Miércoles, 12 de noviembre. Las aulas del CPR de Los Pinares de Peñuelas, Castillo de Tajarja y Fuensanta y del CEIP Federico García Lorca de Olivares están vacías: los alumnos de 5º, 6º y de 1º y 2º de ESO han cambiado pupitres y pizarras por senderos y miradores. Ese día, la naturaleza se convierte en su maestro y el entorno en su libro de texto.
Ambos colegios se han reunido en Olivares para realizar juntos la Ruta del Gollizno, una experiencia que combina aprendizaje, convivencia y descubrimiento. En clase ya habían trabajado la fauna, la flora y los lugares más representativos del recorrido, pero ahora tocaba verlos con sus propios ojos, sentirlos bajo sus pies y escucharlos en el murmullo del río.
La caminata comenzó en el colegio y, paso a paso, el grupo se dirigió hacia la fábrica de la luz y caminó por los márgenes del río Velillos en su ruta ascendente, tras cruzar por el moderno puente de hierro.

La subida continuó hasta la Fuente de la Buena Ventura, donde la mirada se detuvo en las impresionantes tobas calcáreas de la cueva de Los Dientes, un ejemplo vivo de cómo la geología moldea el paisaje.
En fila, los escolares avanzaron hasta el puente colgante, dejando a la derecha el camino que conduce a Tózar. Tras cruzar el puente y recorrer las pasarelas del margen contrario, alcanzaron el mirador de Tózar, desde el que se contempla la garganta del Gollizno y el curso del río en toda su belleza. El trayecto culminó en la Fuente de la Corcuela, donde hicieron una merecida parada para comer y recuperar fuerzas antes de regresar por el mismo camino.

Por falta de tiempo, ya que la vuelta desde Olivares para el alumnado de Peñuelas estaba programada para las 1:30, nos quedó alcanzar el lugar donde se encuentran las pinturas rupestres, con pinturas de miles de años, o llegar hasta el Castillo árabe de Moclín.
Más allá de la caminata, la jornada fue un espacio de convivencia: los alumnos de ambos centros compartieron experiencias, risas y aprendizajes, incluso el Instagram, y también algún que otro desencuentro, típico en estas edades de adolescentes, mientras el profesorado guiaba y acompañaba con entusiasmo. Aunque se intentó guardar silencio, fue inevitable que las risas y voces infantiles se mezclaran con el murmullo del río y el canto de los pájaros.
Por un instante, la naturaleza y la chiquillería compusieron una sinfonía peculiar, que según se mire podía parecer desordenada o perfectamente armoniosa. En ese escenario, convertido en aula al aire libre, la naturaleza ofreció lecciones que ningún libro sería capaz de transmitir con tanta fuerza y claridad.
La Ruta del Gollizno no fue solo un recorrido por la naturaleza, sino un verdadero viaje de aprendizajes. Cada paso estuvo lleno de retos y descubrimientos. El grupo vivió la superación personal al enfrentarse a la timidez para hablar con otros niños y niñas, pero también a retos físicos que supusieron la subida hasta la Fuente de la Corcuela, o tener que levantarse de una caída.
En todo caso el esfuerzo se convirtió en satisfacción al alcanzar la meta, o de ayudar a un compañero a conseguirlo. El momento de cruzar el puente colgante fue otro desafío: algunos lo hicieron con decisión, otros con cierta inseguridad, pero todos lograron atravesarlo, demostrando que el miedo se vence con valentía y apoyo mutuo.

La caminata también fue una lección de convivencia. Alumnos de distintos centros compartieron la experiencia, aprendieron a caminar en grupo, a esperar a los demás y a disfrutar juntos de cada parada. La naturaleza se convirtió en un espacio común que unió a todos, más allá de las diferencias.
El entorno enseñó además la importancia de la conciencia medioambiental: observar el río, las formaciones rocosas como son las tobas calcáreas; y la fauna y la flora del lugar despertó en los escolares el respeto por la riqueza natural y la necesidad de cuidarla.
La actividad tuvo un claro componente de deporte sano y saludable. El senderismo les permitió ejercitarse al aire libre, respirar aire puro y comprobar que el esfuerzo físico también es una forma de bienestar.
Y, quizá, lo más significativo, fue que durante toda la jornada los alumnos dejaron a un lado los móviles, y se dieron cuenta de que este tipo de actividades son una buena alternativa a las pantallas. Descubrieron que la mejor pantalla era el paisaje, que las mejores conexiones se daban en las conversaciones cara a cara y que la memoria más valiosa era la que se guardaba en la experiencia vivida.
La Ruta del Gollizno no fue solo una salida escolar, sino una oportunidad para descubrir que aprender también significa caminar juntos, observar con atención y dejarse sorprender por lo que nos rodea.
Enlaces de audiovisuales de la ruta.
- Audiovisual didáctico de la Ruta del Gollizno:
https://www.facebook.com/share/v/1CUxYKvTSA/?mibextid=wwXIfr
- Audiovisual_Así suena la Ruta del Gollizno:
https://www.facebook.com/share/v/1BpDSRUm59/?mibextid=wwXIfr
- Audiovisual de la Ruta del Gollizno en 7 segundos:
https://www.facebook.com/share/r/16iKUfjrXT/?mibextid=wwXIfr
Emilio Manuel Alba Fernández







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