Ha sido para mí un verdadero orgullo poder escribir esta historia que viví en primera persona, la de unos años en los que el valor humano compartido con Adora y su familia estaba por encima de todo sacrificio y trabajo.
De Adora aprendí a apartar de un plumazo los sinsabores que nos depara el destino y llenar nuestra vida de bellos recuerdos que nos despierten en la mañana.
Prólogo
Adora la Gitana, al igual que todos los libros escritos por Francisco Ávila, más conocido cariñosamente como “Paquito el Poleo”, es un libro entrañable que pretende rescatar, para que no caigan en el olvido, unos tiempos ya pasados.
A través de los recuerdos de Paquito niño, van apareciendo ante nuestros ojos las míseras condiciones humanas de los años cuarenta y siguientes del siglo pasado. El niño Paquito tenía y tiene una mirada curiosa y precisa de cuantas cosas sucedían a su alrededor. Su mirada se va deteniendo en cosas tan grandiosas como el jolgorio de unos grillos, la interminable procesión de unas laboriosas hormigas rojas, el canto de los pájaros en las choperas o la imagen casi onírica de dos cenizos convertidos en fantasmas nocturnos.
El libro lo conforman una serie de relatos cortos relacionados entre sí, agrupados en tres grandes apartados o capítulos: En el haza del río, El regreso y Con la familia de Adora. Es muy necesario destacar las deliciosas ilustraciones que el autor hace en algunos de los relatos, una muestra más de su enorme memoria creativa, así como de unas interesantes fotos que completan el texto.
Conozco a Paco el Poleo desde hace mucho tiempo y sé de su creatividad, constancia, generosidad y lealtad. He tenido la oportunidad de compartir con él muchos momentos en la actividad política y cultural de nuestro pueblo. Como concejal de Cultura se bastaba, sin apenas recursos económicos ni medios materiales, en desarrollar actividades de todo tipo. Para que ese milagro fuera posible él era el primero, y a veces el único, en realizar los trabajos manuales necesarios para que cualquier actividad se hiciera realidad. Siempre me ha producido una enorme admiración que, siendo una persona autodidacta, domine prácticamente todas las técnicas manuales y plásticas, como resultado de los muchos oficios realizados a lo largo de su vida, pero, sobre todo, de su enorme curiosidad y afán de aprender. Su casa es un maravilloso ejemplo de esa riqueza creativa.
Le he dicho en privado en muchas ocasiones, y hoy lo escribo públicamente aquí, que sus libros deberían estar en todas las bibliotecas escolares y especialmente en las de Maracena. Como amante que soy de una educación que sea útil para la vida de las personas y para su felicidad, creo que un libro como el de Adora la Gitana, además de ser una deliciosa lectura, es un material didáctico de extraordinario valor para conocer la vida cotidiana de otras generaciones que nos precedieron. No exagero si digo que un libro como este es una fuente histórica de primera magnitud para conocer la Historia más reciente de Maracena.
Es por ello que me ilusiona imaginar una clase cualquiera de Primaria o de Secundaria en la que un libro como Adora la Gitana pueda ser leído, comentado y, aún más, provocara algunas reflexiones sobre las duras condiciones de vida de unas humildes personas, en este caso además de etnia gitana, luchando contra su pobre destino con una grandeza extraordinaria. No hay mejor lectura que aquella que nos hace reflexionar sobre el mundo que nos rodea. Si además es sobre nuestro entorno más próximo, mucho mejor aún.
Paco Olvera
Maestro,
Inspector de Educación,
Fue alcalde de Maracena
EN EL HAZA DEL RÍO
La historia que os voy a contar sucedió allá por el 1944, tendría yo los siete años apenas cumplidos. Nos habíamos enterado, por el clamor que corría de boca en boca en el pueblo, de que el Genil se había desbordado en las proximidades de Purchil, a causa de un fuerte temporal que azotó toda la ribera del río. El agua turbulenta del cauce, en su arrastre, había llegado hasta los secaderos de la viuda del Tortas.
Con esta noticia sobre los hombros, mi hermano Manuel y yo, junto con nuestros recientes amigos de la Era Baja, nos pusimos en camino deseosos de ver el caudal del río. La urgencia era por el peligro que corría nuestra finca de doce marjales, que estaba allí mismo, codo con codo con los secaderos de doña Luisa, más conocida como la viuda del Tortas.
Este fenómeno del temporal ya había ocurrido varias veces por la zona. De hecho, muchos agricultores habían optado por sembrarla de chopos por temor a los desbordamientos. Las tierras, una vez que habían sufrido el arrastre del agua turbulenta, se convertían en un arenal de piedras y lima nada recomendable para los frutos más delicados y de mayor rendimiento de esta franja paralela al río Genil, como lo eran las habas, las patatas, la remolacha, el maíz, el trigo, la cebada, los linos o los cáñamos. Por este motivo, las cosechas se veían cada vez más alejadas del río, sustituidas por estas nuevas plantaciones de chopos de madera blanda de rápido crecimiento.
Llegamos allí sobre las once del día y, efectivamente, el peso del agua había alcanzado el nivel de los secaderos de la viuda del Tortas. Después, como buscando la corriente, se deslizaba a marchas forzadas queriendo retornar de nuevo al cauce.
[Continua la próxima semana]

Francisco Ávila
‘El Poleo’
Autor de ‘Adora la gitana’





