Cuando nos prometían, no hace tanto, la búsqueda de un sistema más eficaz para acabar con el fracaso escolar, resulta que mucho me temo que este se irá ensanchado con creces por los ajustes (magnífico eufemismo) que se han propuesto nuestros dirigentes con las medidas reformistas de unos gobiernos que no gobiernan sino al dictado de otros.
Siempre he creído que la familia es el elemento fundamental sobre la que se sostiene la educación del niño. La familia es algo esencial, un agente educativo de primer orden, es el suministro del afecto que el sujeto necesita para su estabilidad.
Interrogantes
Pero, con una tasa de desempleo en torno a los 6 millones de personas de la población activa ¿cabe esperar que el niño se eduque en las mejores condiciones ambientales, económicas y emocionales? ¿Se puede tener alguna expectativa de futuro, cuando la miseria, y las necesidades más básicas atacan de manera tan cruel y despiadada a tantos miembros de la población en España? ¿Alguien puede creer que en estas condiciones socioeconómicas bajará el fracaso escolar en Andalucía, que supera la escalofriante cifra del 27%.
Siempre he considerado un error la creencia de que la responsabilidad en la educación del niño correspondía a la escuela y recaía sobre el maestro; sin embargo, se avecinan malos tiempos para el personal docente, y de poco van a servir las nuevas doctrinas pedagógicas para el desarrollo integral en la formación del niño, cuando la familia bastante tendrá con luchar ante los infortunios que le genera la subsistencia diaria y los maestros tendrán que encargarse de aprender por sí solos fórmulas que generen el aliento necesario para la estabilidad emocional de alumnos que van a recibir sus clases en grupos numerosos, otros en aulas prefabricadas y lo peor de todo: muchos de ellos mal alimentados.
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