El autor de la novela, Kate no olvida, (Npq Editores), el profesor y escritor Nicolás Estévez Fuertes, nació en 1948 en Villalonga (Comunidad Valenciana), es Doctor en Lingüística y Literatura por la Universidad de Murcia, estudió en la Universidad de Granada, en la Universidad de Valencia y amplió su formación en la Universidad de Liverpool (Reino Unido) y cursó estudios de literatura creativa en la Universidad de Harvard (EE.UU.).
Su primera novela, Entre corazones de ámbar, ha alcanzado su cuarta edición y ha sido traducida al lituano, inglés y alemán. A su vez, ha sido su carta de presentación en el campo de la narrativa. Ahora, con Kate no olvida, reafirma su voz literaria con un trazado firme y consistente.
La nueva obra de Nicolás confirma una madurez narrativa y un profundo respeto por el lenguaje. Su escritura es minuciosa, casi artesanal, tejida con precisión de orfebre. En tiempos de prisa y ligereza, su prosa recuerda que escribir es un arte de composición, donde cada palabra encaja en una arquitectura verbal que emociona y atrapa. En Kate no olvida esa atención al detalle se traduce en una narrativa casi cinematográfica: capítulos breves, imágenes nítidas y una estructura de guion visual que conduce al lector por la historia con ritmo y claridad.

El autor nos sitúa en un periodo crucial del siglo XX: la Guerra de Vietnam un conflicto que marcó la geopolítica y la conciencia de toda una generación. A través de una trama que se desarrolla entre 1965 y 1968, Nicolás entrelaza la historia oficial con las vidas anónimas que habitan en su reverso: los pequeños gestos, las emociones, los miedos y las esperanzas de quienes intentan sobrevivir entre la devastación.
El contexto histórico no es solo un telón de fondo, sino una reflexión sobre el desencanto y la manipulación ideológica de los conflictos bélicos. La juventud, la lealtad, la patria y la obediencia se confrontan con la conciencia individual y el precio de la libertad. El autor rescata, además, la dimensión humana del conflicto: el amor como refugio, la compasión como acto de resistencia y la esperanza como ave que canta aún bajo la tormenta —una clara resonancia de Emily Dickinson, poeta norteamericana, que Nicolás conoce por haber colaborado como coeditor en algunas publicaciones y traducciones de sus poemas y cuya influencia impregna el tono lírico de la obra.
La novela, dedicada a “todas las víctimas silenciadas por las guerras”, se lee también como un homenaje a la memoria. A lo largo de la narración, la figura de Kate —enigmática, poderosa y frágil a la vez— se convierte en símbolo de esa memoria que se niega al olvido. El retrato fotográfico que inspira su imagen, obra de la artista lituana Irena Baker, potencia la dualidad entre la belleza y el misterio que recorre todo el libro.

Uno de los elementos más sugerentes de Kate no olvida es su vínculo con la música: Dylan, Báez, The Beatles o Louis Armstrong trazan una banda sonora que acompaña al lector y conecta emocionalmente con el espíritu de una época. Cada canción resuena como un eco de resistencia y utopía, recordando que incluso en medio del horror, el ser humano busca belleza y sentido.
Fiel a la cita de John Steinbeck que abre la novela —“La guerra es un síntoma del fracaso del hombre como animal pensante”—, Nicolás invita a reflexionar sobre los errores que se repiten y sobre la necesidad de recordar para no reincidir. Si Kate no olvida, ¿quiénes somos nosotros para hacerlo? Tal vez esa sea la pregunta que, una vez cerradas las páginas del libro, sigue latiendo en la conciencia del lector.
Maite Sastre
Profesora






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