¿Qué hemos hecho para que a esta comunidad joven le resulte la información aburrida y de nulo interés?
Me gustaría saber qué sabéis de la actualidad –le digo a un grupo de adolescentes. Y la mayoría ríe y se miran cómplices entre sí. Por cierto, ¿sabéis lo que es un bulo? Y entonces alguno se pone muy serio. La mayoría lo asocia con una noticia falsa o una información incorrecta. Algunos precisan algo más: un bulo no solo es información falsa, sino que también se caracteriza por su rápida propagación. De ahí deducimos una percepción moral más bien negativa. Otros apuntan más alto y se circunscriben más a su realidad: los bulos pueden ser creados por personas influyentes o por fuentes con intereses en manipular la información. Pero, también reconozco, en sus miradas desconcertadas una confusión que dejan al aire una falta de comprensión de este concepto.
Para seguir el hilo de la conversación, muestro interés por saber hasta qué punto estos adolescentes saben diferenciar un bulo de una noticia real. La reacción es la de siempre: una vez asimilada rápidamente la cuestión, todos quieren hablar al mismo tiempo. Desde la sinceridad, muchos reconocen su incertidumbre sobre su capacidad para discernir una de otra. Por el rabillo del ojo, veo una mano levantada. Contundente, afirma que podría distinguirlo si es evidentemente incoherente o disparatado. Otros mencionan la importancia de las fuentes fiables. Incluso alguno se fija en la presencia de imágenes lo cual aporta –dice– una indiscutible credibilidad.
Los miro y veo consumidores potenciales de entretenimiento más que de información. Pero, como quiero ratificarlo, les pregunto. Y pronto salgo de dudas: el entretenimiento es mucho más divertido a través de series, películas, videojuegos o directos en plataformas que atender impertérritos a los conflictos sociales, económicos, culturales.
Es fácil captar el mensaje: ¿qué hemos hecho para que a esta comunidad joven le resulte la información aburrida y de nulo interés? Como alguno dice, sin retórica: «Ya me enteraré por mi padre cuando algo sea importante». Y así, lo prioritario en su tiempo libre es el entretenimiento y no la información.
Esa es otra: ¿qué medios consultáis para informaros de la actualidad? La respuesta es obvia: el móvil porque valoran lo inmediato y la facilidad de acceso. No tienen otro púlpito de información que las redes sociales (X, TikTok e Instagram), aunque para no pocos de ellos la televisión sigue siendo el medio para las noticias, especialmente durante momentos familiares como las comidas. Este hábito puede estar influido por los adultos en casa y muestra que la televisión aún tiene un lugar relevante para algunos jóvenes.
Los adultos ponemos el grito en el cielo cuando nos sobrecargamos con tareas que consideramos inútiles. Pero olvidamos que también los adolescentes andan escasos de tiempo y sus hábitos de informarse también son rápidos. El hecho de que comiencen normalmente por las redes sociales está dañando su capacidad crítica. Preguntémosles cómo diferenciar bulo de realidad, e información y opinión. ¿Será que no tienen referentes periodísticos y, por ello, acuden a influencers?
Desterrado en muchos de ellos el criterio crítico, están orientados al entretenimiento. A diferencia de otras generaciones, el acceso a un auténtico océano de contenido hace que ni siquiera braceen. ¿Tienen las familias y los centros educativos los ojos vendados?
La educomunicación se hace cada vez más urgente para combatir la desinformación.
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