Antonio Luis Gallardo: «¡Apaga la luz, niño!»

No sé si gritar, cagarme en sus difuntos o echar a correr, el caso es que estoy indignadísimo con la nueva mentira del gobierno; hace solo unos días el Ministro de Industria juraba y perjuraba que no habría subida en el recibo de la luz y hoy se ha consumado el latrocino, el próximo mes subirá por encima del 20%%, toma ya!

Me he tomado unos mantecados y una copa de anís y me he puesto a pensar que mi madre se pasaba todos los días con la misma frase… Niño…¡¡Apaga esa luz!! No la luz en general ni una lámpara o bombilla. No. Era …¡Esa luz!. Esa luz era un genérico de que ahorrases energía pues quedaba siempre así.

Y dale. Y eso que no había cambio climático ni agujero de ozono ni energía nuclear. No había deforestación, ni contaminación, ni… claro… tampoco había tele a color, ni play station, ni ordenadores, ni vitrocerámicas.

Mi casa de la calle Cristo, funcionaba con corriente de 125 voltios, pues aún no había llegado los 220, no teníamos lavadora, ni frigorífico, ni televisión, ni siquiera radio eléctrica, pero la luz siempre tenía que estar apagada y si tú no lo hacías lo hacía tu madre o se iba ella sola, pues raro era el día, sobre todo en invierno que no se fuera varias veces.

Los alimentos eran todos perecederos, pues la carne o pescado se consumían en el día, la leche se la traía mi padre cada noche de la vaquería y los huevos, el queso y para de contar se ponían en la ventana o en algunas casas en un armario con tela metálica llamado refresquera. Luego el consumo era mínimo, pero aun así, mi madre siempre con el niño, apaga la luz!!

Y al final acababas apagándola. Y ahora te das cuenta que no era una cuestión sólo de ahorro. Era una cuestión de valores. De no gastar aquello que no necesitas. De respetar el esfuerzo que cuesta generar y pagar las cosas. De considerar cada pequeña decisión que tomabas desde que eras pequeño. De pensar que todo era importante, costaba esfuerzo y debía ser respetado. Y la luz era una de ellas.

De hecho… se paga la factura de “la luz”, no de la electricidad. Y era una frase que no era sólo en mi casa. Era en cualquier casa. Siempre me preguntaba si resultaba que todas las luces eran iguales. Por aquello de “esa luz”. Pero aunque se decía igual en todas las casas se referían a la luz. La electricidad. Esa que tanto costaba. Cuántas veces no habré oído posteriormente con los años, cuando se decía que…”luego viene Paco el de Lina con el recibo y ya verás”.

Que vaya con la frasecita. Todo el santo día con la dichosa luz. Conjuntamente con otras de similar entorno como “Ponte a estudiar ya”, “Antes de anochecer en casa” o” Cierra el grifo” te acompañaban durante años de manera constante.

Las casas estaban iluminadas en cada habitación, con una sola bombilla o perilla, que también le llamábamos así, no teníamos derroche ni siquiera en días señalados pues recuerdo que el primer frigorífico que compró mi padre, ya vivíamos en la calle Fábrica Nueva, cada vez que arrancaba el motor se iban los plomos y teníamos que ponerles pelillos de cobre, qué tiempos.

Siempre hemos estado engañados, antes con el ahorro, después, más tarde fueron las empresas eléctricas las que convencieron al Gobierno de que sus tarifas eran deficitarias y para ayudar al ahorro que ahora se pretende se les autorizó una subida de casi el 10% (y a cambio nos regalaron una bombilla), aunque a la vista de los recibos que emiten parezca la subida del Everest. Y resulta que ahora más de 50 años después esta frase tiene más validez que nunca.

Seguimos siendo engañados, robados y vilipendiados, pero yo siempre me acuerdo de mi madre y su frasecita…¡Apaga la luz, niño!

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