La propuesta de este taller nació con motivo del Día Internacional de las Personas con Diversidad Funcional, que se celebra cada 3 de diciembre. El equipo docente buscaba una actividad que fuera más allá de la mera conmemoración y que permitiera visibilizar la diversidad, fomentar la empatía y promover una convivencia inclusiva desde un enfoque vivencial y cercano al alumnado. La idea de invertir dinámicas habituales —haciendo protagonistas a los alumnos del aula específica— fue uno de los ejes más importantes desde el inicio.
La actividad se desarrolló en el CEIP Federico García Lorca y fue impulsada por las docentes Andrea López, especialista en Pedagogía Terapéutica y tutora del aula de Educación Especial, y Lydia Martínez, especialista de Audición y Lenguaje, quienes diseñaron y coordinaron cada momento del taller.

El taller se concibió como una experiencia conjunta de todo el centro, en la que cada grupo pudiera participar a su nivel y en la que los valores de la inclusión estuvieran presentes de principio a fin. Se organizó en tres grandes momentos consecutivos, cuidadosamente diseñados para generar un recorrido emocional y pedagógico.
En primer lugar, los alumnos del centro acudieron al aula específica, invirtiendo la dinámica habitual para que fuera este alumnado quien ejerciera de anfitrión y protagonista. Como gesto simbólico de esta visita y de este día, cada niño y niña recibió un marcapáginas de colores que representaba la diversidad y permitía familiarizarse con los distintos tipos de discapacidad.
A continuación, en pequeños grupos, el alumnado disfrutó de una lectura interactiva del cuento de Elmer, un clásico que celebra la diversidad y la belleza de ser diferente. Las docentes se apoyaron en ilustraciones, imágenes y preguntas sencillas para que todos pudieran participar. Algunos alumnos leyeron frases cortas; otros describieron colores o escenas, adaptándose la participación a las necesidades y capacidades de cada uno.
Tras la lectura, cada niño y niña recibió un cuadrado de un color distinto —simbolizando los cuadritos del elefante Elmer— en el que debía expresar qué le hace único o especial. Podían hacerlo con una palabra, frase, dibujo, símbolo o incluso con decoraciones creativas. Esta actividad fomentó la reflexión personal y la autoafirmación, destacando talentos, gustos, dificultades y formas diversas de comunicarse o sentir.

Como cierre, todo el alumnado colaboró en la construcción del gigante Elmer, dividido en cuadrículas y ubicado en una de las zonas más concurridas del colegio. Cada participante colocó su folio dentro de la figura, creando un mosaico multicolor que representaba la diversidad del centro: una imagen simbólica del valor de la inclusión.
El enfoque pedagógico de la actividad no se centró en las limitaciones, sino en las capacidades, talentos y singularidades de cada miembro del centro. La participación activa del aula específica como motor del taller fue clave para fomentar la igualdad y una mirada más horizontal. Y, por supuesto, la construcción del gran Elmer se convirtió en un acto colectivo que visualiza cómo cada niño y niña aporta un color único a la comunidad educativa.
«El 3 de diciembre no solo conmemoramos un día; celebramos la diversidad que nos hace equipo».

Andrea López Chamorro, especialista en Pedagogía Terapéutica y tutora del Aula de Educación Específica.
Lydia Martín, especialista en Audición y Lenguaje







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