– Señor Dongala la institución Casa África, cuya sede se encuentra en Las Palmas de Gran Canarias, lo ha invitado para un ciclo de conferencias por universidades españolas. ¿Es la primera vez que visita nuestro país?
– No es la primera vez, pues siendo estudiante en Francia, viajé a Barcelona y a Madrid. Pero tenía muchas ganas de volver y, sobre todo, de conocer una ciudad mítica como Granada.
– Hoy es usted ciudadano norteamericano por razones políticas. Tuvo que huir de Congo-Brazzaville para salvar la vida. Pero sus novelas parecen proceder de la realidad inmediata de su país, como es el caso de “Foto de grupo al borde del río”, publicada en 2009. ¿Cómo vive usted su exilio, desde el punto de vista intelectual y sentimental? ¿Suele usted viajar a África?
– En realidad, no soy un exiliado político. Me fui del Congo debido a la guerra civil que vivió el país desde 1994 y duró casi una década. No solo lo perdí todo, sino que mi vida, como la de otros muchos compatriotas, corrí un serio peligro. Bandas de milicias incontroladas, en parte compuestas por niños soldados, se habían adueñado de la ciudad, aterrorizando, saqueando, matando. Era una anarquía total. Sin embargo, no he perdido contacto con África ni con el Congo, donde siguen viviendo mi madre y parte de mi familia. O sea que viajo allí de cuando en cuando. La novela que usted menciona “Foto de grupo al borde del río”, publicada en 2010, me fue inspirada durante uno de mis viajes al Congo tras el final de la guerra civil, viendo precisamente a orillas del río Congo a decenas de mujeres trabajando como picapedreras para sobrevivir.
– ¿Perdona usted a Francia que le negara su hospitalidad? ¿Cómo se lo explica usted? Por otra parte, ¿se siente usted
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Los niños-soldados descritos en su novela “Johnny chien méchant” han sido popularizados por la versión cinematográfica, “Johnny Mad Dog”. |
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comprendido y apoyado por los lectores franceses?
– No siento el menor rencor. La dificultad para obtener un africano un visado es cosa de toda Europa, no solo de Francia. En cuanto a los lectores, no solo me dirijo a los franceses, aunque escriba en francés. Pero me alegra saber que mis libros se venden bien en Francia, y mucho más aún tener muchos lectores africanos, además de estar traducido a varios idiomas.
– Usted es un científico, un químico que sigue enseñando esa disciplina en una universidad norteamericana. ¿Cuándo y cómo decidió usted dedicarse a la literatura? ¿Hay antagonismo o complementariedad en esas dos actividades aparentemente tan opuestas?
– De hecho, siempre he compaginado ambas actividades, la literaria y la científica. No son contradictorias, sino dos maneras de explorar el mundo, cada una con su técnica y sus propios métodos. Suele olvidarse que hay tanta belleza en la ciencia como en el arte.
– Su novela « Un fusil en la mano, un poema en el bolsillo », publicada en 1973 y por tanto escrita cuando usted rondaba la treintena, no es solo una obra maestra en cuanto al estilo y a la composición, sino también un fresco de la realidad política de las independencias de una lucidez y sinceridad asombrosas. ¿Se considera usted pionero en esta actitud, o debe mucho a sus antecesores? ¿Cuál ha sido su aportación?
– Se trata de una novela primeriza, fogosa, sincera y un tanto ingenua con respecto al mundo. Pertenezco a esa generación que creyó que era fácil transformar el mundo. Nos fascinaba Castro, Mao, Che Guevara, etc. Pensábamos que bastaba con un fusil (la revolución) y con la poesía: son cosas del “romanticismo revolucionario”. Pero es verdad que el libro se convirtió en un clásico y una referencia para toda una generación, aunque ha llovido mucho desde entonces. Nuestra lucha cambió sustancialmente cuando nos dimos cuenta de que los fusiles habían acabado produciendo a esos niños-soldados que he descrito en la novela “Johnny chien méchant”, más adelante popularizada por su versión cinematográfica, “Johnny Mad Dog”.
– « El fuego de los orígenes », novela publicada en 1987 y traducida al español en 2009 con el patrocinio de Casa África de Las Palmas de Gran Canaria, es el tema de su conferencia en la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada. En ella, hace usted un retrato muy vivo y realista (en términos de antropología cultural) de la historia de África a partir de la colonización. Ve usted África como un todo (por entonces no había fronteras), siendo por lo demás tan diversa cultural y racialmente. Si es posible plantearlo en estos términos, ¿qué separa y qué une hoy a los africanos?
– La novela “El fuego de los orígenes” es una especie de saga cuyos personajes principales son Mankunku y el propio continente africano. Uso el término “saga” porque la historia transcurre durante varias generaciones. La historia de África ha sido durante mucho tiempo la misma: esclavitud, colonización y luego lucha anticolonial. Eso es lo que más une al continente negro.
– El protagonista de « El fuego de los orígenes”, Mandala Mankunku, es un personaje entrañable y un testigo, privilegiado a su pesar, de aquella desgarradora época de cambio radical en el destino de África. Uno se queda con la impresión de que el personaje ha vivido al menos ciento veinte años, desde el principio de la colonización hasta la independencia. ¿Es solo una impresión de lectura o se trata de un diseño narrativo?
– En realidad, se trata de una saga al revés, porque aquí el individuo Mankunku vive varias generaciones. El personaje tenía que vivir lo suficiente como para poder contar su historia y la del continente. Eso solo era posible debido a su extraordinario nacimiento.
– ¿Podría decirnos algo acerca de sus proyectos literarios?
– Un escritor siempre tiene algo en mente, y yo tengo muchos proyectos, pero aún no he tomado una decisión sobre mi próxima novela.
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