«Escuela de pueblo en 1848» (1896), de Albert Anker (1831-1910)

El autor

Según hemos podido saber este pintor nació en   Anet (Ins en alemán), comuna suiza del Cantón de Berna, donde fallecería en 1910. Fue el benjamín de doce hijos de un veterinario y tuvo a su vez seis, a los que plasmó en el lienzo en diversas actividades infantiles lo que le llevó a especializarse en pintura de niños.

Mediocre estudiante comenzó en 1851 los estudios de teología, que interrumpió dos años después  para estudiar pintura en París con su compatriota Charles Gleyre. Según explica el artículo que le dedica la Wikipedia en 1869 comenzó a colaborar con Théodore Deck, para quien realizó más de 300 dibujos para decorar sus obras. Su fama le permitió dedicarse a la política y así en 1870 fue elegido diputado del Gran Consejo del Cantón de Berna. No por ello dejó su trabajo como pintor y colaboró en diversas revistas pictóricas como Le Magasin Pittoresque y La Revue Suisse des Beaux-Arts.

En 1878, fue el encargado de organizar el pabellón suizo de la Exposición Universal de París, aquella colaboración le valió ser nombrado Caballero de la Legión de Honor. En 1890 abandona París para regresar a su ciudad natal. Entre sus obras más conocidas destacan:  Mi hija Louise, Maurice con la gallina, Louise y su muñeca, Rudi comiendo, Naturaleza muerta con vino y castañas, La chica con el dominó, Café y Brandy, Café con leche, El café,  El té, La langosta,  Té y jerez, Escuela rural de la Selva Negra, Escuela de pueblo,  El examen, El bautizo, La salida de la iglesia,… Falleció en 1910.

La obra

En el cuadro «Escuela de pueblo en 1848» se muestra una típica escena de escuela rural en la que un maestro dirige su clase gracias a la vara (el orden y el conocimiento se impone por la fuerza o lo que es lo mismo, la letra con sangre entra). Llama la atención la ausencia de la pizarra y la separación de los alumnos por secos. Ocho niñas aplicadas leen sus manoseados libros en tanto que en los cuatro pupitres centrales se reparten una treintena de alumnos, algunos de ellos distraidos.  No vemos el final de la clase en la que aparecen algunos materiales para la enseñanza de la geometría y un desvencijado armario.

Para los españoles que han pasado los cuarenta e iniciaron sus estudios en colegios rurales esta imagen le es bastante familiar ya que era habitual los grupos con seis, siete u ocho decenas de alumnos de distintas edades que aprendían los rudimentos de la lectura y las matemáticas a base de golpes de vara, en las manos, nalgas y, alguna que otra vez, en la cabeza. En nuestro caso aún recordamos el nombre que el nombre de la vara era el mismo que el de la espada del Cid Campeador, o sea, la Tizona. Tal vez la única diferencia estuviese en que hubiese sido improbable que niños y niñas compartieran espacio.

Os dejamos con un completo artículo titulado «El realismo costumbrista de Albert Anker»

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