Dibujo de V.O.P, niña de 1º de Primaria, realizado el pasado 30 de enero, Día Escolar de la No Violencia y la Paz.

Educar desde la verdad. Reflexiones para cultivar empatía, justicia y paz

La situación en Palestina sigue siendo uno de los conflictos más persistentes y sensibles del escenario internacional. Los acontecimientos en Gaza y Cisjordania han vuelto a centrar la atención mundial, tanto por la magnitud del sufrimiento humano como por implicaciones geopolíticas más amplias. La ofensiva en Gaza ha escalado significativamente desde octubre de 2023, provocando miles de muertes, desaparecidos y un desplazamiento masivo de la población civil.

Más allá de los conflictos armados, existen otros, que afectan de manera profunda y globalizada la vida de millones de personas: la falta de acceso a educación, a la sanidad, a la vivienda, a los recursos naturales, los feminicidios, las víctimas de condiciones laborales infrahumanas o indignas, quienes caen víctimas de la miseria, de la sed, del hambre, de la falta de salud mental, o del olvido. También generan sufrimiento, no tan silencioso, sí cotidiano en la vida actual. Ignorar cualquier sufrimiento humano es perpetuar la violencia. En palabras de Osvaldo Bayer, en su Historia de la utopías, es necesario “repensar la violencia, que no solo se manifiesta en la guerrilla y en la lucha armada, sino que también existe violencia en el silencio”.

Profesora durante la marcha nocturna silenciosa del 28 de agosto. Porta una mortaja
simbólica para representar a los 800 docentes y personal de educación asesinado en Gaza desde
octubre de 2023.

El curso pasado, buscando textos para el plan de lectura de nuestro alumnado, pensé en El origen de la violencia de Arno Gruen -lo acababa de leer-. Era demasiado complejo para extraer un capítulo para estudiantes de 13 y 14 años. Decidí hacer la elección de varios fragmentos, hacer una síntesis, adaptándola a su nivel, a las circunstancias vividas en aquel momento en una tutoría con problemas y conflictos no resueltos, así como a los intereses que en aquella situación podían tener los adolescentes, entre ellos, sus preocupaciones ante las repercusiones de sus conductas. Propuse la lectura de un relato protagonizado por dos soldados enemigos que se cruzan en un camino solitario y, a pesar de ser de bandos opuestos, reconocen, uno en el otro, su vulnerabilidad humana. Se acompañaban durante el trayecto y hablaban amablemente, hasta que algo se apoderaba de uno de ellos y disparó al otro en la frente. El resto, siguiendo a Gruen lo conté yo: “en realidad, aquel hombre no quería aniquilar a su recién conocido amigo y compañero de viaje, sino a una parte de sí mismo que detestaba, es decir, su propia empatía y amabilidad, algo que había aprendido a odiar porque la norma le decía que no podía mostrar simpatía por el enemigo, ya que sería algo equivalente a mostrar debilidad”.

Materiales didácticos trabajados con alumnado de 2º de ESO para fomentar la
empatía, el conocimiento, la toma de conciencia y reflexión sobre los conflictos armados.

Tras abrir debate, directamente pregunté a un alumno: “¿qué querías aniquilar cuando rompiste aquello?”. La respuesta fue emotiva, entre sus lágrimas, y las mías que no logré contener. Nos contó, aquello que detestaba de sí mismo. Otros alumnos se animaron a abrirse a la autorreflexión mientras comían su bocadillo en un recreo que se convirtió en una tutoría no improvisada, en la que pudimos conocernos más profundamente. Lo más importante, a mi juicio, fue que comprendieron que la vulnerabilidad no es debilidad, que expresarla y abrirnos con la verdad es incluso un acto de valor; que mirarnos de frente en un espejo y reconocernos ante los demás, con nuestra complejidad como seres humanos, nos permite conectarnos, sentir lo que sienten las demás personas, e incluso apoyarnos mutuamente para resistir ante la adversidad.

En este contexto cobra sentido lo que Bruno Bettelheim quería hacernos llegar en Psicoanálisis de los cuentos de hadas: los niños no deben ser apartados del dolor, de la pérdida, de la frustración ni del miedo. Los cuentos tradicionales han cumplido siempre una función para el crecimiento personal y emocional, muestran peligros y pruebas para que desde la infancia se aprenda a elaborar simbólicamente miedos, angustias o desesperanza. Negarle a la infancia y adolescencia esta mirada equivaldría a privarles de una forma esencial de maduración emocional, y en consecuencia, dejarles desarmados para que un futuro puedan enfrentar las dificultades que la vida nos pone en el camino.

La psicología moderna respalda esta idea. El concepto de frustración óptima, introducido por Heinz Kohut, sostiene que durante la infancia se necesitan desafíos, ajustados a la edad, para que los niños y niñas puedan aprender a gestionarlos y desarrollar confianza, autonomía y autoestima. Ann Masten habla de la “magia ordinaria”, es decir, la resiliencia que surge de las dificultades cotidianas infantiles y juveniles, siempre que proporcionemos redes de apoyo sólidas. Michael Ungar destaca que exponer a los jóvenes a riesgos asumibles y empoderarles con responsabilidades, les prepara para navegar en un mundo donde se han de sortear ilimitados obstáculos.

No se trata de exponer a la infancia y adolescencia al sufrimiento, más bien, de no evitar a toda costa sus frustraciones, sino de acompañarles cuando surjan, reflexionar juntos sobre las dificultades de la vida y ofrecerles herramientas para superarlas. Eso es educar para la vida. A veces lo que hacemos, es aislarles de ella, sin tener en cuenta que algún día, deberán llevar sus propias riendas.

Desde nuestro oasis occidental, no contamos toda la verdad frente a los horrores cotidianos mencionados, ni directa ni simbólicamente. La juventud poco conoce sobre las miserables guerras que fustigan a la humanidad, en la escuela miramos de reojo al horror que sufren millones de personas en Palestina y en muchos lugares de la geografía mundial. Estas lecciones cobran urgencia, para tomar conciencia, especialmente si en nuestros centros, lucimos cartelas que llevan la inscripción “Escuela de Paz”.

Materiales didácticos. Adaptación de textos para trabajar en el plan de lectura el
origen de la violencia.

No podemos seguir mirando hacia otro lado, celebrando en colegios e institutos efemérides vacías de toma de conciencia real, o consumiendo memes y reels de la última fiesta de Halloween mientras otros niños y niñas viven en la tumba tumba real y permanente en la que se ha convertido Gaza, donde son bombardeados, desplazados y mueren simplemente por existir, porque sus vidas no generan dividendos en bolsa, ni su salud mental cuenta en el PIB de “nuestros” países. El negocio de la guerra es real, posiblemente el mundo en 2024 gastó más de 2,3 billones de dólares en fabricar armamento, más que lo destinado a educación y salud juntas. En un mundo globalizado, todos los países, y con ellos, las personas, forman parte de este engranaje.

Afortunadamente, se están desarrollando propuestas y grupos de trabajo para abordar la paz desde el aula. Por suerte, aún hay docentes que para trabajar el Plan lector proyectan en el aula cuentos como Hantush, de Salha Hamadin, que con 14 años ganó con su real y desolador relato el “Concurso de cuentos de hadas Hans Christian Andersen”; o “Diario semanal de un niño que no dejaron ser niño”, de Yusra el Kasmy, un primer premio en ámbito internacional.

Mientras tanto, y por otra parte, también nos quejamos porque suben los precios de las energías y combustibles, de los alimentos y de la vivienda, agravando la vida de muchas familias. Además, el coste de estas crisis no solo es económico, también es social, pues el miedo, la inseguridad y la desconfianza crecen al mismo tiempo que la falta de recursos y de formación, y en consecuencia, de conciencia. Con ellos, también se exacerba la división social, así como los actos de odio. Ante la situación, la juventud se tambalea entre redes que sesgan la realidad, memes que maquillan y burlan la crudeza del mundo, videojuegos y aplicaciones que anestesian la capacidad emocional para conectar con el sufrimiento real del prójimo; y una escuela, que dice la verdad cuando no hay una fiesta que celebrar, o cuando el miedo a no ser señalada lo permite. El dolor no desaparece simplemente por ignorarlo o esconderlo; por el contrario se va acumulando, pudiendo explotar a través de conductas de violencia y odio, proyectando, como diría Arno Gruen, nuestros miedos e inseguridades en el otro, al que se intenta aniquilar por no haber aprendido a reconocer en nosotros mismos lo que que tenemos en común: nuestra idéntica vulnerabilidad como seres humanos y sociales que somos.

Materiales didácticos para trabajar en el aula el plan de lectura.

Desde la educación, tenemos la responsabilidad ética y moral, de ofrecer espacios de lectura, de reflexión, de debate y acompañamiento, de enseñar que la violencia nace de la codicia, y muchas veces, del miedo y del dolor interno; que detrás de cada noticia hay personas con un corazoncito, con unas historias y sueños como los nuestros. Eso es abrir la puerta a la empatía y a la acción consciente, a la construcción de una paz que no solamente sea la ausencia de guerra, sino la construcción de justicia social, paz mundial, verdad y dignidad para todas las personas.

Material didáctico para trabajar en el aula el plan de lectura. “Diario semanal de un
niño que no dejaron ser niño”, de Yusra el Kasmy, un primer premio en ámbito internacional.

Como aquellos dos soldados que se encontraron en el camino, solo cuando aprendamos a mirar al otro y a nosotros mismos con compasión podremos disparar -si acaso- palabras que hablen de verdades, nunca balas, para que cada niño, niña y adolescente tenga la oportunidad de sentir, comprender y actuar desde la realidad y la verdad, no como observadores pasivos, sino como protagonistas de un mundo donde la esperanza y la justicia social pesen más que el odio, la indiferencia y el silencio.

María Luisa Ordóñez Pérez es historiadora del arte, profesora de Educación Secundaria y Bachillerato en la especialidad de Geografía e Historia. Ha colaborado en el taller de nuevas tecnologías en la educación del MCEP y se ha vinculado a la pedagogía libertaria. Desde septiembre realizará su labor educativa y pedagógica en un puesto de cooperación territorial orientado al desarrollo de la competencia lectora en Secundaria.

Redacción

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Comentarios

Una respuesta a «Educar desde la verdad. Reflexiones para cultivar empatía, justicia y paz»

  1. Magnífico artículo, María Luisa.
    Totalmente de acuerdo contigo.
    El futuro de nuestro alumnado es complejo y hay que dotarles de herramientas para seguir adelante y no enseñarles a mirar hacia otro lado.

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