El 18 de febrero se cumplían ciento diez años de la muerte de Francisco Giner de los Ríos, un andaluz sabio. Valgan las citas de estos enormes escritores para dar una idea de su grandeza: Juan Ramón Jiménez lo llamó “Andaluz de fuego”; Miguel de Unamuno, el “Sócrates español”; y para Antonio Machado Giner era “La viva antítesis del andaluz de pandereta, jactancioso e hiperbolizante”. Están tomadas del libro “Giner de los Ríos: un andaluz de fuego” (2011), editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía que me ha servido de apoyo para este homenaje a su persona y a su obra. En él se recogen opiniones de intelectuales de prestigio como José Ortega y Gasset, Juan Marichal, Elías Díaz, Emilio Lledó, Pedro Cerezo o Luis García Montero.
Creo que este hombre es poco conocido en nuestro país a pesar de que sus ideas son de una rabiosa actualidad: creencia en la ciencia y en el conocimiento, en la educación como factor de desarrollo cultural y progreso social o en la búsqueda por una paz mundial. Se necesitarían muchos artículos para dar una somera pincelada de las múltiples facetas que este intelectual abarcó. Yo sólo voy a describir algunas para aproximarme a su perfil. Pedagogo, ensayista y filósofo, nació en Ronda (Málaga) el 10 de octubre de 1839. Se matricula en la Universidad del Granada y obtiene el Grado de Bachiller en Derecho. Más tarde se traslada a Madrid para realizar el doctorado y toma contacto con Julián Sanz del Río, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón. Ingresó en el Ministerio de Estado como agregado diplomático y es nombrado catedrático numerario por oposición de “Filosofía del Derecho y Derecho Internacional” en la Universidad de Madrid.
Impulsó proyectos como el Museo Pedagógico Nacional, la Junta para la Ampliación de Estudios, la Residencia de Estudiantes o Las Colonias Escolares. Para Pedro Cerezo “Giner de los Ríos representa en el panorama cultural español durante el último cuarto del siglo XX un regeneracionismo integral de índole cultural, científica, ética y humanista con el propósito de hacer un hombre nuevo”. Demuestra su visión y preocupación por la educación el hecho de que de los veinte tomos de sus “Obras completas” ocho están dedicados a ella.
En esta línea, el 10 de febrero de 1876 funda la “Institución Libre de Enseñanza” (ILE), tal vez su obra cumbre. Era un modelo educativo basado en el aprendizaje intuitivo; la eliminación de barreras entre entorno y escuela; la coeducación; el aprendizaje de idiomas; el contacto con la naturaleza o la inexistencia de exámenes. Nació como una escuela de estudios superiores, una especie de Universidad Libre, aunque más tarde se fue decantando hacia estudios de primera y segunda enseñanza. Estaba convencido de que “La mitad del problema español está y sigue estando en la escuela, cuya finalidad es formar hombres educando el cuerpo y el espíritu tanto o más que el entendimiento, la voluntad o la conciencia del deber… porque el problema de la regeneración de España es pedagógico más que económico”: Emilio Lledó en la obra referida (2011). Sólo con citar estos nombres, que de alguna manera estuvieron vinculados a la ILE, podemos vislumbrar su enorme dimensión: Manuel Azaña, Julian Besteiro, Joaquín Costa, Manuel de Falla, Juan Ramón Jimenez, Antonio Machado, Severo Ochoa, Federico García Lorca, Fernando de los Ríos, Miguel de Unamuno o Maria Zambrano.

En 1916 la Fundación Francisco Giner de los Ríos inicia con “Principios de Derecho Natural” la publicación de los veinte tomos de sus “Obras completas”. Sería prolijo reseñar todos sus escritos por lo que sólo refiero éstos: La Universidad Española, Estudios sobre Educación, Antología Poética, Estudios de Literatura y Arte, Lecciones Sumarias de Psicología, Estudios Jurídicos y Políticos o Ensayos. Y como los tentáculos de la ILE eran alargados, llegaron hasta Granada. José María Ruiz coordinó el libro “Huellas de la Institución Libre de Enseñanza en Granada” (2019) del que es también coautor. Surgió en el seno del Aula Permanente de Formación Abierta y el prólogo corrió a cargo de Juan Mata, profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Facultad de Educación de la UGR, quien afirma: “Podemos regocijarnos y celebrar la importante labor de renovación pedagógica, a la vez que ética y cultural que promovió la ILE”.
A la una de la madrugada del 18 de febrero de 1915 Giner de los Ríos muere en Madrid en la sede de la ILE donde vivía. La Guerra Civil supuso el final de esta Institución que fue ilegalizada mediante el Decreto del 17 de mayo de 1940 “Por sus notorias actuaciones contrarias a los ideales del Nuevo Estado” y le fueron incautados sus bienes. No obstante, en 1978 el Gobierno reconoció a la “Fundación Francisco Giner de los Ríos” como heredera y continuadora de la ILE que tomó posesión de su edificio. En el poema “A Don Francisco” como un homenaje a su muerte, Antonio Machado escribió: “Como se fue el maestro, la luz de esta mañana me dijo: Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja. ¿Murió?… Sólo sabemos que se nos fue por una senda clara diciéndonos: hacedme un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Vivid; la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; lleva quien deja y vive el que ha vivido. ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
Finalizo este artículo con una hermosa e ilustrativa cita de D. Manuel Azaña: “Este hombre extraordinario fue el primero que ejerció sobre mí un influjo saludable y hondo. La obra de Giner es tan considerable que hoy cuanto existe en España de plenitud moral lo ha creado él”. Descanse en paz este gran pensador.






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