Le pido a la IA que me diga que es el Espíritu Navideño y me lo define de la siguiente manera:
“El Espíritu Navideño es una sensación colectiva de alegría, paz, solidaridad y unión que surge durante las fiestas, impulsando la generosidad, el compartir y la reunión familiar, y que se manifiesta en actos de bondad y celebración, con raíces que van desde tradiciones celtas y nórdicas hasta interpretaciones religiosas que lo asocian con el nacimiento de Jesús y la activación de redes cerebrales relacionadas con la recompensa y la espiritualidad”.
El calendario de Adviento ya se acerca a sus últimos días. Es un calendario de «cuenta atrás» que actualmente, va desde el 1 hasta el 24 de diciembre. Se originó en la Alemania protestante del siglo XIX donde los niños encendían una vela cada día desde el primer domingo de Adviento, hasta el día de Nochebuena. Cada año se adelanta mas el anuncio de la Navidad.

Y cada año se diluye mas el verdadero Espíritu Navideño. Cada año se apoderan de la Navidad todos los excesos: de comida, de consumo, de festejos alocados… En estos días nos dejamos seducir por el ambiente festivo de los espectáculos de luces que se despliegan por el centro de las ciudades y los anuncios de fiesta de los medios de comunicación y las campañas de publicidad se desatan en todos los sectores. Se suceden las comidas y encuentros entre personas que durante el resto del año competirán entre si en las empresas y abundan los encuentros entre familiares que solo se ven de año en año.
Ese Espíritu Navideño de encuentro se acaba convirtiendo en glotonería y abuso de sustancias tóxicas que puede acabar de forma poco saludable mientras nuestros hospitales y sanidad pública están bajo mínimos y siguen desmontándose. Y la epidemia de gripe avanza. Ya parece que hemos olvidado los aplausos que dábamos al personal sanitario, durante el Covid, pero siguen siendo imprescindibles y mientras que los demás festejamos ellos son el verdadero Espíritu de la Navidad.
En realidad, en estas fechas nos cegamos mas que ante la gran afluencia de estímulos, de euforia y consumismo desatado que nos promete una felicidad que es pura quimera.
La verdadera solidaridad y la unión quedan aparcadas y mientras tanto, la indefensión y el sufrimiento del pueblo de Gaza es mas intensa que nunca. Pero ahora estamos muy atareados con los festejos y no nos queda tiempo para ocuparnos de un dolor ajeno y tan lejano.
El Espíritu Navideño parece no gozar de buena memoria porque la generosidad, el compartir y la reunión familiar, se olvidan de muchos mayores que en estas fechas siguen en las residencias presos de una soledad y melancolía que se vuelve aún mas intensa que en el resto del año.

En estos días, se pone el foco de atención en la infancia algo que me parece muy loable. Los niños y los abuelos son el verdadero Espíritu de la Navidad. Sin embargo, los abuelos y los mayores aunque van siendo cada vez mas numerosos, paradójicamente, se están quedando en último plano. Yo reivindico desde aquí el respeto y amor hacia la entrañable figura de los abuelos que tanta ternura y amor nos aportan. Ellos también fueron jóvenes y algún día, con suerte, todos seremos mayores. Pongámonos en su piel. Los abuelos son los que mas agradecen poder compartir estos días con sus seres queridos. Yo, en estos días echo especialmente de menos el cariño amable y desinteresado de mis mayores. El regalo mas entrañable son esos calcetines que con tanto cariño te regala tu abuela. Un regalo tan sencillo y humilde y que tanto abriga el corazón.
En estas fechas, la falta de bondad y celebración, de nuestra sociedad y de las instituciones que nos representan, se pone en evidencia, con actos y situaciones tan actuales y sangrantes como es el tema de la vivienda. En Badalona, han sido desalojadas cuatrocientas personas de su residencia en un antiguo instituto, sin que ninguna institución les ofrezca un lugar donde resguardarse en estas frías noches de invierno. ¿Se acordará alguien de ellos en Nochebuena?
Me pregunto que diría Jesús si se diera en estos días una vuelta por Gaza, por las residencias de mayores o por los barrios marginales y los centros de acogida. Los que mas cacarean y se dan golpes de pecho defendiendo el catolicismo son los mismos que abandonan a los mayores a su suerte en las residencias, condenan a la gente a vivir en la calle y apoyan causas que fomentan el uso de las armas, justifican el genocidio y convierten la Navidad en puro mercantilismo.
Hay muchas personas a las que por variados motivos no les gusta la Navidad, algo que me parece muy respetable. Aunque, no es mi caso, a mi si me gusta mucho celebrarla a pesar de que también he vivido situaciones tristes en esas fechas y a pesar de la melancolía que la acompaña, causada por la ausencia de seres muy queridos .

Actualmente, con tanto consumismo desatado la Navidad se nos está saliendo de madre. Mucho me temo, que inmersos en esta vorágine que no nos deja pararnos a pensar, se nos está olvidando cual es el verdadero origen y sentido de la Navidad y el Espíritu Navideño acabe diluyéndose como el humo en las noches ventosas convertido en una campaña mas de marketing de las grandes superficies comerciales. Ojalá no se confirmen mis temores y no sea la IA la única que recuerde lo que realmente significa y representa el verdadero Espíritu de la Navidad.
Les deseo una Feliz Navidad en la que se siga conservando su verdadero y ancestral espíritu y que este nos acompañe todo el año, como ya dijera Charles Dickens:
«Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año.»
Y yo, de paso, quiero honrar la memoria de mis mayores con este poema dedicado a mis abuelos.
La luz del agua en la mirada A mis abuelos José y Ana.
Evoco aquellas tardes de primavera
con el ligero aroma de los pinares
entreverado entre las hierbas silvestres,
esencias de menta, tomillo y romero .
Aquel aroma a naranja mandarina
que tan airosamente revoloteaba
entre las pequeñas manos de mi abuela.
Aquel olor a yerba, sudor y campo
que fluía de los pliegues de la ropa
con el ritmo de los pasos de mi abuelo.
Evoco aquellas tardes de brisa quieta
cuando el crepúsculo era puro remanso.
Añoro las aguas de la fuente grande,
manando tan alegremente ante mis ojos.
La luz del agua jugaba entre las hojas.
Aquel canto acuoso, alegre y cristalino
era como el pulso vivo de sus venas.
Refulgía en sus ojos la luz del agua.
Ese agua de la vida que fluye siempre
buscando desembocar en el amor.






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