Coral del Castillo Vivancos: «Los ojos de los pobres»

Charles Baudelaire, “El Spleen de París” (1869)

Me gusta pasear las tardes de otoño en la ciudad, y me gustan los tópicos otoñales: el dorado de los árboles, la caída de las hojas, la lluvia en el asfalto o ante los faros de los coches, las gotas en el cristal de los escaparates.

Me gustan los atardeceres nebulosos y grises, la gente que se apresura para llegar pronto a casa, el temprano encendido de las luces, el humeante olor que sale de las cafeterías, las castañeras de las esquinas y las ferias de libros antiguos que, fieles ,se congregan cada año como invocadas por los lectores ávidos de nostalgias.

Una parte del paseo lo hago por un embovedado de árboles que transcurre junto a uno de los tres ríos que atraviesan la ciudad, en el que las copas forman un dosel dorado bajo el que paso con una altivez regia como merece su cortesía.

Pero la melancolía lírica y real que emana de esos tópicos se convierte en tristeza y pesadumbre cuando entre los dorados, los olores o los atardeceres se cuelan siluetas oscuras, desdibujadas, amorfas, son los pobres de la ciudad, sí , pobres , nada de hipócritas eufemismos con los que la sociedad biempensante pretende atenuar o camuflar duras realidades a las que no quiere mirar de frente.

Definición de la RAE: pobre, adj. Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir. U. t. c. s. (usado también como sustantivo).

No es necesario añadir nada más a esta definición pero sí ampliar la mirada sobre ella, encararla y combatirla como sociedad y como individuos.

En nuestros paseos por la ciudad vemos a los pobres pero no los miramos, parece como si no quisiéramos que nuestra mirada se contamine con su visión, creo que ellos muchas veces agradecerían más una mirada de acogida que unas monedas, la mirada les devolvería por un instante la dignidad de su condición humana tan maltratada.

En nuestros paseos por la ciudad nos encontramos con frecuencia manifestaciones y protestas por las causas más variopintas, yo todavía no me he tropezado con una en contra de la POBREZA sin más, es una palabra tan pobre que no se merece ni una pobre pancarta en la que se lea NO A LA POBREZA, sin siglas ni eslóganes partidistas, en el caso de que se la apropiaran sería para aprovechar puntualmente el tirón emocional que conlleva, pasado ese momento , plegarían la pancarta y buscarían la siguiente que mejor respondiera a sus intereses, ya habría tiempo para volver a utilizarla cuando fuera necesario, ni pobreza ni pobres van a faltar.

Pero no solo está la pobreza que entorpece nuestros paseos sino también la pobreza escondida, la vergonzante, la que se esconde y disimula , la de los que tragándose lágrimas acuden al socorro de entidades que a veces son vapuleadas y cuestionadas por responder a esas peticiones de ayuda, pero que son las que sin pancartas ni eslóganes pagan recibos de luz, compran combustible y comestibles, dan material escolar a los niños , pagan el alquiler a familias que están a punto de ser deshauciadas o acompañan a ancianos en su soledad.

Por supuesto que todos queremos que no haya pobreza ni pobres pero hasta que ese objetivo sea el PRIORITARIO de los estados, gobiernos y sociedades, la gente tiene que seguir COMIENDO, PROTEGIÉNDOSE DEL FRÍO Y DEL CALOR, EDUCANDO A SUS HIJOS, y para ello muchos tendrán que seguir pidiendo ayuda a escondidas y otros, perdida hasta su dignidad y muchas veces deformados físicamente por la vida en la calle, la malnutrición, el alcohol o las drogas , aparecen como manchas en nuestros idílicos paseos otoñales o en los de cualquier otra estación del año porque para ellos solo hay una estación, la de la POBREZA, LA MISERIA Y LA DEGRADACIÓN.

He encabezado este artículo con el título de uno de los textos de Charles Baudelaire (1821- 1867) de su obra “El Spleen de París” ( publicada en 1869), colección de cincuenta pequeños textos en prosa poética de la que el escritor francés es un maestro, en ellos trata temas relacionados, como él mismo dice en el prólogo, con la vida moderna.

Y en esa vida moderna y urbana la pobreza , el dolor, la prostitución , la soledad se deslizan entre la belleza; el contraste es brutal, como un trallazo que sacude al lector y lo saca de la molicie y languidez en las que la belleza lo ha adormecido.

Uno de los textos dedicados a la pobreza es el titulado “Los ojos de los pobres”, en el que Baudelaire cuenta cómo al anochecer, después de una jornada junto a su amada, ella cansada quiere sentarse “ en un nuevo café, en una esquina de una avenida nueva, todavía llena de escombros pero que ya exhibía sus incompletos esplendores. El café resplandecía”, a continuación el escritor describe con pocas pero explícitas palabras el lujo y la belleza del nuevo café.

En ese momento de recreación del lugar , observa el autor: “Justo frente a nosotros, en la vereda, se había parado un hombre de unos cuarenta años, de rostro afligido y barba grisácea, con un niño de la mano y otro en brazos, demasiado pequeño para caminar. Haciendo de criada, sacaba a sus hijos a pasear de noche. Harapientos. Los tres rostros extraordinariamente serios y los seis ojos observaban atentamente el nuevo café con idéntica admiración que la edad matizaba diferentemente.

Los ojos del padre decían “¡ Qué hermoso! ¡Qué hermoso! Es como si todo el oro del pobre mundo estuviera en estas paredes”. Los ojos del niño “¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! Pero es una casa a la que solo pueden entrar los que no son como nosotros”. En cuanto a los ojos del más pequeño, estaban demasiados extasiados para expresar otra cosa que no fuera una alegría fascinada y profunda.”

Y sigue el autor “ No solo me enternecía la familia de ojos sino que me avergonzaban las copas y las botellas, más grandes que nuestra sed”.

En ese momento miró a su pareja para ver si ella sentía lo mismo que él, pero ella exclamó: “¡ Esa gente de ahí es insoportable, con los ojos abiertos como puertas de garaje! ¿No le pedirías al mozo que los aleje?”

Termina Baudelaire en un tono de profunda tristeza “¡Así de difícil es comprenderse, y así de incomunicable es el pensamiento, incluso entre gente que se ama!”.

No es el único texto de esta obra en el que el escritor francés muestra distintas facetas de la pobreza: la prostitución para sobrevivir en “La bella Dorotea”; “La Torta”, dos pobres niños se pelean ferozmente por un trozo de pan que para ellos es una torta y que termina desmigándose en la lucha por su posesión o “El juguete del pobre” en el que un niño pobre le enseña su juguete a un niño acomodado que lo está mirando fascinado detrás de la verja de su jardín, el juguete es una rata viva…..

Pobres, pobrezas, que siguen ahí en nuestros paseos o escondidas, con las que nuestras miradas se siguen tropezando y que a veces se detienen en ellas pero que son muchas más las veces que las esquivan.

18 de noviembre de 2025

Coral del Castillo Vivancos

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