Tanta importancia se le ha dado a esta obra en Estados Unidos que, a partir del año 2000, el “aprendizaje social y emocional” se ha integrado como parte del currículum escolar, con la misma importancia que puedan tener los conocimientos de lengua o de matemáticas. Pero no sólo allí, en miles de escuelas, diseminadas por todo el mundo, se enseña a los niños las habilidades de la inteligencia emocional. Si dejamos al azar la educación emocional de nuestros hijos, no es raro que entre nuestros jóvenes aumente la tendencia a la soledad, a la ira, a la depresión, a la ansiedad, a la falta de voluntad y a la violencia. Ahora bien, si les educamos la IE podemos lograr que aparezcan otras emociones como el optimismo, la esperanza, la confianza en los demás y el fomento de una vida familiar, profesional y social plácida y tranquila.
Entre los niños están muy extendidas una serie de actitudes negativas: el aislamiento, la depresión, la indisciplina, la ansiedad, el nerviosismo, la impulsividad, la agresividad y la ira, con lo que aumentan los problemas emocionales y la incapacidad para controlarlos. |
Para Goleman, el hombre tiene dos mentes: la racional y la emocional, la primera piensa y la segunda siente, y ambas están interrelacionadas. Cuando la relación entre ellas es armónica, el hombre puede ejercitar todos sus atributos mentales y emocionales y sentir una sensación de plenitud y felicidad, pero cuando hay desequilibrio entre ellas y la emoción domina a la razón, ésta se vuelve ineficaz y queda muchas veces anulada, al contrario ocurre cuando no dejamos fluir adecuadamente las emociones porque la mente las anula y reprime, entonces el ser humano se siente desdichado, incompleto e incapaz de sentir, amar y convivir.
Personas muy inteligentes, con un elevado CI (coeficiente intelectual), pueden cometer, y de hecho los cometen, tremendas estupideces y actuaciones irresponsables e irracionales, y la pregunta es inevitable: ¿cómo son posibles tales actos en estas personas? Sencillamente porque los más inteligentes pueden adolecer de una baja inteligencia emocional y no son capaces de gobernar ni dirigir su vida, movidos por impulsos emotivos incontrolables. Sólo el 20% de los factores determinantes del éxito son debidos al CI, en tanto que el 80% depende de otros factores, entre los cuales ocupa un lugar importante la IE (inteligencia emocional), junto a la clase social, la suerte, el aspecto, etc. Además, las personas que dominan adecuadamente su IE se sienten más satisfechas, tienen una relación más feliz en su vida de pareja, se adaptan más fácilmente a las relaciones sociales y al cultivo de la amistad, son más eficaces en su vida y tienen mayor capacidad para realizar una buena carrera profesional.
La inteligencia emocional está compuesta por una serie de habilidades de gran importancia hoy día: el autocontrol, el altruismo, el entusiasmo, la perseverancia y la automotivación. De todas ellas, las dos actitudes morales básicas que nuestro tiempo precisa con más fuerza son el autocontrol y el altruismo, es decir, la capacidad de poseerse a sí mismo y de saber vivir solidariamente con los demás.
Las investigaciones actuales concluyen que entre los niños están muy extendidas una serie de actitudes muy negativas, muy distintas de las anteriores, como son el aislamiento, la depresión, la ira, la falta de disciplina, el nerviosismo, la ansiedad, la impulsividad y la agresividad, lo cual significa un aumento de los problemas emocionales y la incapacidad de controlar éstos.
Y lo lamentable de todo ello es que la educación emocional la hemos dejado fuera del currículum. Nadie educa sobre ella, con el grave riesgo para el comportamiento social del niño que ello conlleva, pues cuando nos arrastran las emociones, la razón se siente desbordada y sometida; sin embargo, si las emociones están bien controladas, pueden ser positivas porque nos llevan a una acción racional y humanizada.
Quienes han desarrollado su inteligencia emocional son más felices, más eficaces y más capaces de dominar su mente. Los que no lo hacen, se debaten en luchas internas que socavan su capacidad de trabajo y les impiden pensar con claridad.
Gardner se opone al CI y dice que sus días de gloria están contados. Él distingue siete tipos de inteligencia, que luego amplía a 20: la académica (capacidad verbal y lógico-matemática); capacidad espacial; gracia corporal; dotes musicales; inteligencia interpersonal, por ejemplo, Martín Luther King; e inteligencia intrapsíquica (descubierta por Freud).
Salovery, por su parte, distingue cinco aspectos en las inteligencias personales, muy relacionadas con la capacidad emocional, siendo todas ellas de gran interés para el éxito social: conocimiento de las propias emociones, capacidad de controlarlas, facilidad para motivarse uno mismo, reconocimiento de las emociones ajenas y control de las relaciones.
Tan importante es el control de nuestras emociones que Mayer clasifica a las personas según puedan imponerse o no a ellas: y así, tenemos personas conscientes de sí mismas, cuando están psicológicamente sanos, no atados a sus emociones; personas atrapadas en sus emociones y, por tanto, esclavos de ellas; y personas que no aceptan de manera resignada sus emociones, sino que las viven en forma de contradicción y de lucha permanente.
Juan Santaella López