Hugo Escribano, estudiante de 14 años, presentó en Hervás su novela ‘Daniel, el grito de las sombras’ (Aliar Ediciones), una obra llena de tensión argumental y giros inesperados que aborda el acoso y el poder de las palabras. El acto, celebrado ante una sala abarrotada, reunió a numerosas personas y estuvo marcado por la emoción y los aplausos.
El joven escritor, Hugo Escribano Montero, con su ópera prima, convirtió el auditorio del Museo Pérez Comendador Leroux, en Hervás, (Cáceres) en un hervidero de emoción. Una sala que habitualmente se dedica a la música y al arte se transformó por completo para acoger la presentación de Daniel, El grito de las sombras, su primera novela.
Al principio parecía que la sala iba a estar vacía, pero a última hora no dejaba de llegar gente, lo que provocó que se sacaran sillas y, segundos después, se cerrará el aforo. Aun así, el público se acumuló en las escaleras, lo que obligó también a cerrar el acceso a las mismas, dejando al resto de asistentes en la planta baja del auditorio, desbordando el espacio como si la emoción y curiosidad no se pudieran contener.
El acto estuvo conducido por Francisco Moriche Mateo, escritor y maestro, quien resumió el impacto de la obra: “Un libro valioso, una lección de vida y una historia necesaria”.
Después tomaría la palabra el precoz escritor, Hugo Escribano Montero, que despertó muchísimos aplausos. Acto seguido respondió preguntas de los presentes, firmó, vendió ejemplares y se sacó fotos con los presentes. En ese momento se reabrió el aforo, permitiendo que los demás se acercaran al autor, aunque muchos tuvieron que marcharse por la interminable cola que se había formado.
Mensaje del autor
Durante su intervención, el joven autor se dirigió a un público completamente entregado, que escuchó cada palabra con atención. Con voz firme pero emocionada, Hugo Escribano comenzó: “Gracias por estar aquí hoy, en un día que para mí significa muchísimo: la presentación de mi primer libro. Este libro es como un primer hijo… lo he visto nacer, crecer, y hoy lo dejo salir al mundo para que camine solo.” La sala guardó silencio absoluto. Cada frase del escritor de 14 años parecía flotar en el aire con una sinceridad desarmante. “Hoy no vengo solo a hablar de un libro —indicó—; vengo a compartir una historia que nació en silencio, creció entre sombras… y que hoy se alza con fuerza para ser escuchada.”
El primer bloque de su intervención giró en torno a las sombras, tema central de la obra. “Las sombras no son solo oscuridad. Son heridas invisibles, las que no se ven pero marcan profundamente. Solo persisten si las dejamos crecer. Yo he decidido no dejar que sigan gobernando mi vida.” Sus palabras, pronunciadas con serenidad, arrancaron los primeros aplausos de una sala que se reconocía en ese espejo de luz y dolor.
Hugo continuó hablando del poder de las palabras: “Las palabras construyen y destruyen. Pueden levantar muros o tender puentes, curar heridas o abrirlas más. Este libro nace de esa fuerza invisible… de las palabras que nos atraviesan y se clavan en la memoria.” Luego se detendría en uno de los conceptos más impactantes de su discurso: “El silencio que grita es el miedo a hablar, el de quien calla pensando que nadie lo creerá. Pero ese silencio se convierte en una bomba que estalla, y a veces ya es tarde para reparar lo roto.” Así mismo, explicaría los tres gritos que articulan su novela —el del silencio, el de las sombras y el de la luz— y resumió su mensaje más profundo: “Porque incluso en la noche más oscura puede nacer la claridad de una voz que dice: aquí estoy, sigo vivo, sigo luchando.” Acto seguido, explico el marco narrativo de la obra como de lo que trataba: “No es una historia de héroes ni batallas épicas. Es la historia de Daniel, acusado falsamente y acosado, cuyo dolor muestra que las sombras crecen si nadie interviene, pero que la luz puede abrirse paso cuando alguien escucha o pide perdón.” Con la voz entrecortada, dedicó un espacio a los agradecimientos: “A mi familia, sois mi columna vertebral. También quiero recordar especialmente a mi abuelo, Joaquín Montero Bernal. A mis amigos, los de siempre y los de lejos, en especial los de Getafe. Aunque la distancia nos separe, sé que estáis presentes.”
El discurso, que duró más de veinte minutos, se cerró con un mensaje de esperanza: “Nadie debería caminar solo entre sombras. Que las heridas invisibles merecen ser vistas. Y que la luz siempre encuentra una grieta por donde colarse. Porque al final, todos llevamos un Daniel dentro… y todos podemos ser el Jorge que tiende una mano para sacarlo del puente.” Un aplauso que se hizo eterno llenó la sala. Poco a poco, el público se puso en pie. Tres minutos de ovación ininterrumpida que el presentador, Francisco Moriche, tuvo que cortar entre risas y emoción. Hugo Escribano había conseguido lo que pocos logran: recorrer, con sus palabras, la vida y las emociones de todos los presentes. Su discurso fue, más que una presentación, un viaje colectivo por las sombras y la luz que todos llevamos dentro; un testimonio de que la literatura —incluso en voces tan jóvenes— puede ser un acto de amor, empatía y perdón.
Preguntas del público
Tras su discurso, Hugo Escribano respondió varias preguntas del público. Una orientadora escolar, madre de un niño que había sufrido bullying, le preguntó qué mensaje daría a los padres y a los centros educativos; él destacó la importancia de dedicar tiempo a los hijos y de activar protocolos escolares de manera temprana.
Otro asistente le preguntó qué valores le habían inspirado a escribir la novela, y Hugo respondió instantáneamente: “Empatía, amor y perdón”, lo que despertó otro fuerte aplauso del público. A lo largo del turno de intervenciones también se sucedieron felicitaciones y más preguntas, reflejo del interés y la admiración que despertó su obra.
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