Eva Fernández García
En primer lugar, añadir que haber visitado este sitio ha sido muy considerado por parte de nuestros profesores por la seriedad del asunto, ha sido un golpe de realidad el estar allí y conocer su historia, y con ella la de muchas personas que ni siquiera conocemos, pero no es necesario conocerlas para que te choque todo lo que cuentan y lo que ves allí.
Me ha gustado mucho hacer esta visita porque me ha enseñado muchas cosas. Me ha impactado muchísimo su historia, cuando varias personas nos han contado su versión sobre la lucha que están haciendo por encontrar a sus familiares y a la vez los de los demás, porque su sufrimiento es conjunto, juntos se han iniciado en esa búsqueda, en voz de todas esas personas que fueron fusiladas durante la época franquista, y de todos los familiares que lo único que saben es que su abuelo, madre, tío, o bisabuelo están enterrados de mala manera en cualquier parte, sin saber dónde, solo sabiendo la triste manera en la que murieron, siendo reprimidos y fusilados violentamente, sin motivo alguno, solo por tener una ideología diferente o simplemente por nada. No fue justo todo lo que sufrieron estas víctimas inocentes, no hay nada que justifique estos actos.
Cualquier persona que no conoce de nada este sitio, lo que ve a primera vista es un bonito paisaje de montaña, pero una vez que estás allí siendo consciente de dónde estás, ya nada es lo mismo. Bajo tus pies, sin saberlo, puede haber un cúmulo de personas enterradas fríamente, y hasta que no lo ves te cuesta creerlo y ser realmente consciente, por eso, cuando tuvimos la oportunidad de acercarnos a una fosa que estaba siendo investigada, fue algo indescriptible, al ver esa imagen tan cerca y a la vez tan lejos se te remueve algo por dentro, es algo muy fuerte y chocante ver esos restos de personas que no hicieron nada malo a nadie, y aún así les tocó vivir esa situación tan inhumana.
Me parece un acto increíble por parte de la memoria histórica y todas esas personas que participan en estos proyectos y hacen realidad los sueños de cientos de personas de por fin encontrar a sus familiares y darles la despedida que merecen, es un acto de valentía y mucho valor, cambian la vida de las personas y eso es de admirar.
De esta visita me llevo el máximo respeto hacia todas aquellas víctimas inocentes de la guerra civil halladas en fosas comunes, en cualquier parte. También hacia todos sus familiares, centrados en su búsqueda, y por supuesto, hacia todos los investigadores y trabajadores implicados en estos proyectos tan significativos, hacen una gran labor. Y por último y por supuesto agradecer a nuestros profesores por darnos esta oportunidad, por mostrarnos y enseñarnos la realidad de lo que fue y no creer lo que cuentan tan fácilmente, porque cada uno cuenta lo que cree desde su punto de vista, y así puede haber muchas versiones distintas de lo que fue, pero realidad solo hubo una, y ahora ya la conocemos como se merece, así que gracias por querer enseñarnos lo mejor siempre.
Francisco García García
La visita al barranco de Víznar me removió más de lo que esperaba. Antes de ir ya tenía algunas nociones sobre la Guerra Civil Española, tanto por lo que habíamos estudiado en clase como por algunas historias que me había contado mi abuela. Pero una cosa es conocer los hechos de manera teórica y otra muy distinta es estar allí, en el lugar donde ocurrieron, y escuchar los testimonios de personas que hablaban de sus propios familiares. De repente, lo que antes eran fechas y datos se convirtió en algo real, cercano y humano.
Mientras caminábamos, nos entregaron una ficha con información histórica, y me impactó especialmente la diferencia abismal en el número de víctimas entre el bando republicano y el franquista en este periodo. Verlo escrito, con cifras tan claras, me hizo entender la magnitud del horror de una forma que ningún libro había conseguido. Todavía me parece surrealista pensar que se matara a gente simplemente por tener una ideología diferente, por pensar distinto o por pertenecer a una familia concreta. Esa parte me cuesta asimilarla incluso hoy.
La fosa que visitamos fue uno de los momentos más duros. Ver restos humanos, huesos que aún conservaban botones, zapatos o trozos de ropa, me dejó sin palabras. Y hubo algo que me marcó especialmente: el caso de un niño cuyo cuerpo apareció con un lápiz y una goma en el bolsillo hace unos años. Ese detalle tan simple me golpeó profundamente. Es fácil imaginar lo que representaban esos objetos para él: ir a la escuela, dibujar, aprender… Y pensar en cómo terminó su vida allí, sin sentido alguno, me dejó un nudo en la garganta.
Al final de la visita sentí que no solo había aprendido más sobre la historia, sino que la había sentido. Me fui con la impresión de que recordar es una responsabilidad, no sólo para honrar a quienes murieron, sino también para entender qué significa la justicia, la dignidad y el valor de la vida humana. Y, sobre todo, para que algo así no vuelva a
repetirse nunca.
María Diáguez Espínola
Visitar las fosas comunes del Barranco de Víznar en Granada ha sido una de las experiencias más duras y reales que he vivido. Hasta ese momento, la Guerra Civil y el franquismo eran para mí temas de libro, fechas y nombres que estudiábamos para los exámenes, pero estar allí, en silencio, frente a un lugar donde hubo tanto dolor, cambia completamente la manera de entender la historia.
Caminar por aquel lugar, sabiendo que bajo nuestros pies hay personas que fueron asesinadas sin juicio, sin defensa y sin despedida, me produjo una sensación muy difícil de explicar. No era solo tristeza, era una mezcla de rabia, impotencia y respeto. Pensar que muchos de ellos fueron llevados allí de noche, con miedo, sin entender siquiera por qué iban a morir, me hizo darme cuenta de la brutalidad real de lo que significó el franquismo para tantas familias. Me parece increíble que tantas personas fueran asesinadas por pensar diferente, por defender ideas políticas o simplemente por ser considerados “peligrosos” por el régimen.
Durante la dictadura no solo se prohibieron ideas políticas, también se prohibió hablar, pensar libremente y hasta recordar. Muchas familias tuvieron que vivir con el silencio, con el miedo a preguntar, con la obligación de fingir que nada había pasado. Me impactó pensar que durante décadas no se pudo ni siquiera buscar a esas personas, como si no hubieran existido. Eso me parece una de las cosas más crueles, no solo les quitaron la vida, sino también el derecho a que sus seres queridos pudiesen enterrarlos con dignidad. Ver las fosas me hizo darme cuenta de que no estamos hablando de algo tan lejano, sino de heridas que siguen abiertas en muchas familias.
En ese lugar también pensé en Federico García Lorca, ya que me contaron que fue asesinado cerca de allí, y en todos los artistas, maestros y personas anónimas que fueron perseguidas solo por querer una sociedad más justa. o simplemente por no encajar en lo que el régimen consideraba correcto, hecho que obligó a la mayoría a exiliarse. También, me hizo darme cuenta de que el franquismo no fue solo una dictadura política, sino una forma de controlar la vida, el pensamiento y hasta los sentimientos de las personas.
Lo que más me impresionó fue el silencio del barranco, ese silencio lleno de memoria. Me hizo pensar que esos lugares no son solo tierra y árboles, sino memoria viva. Sentí que, de alguna manera, nuestra presencia allí era una forma de respeto, como si al mirar, escuchar y recordar, estuviéramos haciendo algo que durante muchos años estuvo prohibido.
Los testimonios de quienes vinieron voluntariamente a hablarnos sobre la represión franquista y sobre las fosas, me conmovieron en cierto modo. Escucharlos hablar sobre cómo un día se llevaron a sus abuelos, tíos o padres, y como nunca más los volvieron a ver, me provocaba un sentimiento profundo y triste.
Salir de allí me hizo valorar mucho más la democracia y la libertad que tenemos ahora. A veces nos quejamos de cosas pequeñas sin darnos cuenta de que hubo gente que no pudo opinar, votar, expresarse o vivir sin miedo. Entendí que la libertad no es algo que se hereda, sino algo que se defiende y se cuida. Creo que esta visita no debería ser vista como algo político, sino humano. No se trata de reabrir heridas, sino de darles dignidad a quienes fueron borrados. Me fui del Barranco de Víznar con una sensación muy clara: olvidar sería una segunda muerte para esas personas, y recordar es una forma de justicia, de darles el prestigio y el honor que merecen, tanto ellos como sus familias.
Esta experiencia no solo me enseñó historia, me enseñó empatía, respeto y la importancia de no ser indiferente. Me hizo valorar lo que tenemos asumido como básico. Porque hoy en día resulta muy fácil expresar lo que sentimos y opinamos en cualquier red social, sin miedo a ser represaliados, cosa que hace unos años habría resultado imposible. Con todo ello he llegado a la conclusión, de que debemos seguir luchando por lo que nos parece justo, por nuestros derechos y por lo que opinamos, y recordar lo que sucedió, y todo lo que tuvieron que luchar muchas personas para poder conseguir lo que tenemos ahora, porque cuando una sociedad deja de mirar su pasado, corre el riesgo de repetirlo.
Índice de la serie:
«Llevamos mucha verdad metida dentro del corazón» (1/5): José Mª García-Consuegra






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