José Luis Abraham López: «El trabajo con-sentido»

Daniel Blake es un inglés de cincuenta y nueve años que de pronto se ve angustiado por una situación extrema. Debido a una enfermedad cardíaca el tribunal médico le prohíbe trabajar pero al mismo tiempo la seguridad social le exige buscar empleo, así que acude obligado a un curso de formación. En la primera sesión del mismo, el protagonista tiene que escuchar al instructor su particular código de la motivación: “Para los que vivimos en el mundo real eso significa que debe destacar de entre la multitud, que se fijen, ser listos. Hoy en día no vale solo con demostrar que tenéis la capacidad; tenéis que demostrar vuestro interés y dedicación”. Me refiero a la película Yo, Daniel Blake.
El que más el que menos ha tenido que agudizar el ingenio desde que la pandemia se ha convertido en nuestro más incómodo huésped, siempre inoportuno, y así existen empresas que no han dudado en ofertar empleos que nos pueden parecer una auténtica, disparatada y hasta frívola broma.

¿Quién no ha deseado alguna vez (hasta soñado) conseguir un trabajo relajante, como el de probador de colchones? Resulta fácil demostrar interés, una innata dedicación y hasta una indiscutible capacidad; algunos incluso, un insobornable culto.

Que te paguen por tumbarte a la bartola sobre un colchón y otro y otro y después otro para determinar finalmente cuál es más cómodo, duradero o reparador para el sueño, puede despertar muchas envidias.

Los hay de todo tipo: como paseador de patos, probador de toboganes de agua, calentador de camas, afilador de lápices, catador de alimentos para mascotas, escritor de galletas de la fortuna, mamporrero, limpiador de chicles y semáforos, recogedor de pelotas de golf bajo el agua…

Unos, escatológicos; otros, arriesgados y divertidos pero todos –por ridículos, groseros e irrelevantes que los entendamos– tienen su función y su sentido, que no es otro que el de servir al bien individual o de la comunidad: hacer sentirse útil a quien lo ejerce como hacer feliz a quien recibe los servicios. Si de verdad el trabajo que desempeñamos nos define, ¿qué habremos de pensar de las personas que defienden con honradez los desempeños arriba mencionados?

Parece obvio que nadie escapa a sus circunstancias y si supiéramos la vida laboral de cada uno de nosotros, nos podríamos quedar perplejos. Lo cierto es que también a los trabajos se llega por caminos algunas veces ciertamente inescrutables pero no es mal consejo el de Confuncio: “elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”.

Así, pues, que cada uno mantenga firme su plaza y en ella se sienta el rey del mambo, sea con colchones de plumas o dejando correr la pluma mientras sigo pensando que si de verdad el trabajo dignifica, personifica, planifica, magnifica, damnifica, tonifica, unifica, significa…

 

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José Luis Abraham López

Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato

 

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