarar igualmente que este hecho, esta correlación, no afecta sólo a artistas, escritores o inventores, sino que – aunque en menor medida – influye en la totalidad de la población, sea cual sea su actividad, tarea o trabajo. Creer y confiar en nuestro trabajo, sentirse bien con lo que hacemos, nos proporciona una inexplicable satisfacción, un cierto grado de entrega, un plus de fortaleza, que nos permite superar el peor de los obstáculos, que lamentablemente abundan en la mayoría de las profesiones.
Con estas dos grandes premisas podemos abordar la tercera cuestión: la de crecer. Pero crecer no es sólo aumentar nuestra estatura, nuestros bienes o nuestro poder, sino más bien consiste en potenciar nuestras capacidades físicas, intelectuales, espirituales, éticas, estéticas y morales. Progresar no sólo en lo material, sino también y sobre todo, en el espíritu, en las ideas, en la educación y en la convivencia. Todo ello para alcanzar un desarrollo más integral de la persona, un crecimiento más sosegado y sostenido de las sociedades y un progreso más equitativo de los pueblos. Hoy, se hace más necesario que nunca, reconciliar los valores del pasado y del presente, del conservadurismo y del progresismo, de occidente y de oriente. Cuanto más graves sean los problemas, cuanto más insostenible se hace una situación, más necesaria es la colaboración de todos. La indiferencia y el pasotismo no resuelven nada, sino más bien favorece la corrupción y todo lo que ella conlleva. Sólo la creatividad, la imaginación, la colaboración, la ley y la beligerancia valiente, pacífica, constante y sonante, podrán salvar la situación actual. Es tiempo de crecer, porque estamos en primavera; es tiempo de creer, porque estamos en crisis, y es tiempo de crear, porque estamos en la Feria de Libro. No se la pierdan.
(Nota: Este artículo de opinión se publicó en la edición impresa de IDEAL correspondiente al martes, 19 de abril de 2016)
(*) Antonio Luis García Ruiz es Catedrático de E.U. de la Universidad de Granada