Está demostrado científicamente que los olores marcan nuestra vida y están completamente enlazados con esa área de nuestro cerebro que se encarga de los recuerdos. Recordamos muchos momentos gracias a los aromas de la niñez e infancia. Revivo el olor a caramelo que se quedaba en la cocina cuando mi madre hacía flan de huevo y leche, del olor a café recién hecho por mi abuela Laura, del olor a puchero de coles de María la Estanquera, del olor costra de azúcar que impregnaba todo el pueblo cuando era época de campaña y molienda.
«Casi todo el mundo ha tenido la oportunidad de sentir un olor y de repente encontrarse perdido en un sueño, en un recuerdo de hace mucho tiempo, el olor de pan recién hecho tal vez trae de vuelta la mañana en la casa de la abuela» |
Casi todo el mundo ha tenido la oportunidad de sentir un olor y de repente encontrarse perdido en un sueño, en un recuerdo de hace mucho tiempo, el olor de pan recién hecho tal vez trae de vuelta la mañana en la casa de la abuela o un cierto perfume que siempre trae un cierto tiempo en la escuela de Doña Nati.
Salobreña antes olía a muchas cosas o tal vez era que yo tenía desarrollado el sentido del olfato y mi alma era mucho más absorbente que lo es ahora con el paso de los años. Los olores, como los sonidos tienen esa capacidad de transportarnos a tiempos remotos. El olor del mar es el olor de mi primera infancia. Me recuerda a todos mis tíos, Modesto, Luis, Eduardo, Antonio, todos querían enseñarme a nadar y todos corrían por el rebalaje tratando de pillarme para zambullirme. Cierro los ojos y en un instante estoy en la Playa del Peñón oliendo a pulpo recién hecho en la choza de Teresa.
El olor a lavanda es el olor de mi madre, ella siempre poniendo flores en los cajones para perfumar la ropa, toda su ropa olía a lavanda. En ocasiones metía también algún membrillo amarillo que perfumaba todo el cajón; ese olor me transporta a la casa donde me crié, en la calle Cristo con mi primo Pepe Luis, los cajones de una cómoda de estilo que tenía prohibido abrir (pero que inevitablemente abría siempre que mi madre no estaba en casa) y allí, ordenada primorosamente toda la ropa y ese perfume maravilloso a limpio.
De vez en cuando, ciertos olores que desde niño no he vuelto a sentir, regresan a mí y me siento feliz y reconfortado.