– ¿Es la primera vez que viene a Granada? ¿Qué impresiones se lleva de estos encuentros?
– No. Desde hace años la semana anterior y posterior a Semana Santa está reservada para Granada. Me interesan mucho estos encuentros porque es pisar la realidad. Escribir es una actividad solitaria y estar con los lectores es encontrarte con aquellas personas que hacen posible que el libro que has publicado lo veas como una obra viva. Son los lectores los que dan vida a una obra y los que hacen que una obra que está publicada hace 30 años siga como recién salida de la pluma. El encuentro con los alumnos de Armilla ha sido muy interesante pues previamente estaban motivados y eso es muy importante. Espero que les quede la idea de que leer no es una ocupación molesta y que les continúe el interés por seguir leyendo.
– ¿Qué recuerda de su primer libro, “Feral y las cigüeñas”?
– Es un libro que escribí en 1968, pero que no se pudo publicar hasta el 71 porque en aquellos años había una institución terrorífica que era el Comité de Censura y lo prohibieron. Por entonces los cuentos tradicionales estaban proscritos pues decían que eran terribles. La fantasía estaba proscrita y en mi primer libro, compuesto por tres historias, hice una apuesta por la fantasía. En la primera cuento una historia real a través de una estructura de cuento tradicional, en otra mezclo la historia de un duende -podría haber escogido una bruja o un mago- y un robot para ver si podían coexistir y, el tercero, titulado «El secreto del lobo», que es donde hincaron el diente porque ofrecía un mensaje subliminal consistente en que antes de aceptar algo que te dicen tú tienes que procesarlo pues las historias dependen de quien te las cuente, contaba la historia de Caperucita a través de la óptica del lobo lo que hacía que cambiara totalmente. De hecho años más tarde lo presentamos a la censura de libros generales, de adultos y pasó sin problemas publicándose en la colección de «La ballena alegre».
– ¿Le ocurrió lo mismo con los demás títulos publicados en la década de los 70?
– Con “El hombrecillo vestido de gris” pasó lo mismo. Comencé a escribir esta historia en el año 72 y no se publica hasta el 78 porque los editores no se atrevían a pasarlo al comité de censura y ese año lo publicó Alfaguara.
– Durante años compaginó la escritura con su trabajo como colaborador en programas de radio por lo que le dieron el premio Ondas y como documentalista en programas infantiles y juveniles de televisión…
– En primer lugar quiero decir que nunca quise ser escritor profesional, pues para mi es un trampa ya que te hace vivir de la escritura y te obliga a escribir más de lo que es razonable. Por ello decidí vivir de otro trabajo, primero en el campo editorial ya que fui uno de los fundadores de la editorial Santillana donde estaba encargado de los libros de lectura y de ahí pasé a la televisión donde estuve 27 años. Para mi este trabajo fue un trabajo interesante donde realicé una labor creativa, cosa que para los espectadores no es creativa. A mi me gusta mucho el mundo de la imagen lo que posteriormente me ha servido para mi obra.
– Ha declarado que su madre y director del colegio de los jesuitas de Durango donde estudió son los responsables de que se convirtieses en narrador.
– Es cierto, primero porque me animaron a escuchar historias. Primero, porque ellos eran dos grandes narradores. Segundo, porque me contagiaron la afición por la lectura, me acercaron al mundo de los libros lo cual es fundamental. Me considero afortunado porque el catedrático de Literatura del instituto de Burgos donde estudié era Juan Ruiz Peña, un jerezano afincado en Burgos que era Premio Nacional de Poesía. También he sido discípulo de Dámaso Alonso lo cual es lujo ya que después, incluso, me convertí en amigo suyo.
– Aunque cuenta con una veintena de títulos lo cierto es que es un autor poco prolífico ¿Qué libros ha publicado después de “Las raíces del mar”?
– Después se ha publicado «Los peines del viento» y ahora tengo otro de próxima aparición en la colección de editorial Anaya «Leer y pensar» que se llama «Rumbo a Marte». Digamos que soy lento y me lo tomo con calma. Este libro lo terminé en el 2004 y lo he tenido guardado en el cajón dos años porque quería leerlo con otra dimensión, establecer una distancia desde el momento que lo terminé y en el momento que se puede publicar. A veces uno lee una historia y le parece que está bien pero porque le recuerda el entorno donde vivió. Yo lo escribí en Filipinas en un medio muy agradable para mí y quería saber dos años después si merece la pena. Si viviera de esto no podría hacerlo pero pienso que a los libros hay que darle un tempo, y cada uno tiene un tempo especial.
– Dice el refrán que cada maestrillo tiene su librillo, ¿cuál es el de Fernando Alonso a la hora de enfrentarse al papel en blanco?
– Cuando tengo una idea le doy vueltas y más vueltas. Hasta que no tengo el esquema y los personajes, todo perfectamente diseñado, no me siento a escribir. Necesito saberme la lección antes de hacer el examen. Luego sucede que cuando comienzo a escribir los personajes que tienen cierta vida en tu cabeza cobran la suya propia, se van independizando y ocurre siempre que mi esquema rígido no se parece absolutamente en nada al resultado final. En “Las raíces del mar” me quedé bloqueado porque lo que yo tenía pensado para el final no encajaba. Había ido creciendo y agrandándose, e incluso, para no obsesionarme escribí otro, «Mateo y los Reyes Magos». Al cabo de un año se desbloqueó solo, de hecho fue en un sueño pues uno cuando duerme el cerebro sigue funcionando. A las dos o las tres de la mañana me desperté, me levanté corriendo, me fui al despacho y comencé a escribir.
– ¿Dónde está su fuente de inspiración?
– En la realidad en la que vivo. Mis libros están pegados a la realidad, aunque digamos que no está en la superficie si no en las profundidades de las cosas a la que se llega mejor con medios fantásticos que por medios reales. Yo utilizo la fantasía como forma de comunicación de la realidad.
“La buena animación lectora es la vía del contagio”
Fernando Alonso afirma que tiene muchísimas aficiones, entre ellas, la lectura de las obras de Eduardo Galeano, Augusto Monterroso y el poeta Ángel González. “En estos momentos para mí son más importantes la familia, los amigos y la lectura, y el resto de aficiones, pues afortunadamente tengo muchas porque cuando uno se retira si no tiene aficiones está perdido” indica antes de citar, entre otras, la creación artística como la pintura, la escultura y la cocina, a la que se dedica diariamente pues se considera “un buen cocinero”. Tiene muy claro que “el que mucho lee se entrena en el medio de comunicación que es el lenguaje y luego también lo es para la imaginación. Por ello, lo considero fundamental para el escritor y para cualquiera. En cualquier profesión los problemas se resuelven mejor con imaginación que sin ella. Creo que el tratar de conseguir una sociedad compuesta de lectores es algo muy importante”. En este sentido considera que en España “nunca se ha leído tanto como ahora. Se escucha que «antes leíamos más» cosa que a lo mejor hacían tres o cuatro, pero ahora leen más una mayor cantidad de gente, la oferta editorial es mucho más amplia. También hay muchos premios que son muy importantes, sobre todo, para la gente que está empezando”. En cuanto a la animación lectora señala que “la única vía, la buena, la definitiva, es la vía del contagio y no la de la obligación. Una persona que lee es la que puede contagiar la lectura. La afición por la lectura no es competencia del medio escolar, pues como
la educación, los chavales tienen que venir educados de casa”. Lo cual no quita que “si hay un maestro o un profesor para quien la lectura es muy importante la contagiará a sus alumnos”.
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Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: FERNANDO ALONSO