Tengo para mí, que el pálpito de la existencia de “intocables políticos” en España no nace exclusivamente de las sentencias judiciales ni de la literalidad de las leyes, sino –también– de algo más profundo y difícil de medir: la percepción ciudadana sobre cómo funciona realmente el poder. No se trata sólo de legalidad, sino de confianza; de la corazonada –cada vez más extendida– que no todos los actores públicos responden del mismo modo ante la ley (al menos en primera instancia).
Y este sentimiento –¿lo dudáis?– no surge de la nada. Se alimenta de procesos que se dilatan durante años, de dimisiones que nunca llegan o de responsabilidades políticas que se diluyen en tecnicismos. Incluso cuando existen resoluciones judiciales o decisiones administrativas, la narrativa dominante suele ser la de la impunidad.
Además, las redes sociales han amplificado esta brecha. Por un lado, han abierto un espacio inédito de participación, denuncia y fiscalización del poder, permitiendo que la ciudadanía cuestione los relatos oficiales y visibilice abusos que antes quedaban relegados al silencio, aunque –y aún más cierto– también han intensificado la polarización, convirtiendo muchos casos en munición partidista. La exigencia de responsabilidades se interpreta a menudo no como un ejercicio de control democrático, sino como un ataque ideológico.
En este contexto, la figura del “intocable” deja de ser un político concreto para transformarse en un símbolo. Un símbolo del desencanto colectivo, de la sospecha permanente hacia las instituciones La discusión ya no gira tanto en torno a los hechos como a quién los protagoniza y desde qué trinchera se juzgan.
En última instancia, más que “seres impuros”, lo que existe es una ciudadanía expuesta a una rendición de cuentas fragmentada, irregular y, en ocasiones, opaca. Un escenario donde la visibilidad del poder no siempre va acompañada de una responsabilidad clara y comprensible. Cuando esta percepción se mantiene en el tiempo, el daño es profundo y erosiona los pilares fundamentales de la democracia.
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